CAPÍTULO 13. Lo desconocido siempre asusta
Por la mañana me despertaron unos gruñidos y mugidos que venían desde abajo, del establo. Y también el mareante olor a heno mezclado con un fuerte aroma de vaca y cerdo. Dormir en el desván de un establo, sí que era una prueba. Barmuto dormía junto a la salida del desván, envuelto en su capa. Estaba acostado de tal manera que cualquiera que intentara subir, tropezaría con él. Había llegado tarde en la noche; al verme, medio dormida y escondida entre la paja, solo soltó un bufido sorprendido.
Intenté pasar por encima sin despertarlo, pero, con mi torpeza… por supuesto, tropecé.
Él murmuró algo entre sueños y se incorporó, bostezando. Durante la noche se había quitado la máscara, que ahora yacía a su lado, y vi su rostro desfigurado, de rasgos deformes, terrible y espantoso. Me tapé la boca con la mano para no gritar del susto, porque no estaba acostumbrada a verlo así, aunque yo misma le había lanzado esa maldición. Él lo notó y rápidamente se volvió a poner la máscara.
—Perdón, se me olvidó —gruñó, incómodo.
—No, perdona tú —dije, apartando la mirada.
—¿Por qué estás aquí y no en la casa?
Le conté al bufón lo que había pasado durante la noche. Él negó con la cabeza mientras se sacudía el heno que tenía en el pelo.
—Sí, parece que esto es justamente eso de lo que todos aquí hablan, el desdoblamiento. Por cierto, los clientes de la taberna, como media hora antes de medianoche, se apresuraron todos a volver a casa. Y tuve que largarme también, porque el dueño cerraba. Gané algo de dinero con la función; alcanzará para pagar la noche a Kasia, y aún sobrará para el viaje. Porque arreglé con un granjero que lleva sus productos a la capital, que nos lleve contigo y conmigo.
—¡Ay, qué bien! —me alegré—. Pero después de la noche de ayer, me da cosa ver a Kasia.
—Es una persona como cualquier otra —me aseguró Barmuto mientras bajábamos del desván camino a la casa—. Solo que distinta. Esta gente tiene una forma de vida diferente, de la que sabemos muy poco. Por ejemplo, los dragones se transforman en lagartos voladores. ¿Y eso no te da miedo?
—¡Pero eso son dragones! —protesté.
—Es solo que sabes más sobre los dragones que sobre los habitantes del Valle de las Sombras, eso es todo. Cuando sepas más sobre ellos, dejarás de tener miedo. Lo desconocido y lo inexplicable siempre asusta.
Kasia se movía por la cocina, preparando algo. Al vernos, nos sonrió con amabilidad. Y eso me hizo sentir un poco mejor, aunque aun así no quería quedarme allí más tiempo del necesario. Desayunamos (Barmuto afuera), pagamos por la noche y nos despedimos.
Editado: 01.06.2025