Dime "¡sí!"

CAPÍTULO 11. ¿Orest está comprometido?

CAPÍTULO 11. ¿Orest está comprometido?

Estábamos sentados en el umbral de la casa de Kasia, que había salido por algún asunto (seguramente a buscar a Greydon por lo de la vaca). Afuera el día se apagaba lentamente, pero era comienzos del verano y anochecía tarde. Con Barmuto repasamos la revista con cuidado y atención. Y descubrimos lo siguiente.

Más de un mes atrás, el príncipe de Salixia, Orest, había llegado al Valle de las Sombras. Fue un acontecimiento inusual para el Valle, así que lo recibieron con todos los honores en el palacio del Rey de Todas las Sombras (ese era su título). Se realizó un llamado “ritual absoluto” que, según el artículo, borraba la memoria de todos los magos salixianos que llegaban como voluntarios, y les otorgaba algo llamado la capacidad de “división”. Qué significaba eso, no lo entendimos bien, ya que el autor lo mencionaba como algo obvio. En la corte, aceptaron a Orest con aprecio y lo renombraron como Teros, usando letras de su nombre original “por armonía”, ya que el nombre anterior debía quedarse al otro lado del paso. Lo asignaron al cuerpo real de guardia, pues dominaba tanto la magia como la espada.

Después del ritual absoluto, su memoria no se borró por completo, como era habitual en los magos salixianos. Esto se mencionaba como un caso excepcional. El autor aseguraba que todo se estabilizaría tras la división. Teros habría sido otro ciudadano más del Valle, si no fuera por un suceso inesperado que cambió su destino.

La princesa Zoria, hija del Rey de Todas las Sombras, salió en misión de ayuda humanitaria a una zona de Umbra, capital del Valle, que había sido atacada por “Sombras salvajes” (¿qué o quiénes serían?). La acompañaban varios guardias del cuerpo real. En el camino, fue atacada por una de esas Sombras, y solo sobrevivió gracias al valor del guardia Teros, que la protegió con su cuerpo, recibiendo varias heridas. Durante su recuperación en el hospital, la princesa lo visitó con frecuencia. Así nació su amor. El autor del artículo describía con ternura sus conversaciones y los nombres cariñosos que se decían: “conejito” y “gatita”.

“Un zoológico completo”, pensé, molesta. “Odio ese tipo de empalagos”. Pero en el fondo me dolía. Mi Orest, en brazos de una coqueta. Sabía que prejuzgaba a la princesa Zoria: quizás era buena, sincera, incluso amable (¡iba en misiones humanitarias!). Pero no podía evitarlo: me moría de celos.

—Tengo que ir a la taberna, ganar algo de dinero para el alojamiento —dijo Barmuto con voz apagada desde detrás de la máscara.

—¿Y yo? ¿Quieres que te ayude?

—No hace falta, ya tengo preparado un repertorio, una pequeña función poética con puesta en escena. Tú no la conoces. Tal vez solo podrías pasar el sombrero.

—Creo que Rokat puede encargarse. Kasia dijo que es muy justo y honesto, no debería haber problemas —le sonreí.

—Descansa, Marta. Mañana tenemos un largo camino hasta la capital. Intentaré averiguar si hay algún transporte o portal mágico que nos acerque.

Asentí.

—¿Vas a dormir en el altillo?

—Sí, pero me inquieta la pregunta de Kasia sobre mi sombra y la división. Hay algo que no sabemos. Tengo conmigo un cuchillo de caza y algunos objetos mágicos para defenderme. Marta, por si acaso, duerme vestida esta noche. Esperemos que todo salga bien.

Nos despedimos, y Arsen se fue en busca de la taberna, probablemente en la plaza central (¿dónde más estaría?). “Preguntaré a alguien en el camino”, dijo. Yo volví a la casa, me detuve un momento frente al espejo, mirando mi rostro cansado. ¿Dónde estaba la gorda Marta? La chica que me miraba no parecía gorda en absoluto. Aunque mis pecas seguían decorando mejillas y nariz con su constelación. Bueno, no importa. Zoria podrá ser hermosa, ¡pero Orest solo ama a mí! Me mentí… y me fui a dormir.



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En el texto hay: verdadero amor, magia, aventuras

Editado: 01.06.2025

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