—¡Calmado principito!
Aquella orden por parte de Timo tuvo el efecto contrario al deseado. Loryen se alteró aún más de lo que estaba, si no fuera porque Suéh y Goutem lo sostenían ya le habría arrancado la cabeza a su interlocutor.
A una semana de camino un par de cosas ya habían quedado claras: Sett y Añu no hablaban con nadie más que entre ellos y, en ocasiones, con Loryen; Mille no soportaba a Rhin; Ollem era el más sensato de todos y cualquiera se ofrecería a matar a Timo, sobretodo Loryen.
En esa ocasión discutían porque al despertar descubrieron que Thyna no estaba en el campamento, esa noche la guardia le correspondía a Timo y puesto que nadie confiaba en él por lo sucedido con Laia todos estaban imaginando lo peor acerca de lo que pudo haber sucedido.
—¡Eres un sucio y asqueroso caníbal! ¿Crees que no he notado que no has tocado ningún alimento? ¡Te la comiste, maldito!
—¡Loryen, cálmate! —esta vez le habló Suéh— No puedes decir algo como eso.
—¡Es que es la verdad! Todo el mundo lo sabe. No sé porque mis padres mandaron a alguien como tú aquí.
Timo estaba muy divertido con la situación, no negaba ni intentaba aclararlo. Su actitud solo provocaba que todos terminaran de convencerse de que era verdad y ahora Thyna era digerida por su sistema.
—De acuerdo. Entonces voy a presidir la marcha a partir de ahora, cuando me necesiten solo griten —dijo y dobló su cuerpo de manera exagerada, inclinando la cabeza en dirección a Loryen. Después caminó a la misma dirección que habían seguido por días, llevaba consigo la única bolsa de cuero que cargó durante todo el viaje y su paso era veloz y orgulloso.
Al verlo alejarse nadie hizo nada por detenerlo, solo Suéh miró en su dirección de manera dudosa. Tras un momento de debate lo siguió.
Había avanzado unos metros y una rara sensación le aceleró el corazón, escudriñó los árboles e intentó recordar en qué dirección se había ido Timo. ¿Por qué lo había seguido? Se acercó a un árbol y buscó su raíz, intentó localizar al joven y en seguida el panorama frente a ella cambió. Él estaba a unos metros de ella.
—Así que eras tú —le dijo. Ella arrugó el ceño confundida—. La que me ha estado observando, sabía que alguien tenía ojos más allá de su cuerpo, imaginé que sería el principito ¡Pero vaya!
Suéh, que ya se había puesto de pie, dejó que se regodeara con su descubrimiento: no era la gran cosa.
—Como sea. No te voy a preguntar para qué me vigilas, aunque sí me gustaría saber por qué me seguiste.
Ella se encogió de hombros, no estaba muy segura del porqué, sin embargo quiso preguntar aquello que le rondaba desde la primera vez que se lo escuchó decir.
—¿Qué significa principito? ¿Y ese gesto? —imitó la inclinación que él había hecho un rato atrás.
Con una sonrisa genuina, esta vez sin rastro de burla, se acercó a ella y comenzó su explicación: —Hace varios siglos cuando los dioses estaban, cada uno tenía un reino y ellos personalmente escogieron a una pareja que tuviera el dominio sobre las tierras y los hombres que ahí estuvieran. A esta pareja se le llamaba rey y reina; a los hijos que después tuvieran se les decía príncipes, y a sus hijas, princesas. El gesto se llama reverencia: se hace cuando estás en presencia de ellos; como señal de respeto —aquella última palabra la dijo especialmente divertido.
—Pero Loryen no es un príncipe.
—No. Pero se comporta y lo tratan como uno —Timo ya había llegado junto a ella y acariciaba la corteza del árbol, la miró fijamente y continúo—. Aunque también es un título de honor, ¿sabes? Esos grupos de personas eran de los más refinados y astutos.
Con una navaja que un segundo antes no tenía en su mano, Timo marcó el árbol con un símbolo extraño: era una especie de espiral que a la tercera vuelta cambiaba de dirección para formar una "S".
Un parpadeo y Suéh se encontraba junto al árbol más cercano a donde montaron el campamento la noche anterior. Ya casi habían acabado de recoger y pasó un momento, en el que Suéh intentó salir de su aturdimiento, hasta que Yian reparó en ella. Él y su hermano se acercaron, el mayor habló con un tono incómodo:
—Hemos descubierto que Thyna huyó del campamento —comenzó Josu—. Cuando acomodamos las provisiones sus armas no estaban… Y dejó una nota. Al parecer volvió a su alianza, con su hijo… Su esposo ha muerto hace un par de días.
—También —agregó Yian—, suponemos que aprovechó mientras Timo mataba alguna bestia, quizá dos. Encontramos dos frascos más, llenos de veneno fresco.
—¿Y apenas se dan cuenta? ¿Por qué me lo dicen ahora?
—Eras la única que faltaba en saberlo. Y como fuiste detrás de él Loryen pidió que te dijéramos que Timo está fuera de la misión; todos lo preferimos así.
Suéh asintió y se acercó a su yegua. Durante el resto del día aprovechó para unir cabos con respecto a la actitud y sombra de aquel impredecible cazador.No pudo sacarselo de la cabeza, y aún cuando no tenía especial interés en que el poco confiable Timo regresara con ellos, una clase de presentimiento le incomodó los siguientes días.