¡dime que sí!

CAPÍTULO 54. Te digo “Sí!”

CAPÍTULO 54. Te digo “Sí!”

Me estremecí. “Mi solecito pecoso”… esas eran palabras de aquella vida pasada, cuando un muchacho me amaba y me llamaba con tanta ternura. Miraba su rostro, que irradiaba amor, con desconfianza y con una esperanza secreta. Girábamos en la danza, alrededor centelleaban otras parejas danzantes y una multitud de espectadores elegantemente vestidos, pero yo sólo veía a Orest. ¿Acaso me había reconocido? ¿Y si le preguntaba ahora? Estaba terriblemente cansada de estar al lado del hombre que amo y no atreverme a decirle lo que siento.

—¿Usted…? —comencé con timidez.

—¡Sí! ¡He recordado! —Orest me miraba con tal alivio y una tormenta de sentimientos en el rostro, que le creí.

—¿Me… recordaste, Orest? —me atreví a llamarlo por su verdadero nombre.

—¡Sí!

—¿Lo recordaste todo-todo? —insistí.

—¡Sí!

—¿Sabes que te amo más que a nada en el mundo? —pregunté con cuidado.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —asentía él al ritmo de sus palabras, y luego se echó a reír, feliz.— Marta, te digo “¡Sí!” a todas tus preguntas. Fui iluminado en el momento en que te abracé en esta increíble danza. Gota a gota, cada encuentro contigo rompía la cáscara de mi olvido e incomprensión. Todo el tiempo pensaba: ¿de dónde la conozco? ¿Por qué, al encontrarme con una persona extraña, siento una simpatía tan salvaje y el deseo de abrazarla? ¿Por qué mis manos se extienden solas para tocar tu mano, tu cabello, tu mejilla? Pero Mara es una habitante del Valle, me decía, no podía haberla conocido antes, allá en Salixia…

—No podía confesártelo de inmediato, lo entiendes, ¿verdad? —empecé a justificarme.— Además, Barmuto…

—¿Está aquí? —Orest se sorprendió, y luego dijo con decisión.— Sí. Debes contarme de inmediato por qué están aquí. ¿Ha pasado algo?

—Yo… quería recuperarte. Te busqué… Y te encontré —suspiré.

De repente, la música se detuvo y el baile terminó. Estábamos de pie entre la multitud que se preparaba para la siguiente danza.

—Tenemos que hablar. Sígueme —me susurró el príncipe en voz baja.— A cierta distancia. Que nadie lo note.

Se inclinó ante mí, agradeciéndome por el baile, me besó la mano y se alejó lentamente. Yo hice como que miraba a mi alrededor, buscando a alguien, y luego también me dirigí poco a poco en la dirección en la que había ido Orest. El príncipe caminaba decididamente hacia la zona de los bestianos. Se acercó a uno de ellos, acarició su costado rojo y reluciente, luego abrió la puerta de una carroza azul y entró. Me deslicé entre la multitud sin apresurarme, para no llamar la atención, y luego también, como por casualidad, me acerqué a las carrozas y toqué la puerta de aquella en la que había desaparecido Orest.

La puerta se abrió, y una mano fuerte me arrastró hacia adentro.

Tropecé con el umbral, perdí el equilibrio y caí directamente en los brazos de Orest. Me abrazó, y nuestros labios se unieron en un beso apasionado. ¡Duró una eternidad! ¡Cuánto había extrañado a mi amado! Quería abrazarlo, besarlo, confesarle mi amor, hablar y hablar de lo sola que me sentí sin él. Orest besaba con ansia mis ojos, mis labios, mis manos, me apretaba contra su pecho y susurraba:

—¡Marta, mi amada Marta, cuánto te he echado de menos! Sólo ahora entiendo por qué el mundo entero me parecía tan gris y sin rostro. ¡Porque tú no estabas en él!

—Te amo, Orest —susurré.

—Te amo, Marta —respondió él, como un eco.

En algún lugar, el baile seguía con música y canciones, los bestianos resoplaban detrás de las paredes de la carroza, pero nosotros no oíamos nada, porque no podíamos separarnos el uno del otro.



#376 en Fantasía
#68 en Magia

En el texto hay: verdadero amor, magia, aventuras

Editado: 27.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.