Dioses en guerra: el elegido

Quienes ven el futuro

Ninguno esperaba una bienvenida amistosa, pero lo que menos se imaginaban era una emboscada como aquella.

Nada más entrar a la zona de esa micro-alianza una chica de quizá quince años se acercó a ellos, al quitarse la capucha reveló que los estaba esperando. Con esa afirmación Suéh se dió cuenta que de las ventas de todas las chozas una flecha estaba preparada para disparar al menor movimiento.

Kena también advirtió la situación y con una mirada se lo hizo saber a Rewn. Por otra parte, aunque Loryen ya se había dado cuenta, se bajó del caballo y le tendió la mano a la chica; esta se acercó y tuvo que alzar la cabeza para mirarlo a los ojos:

—No tienes permiso para tocar a ninguno de nosotros —después le dio una patada y se alejó del grupo. Era difícil decir quién estaba más sorprendido por aquella agresión: Loryen era simpático por naturaleza, su sonrisa era el mejor arma de convicción y su naturaleza orgullosa no resultaba chocante, sino que transmitía confianza.

Una mujer salió de la primera cabaña y se acercó a la chica. Le dijo algo acercándose a su oído y ninguno alcanzó a escuchar. La chica asintió y volteó a verlos de nuevo.

—¿Dónde está la otra persona? —Suéh pensó inmediatamente en Timo, pero Loryen tomó la palabra:

—No hay nadie más con nosotros, solo venimos cuatro.

—Hay que estar atentos —le dijo la chica a la mujer—. Ustedes, bajen de los caballos, dejen sus armas y vengan conmigo.

Después de la orden ninguno estaba seguro de qué hacer, obedecer era la opción más sencilla, pero no podían arriesgarse a que los mataran cuando solo llevaban un tercio de camino; huir tampoco entraba en sus posibilidades, les ensartarían una flecha a los dos metros. Antes de que alguno se decidiera dos hombres salieron de una choza y se acercaron a ellos. Uno le ofreció la mano a Kena y el otro a Suéh para que bajaran de los caballos, oferta que rechazaron y bajaron sin problemas.

    Con un gesto les indicaron a los cuatro que dejaran las armas, esta vez hicieron caso. Los dirigieron a la última choza, donde se había metido la chica un rato atrás y al entrar una oscuridad los envolvió, frente a ellos se encontraba una mesa cuadrada con una vela en el centro, era la única iluminación de la estancia. Una mujer estaba sentada detrás de la mesa, a su espalda, de pie, estaba la chica de antes.

—Ya conocieron a mi hija —les dijo la señora en la mesa—. Lamento el breve momento de confusión, cuando supimos que venían no podíamos dejarlos pasar así nada más. ¿Así que el elegido? —preguntó en dirección a Rewn.

—No, yo no…

—Soy yo —se apresuró a aclarar Loryen—. ¿Quién le dijo que vendríamos?

—Ah, claro, entonces eres tú —sonó decepcionada—. Bueno, Henna, mi hija, fue quien me lo dijo. Ella ve cosas… Que van a pasar.

—Son legado de Lhidan —comenó Suéh.

—En efecto —miró a la joven con intensidad—. Tú eres ella —entonces la mujer se puso de pie y se acercó a Suéh con impaciencia—. La joven que ví, quiero decir. Yo… Antes de renunciar a mi sombra vi todo lo que va a suceder, tú estabas ahí, eres parte de todo…

—¿De qué…? 

—¿Cómo que renunció a su sombra? —interrumpió Rewn— ¿Eso es posible?

—Es posible —la mujer se llevó una mano al cuello, sin darse cuenta—. Pero bueno, no me he presentado, mi nombre es Patry —saludó con una sonrisa—. Siéntense en donde puedan, vamos a hablar del futuro.

✧️✧️

Henna no podía ver el futuro como alguna vez pudo su madre, ella sabía lo que iba pasar, eran futuros cercanos: una rama se caería a diez metros en cinco segundos o una lluvia torrencial caería mañana. Eran corazonadas certeras, cosas que solo sabía de repente. Así es como supo que cinco viajeros llegarían esa noche, aunque hasta el momento eran solo cuatro.

En cambio, lo que Patry alguna vez tuvo fue una visión profética. Ella sí veía el futuro. Cuando decidió que era demasiado para soportar renunció a la sombra, aunque mucho de lo que llegó a ver la seguía atormentado por las noches. Sus visiones eran algo que podría llegar a suceder en unos meses, pero quizá también en años.

Les contó sobre una guerra, pero no era algo como lo que vivieron un siglo atrás antes de establecer las alianzas, era algo más grande; devastador, que acabaría con todo lo que estuviera a su paso. Era una guerra entre los dioses. Patry aseguró que era peligroso, pero también necesario e inevitable. Aunque aseguró que no vió a ningún hombre o mujer cerca, así que podría ser algo que sucedería en milenios.

Otra fue una en la que vió a Suéh. Le dijo que estaba ella frente a un dios, ninguno de los que conocían; era uno oscuro, menos divino y con una fuerza impulsada por la venganza.  No sé atrevió a darle un nombre, solo dijo que apestaba a muerte. También comentó que a lo lejos había otro joven, de cabello y barba rubias con ojos azules, él corría hacia ella y gritaba su nombre; pero Suéh no escuchaba, seguía caminando hacia ese dios sin rostro, solo se detuvo para rodear un cadáver: el de una niña. Después el dios, cuando la tuvo cerca, le cortó el cuello.

Después de eso Suéh no pudo evitar sentirse amenazada. La descripción del joven encajaba con Timo, y aunque no mencionó nada más de la niña ella no pudo evitar recordar a su sobrina.



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En el texto hay: elegido, una aventura, amor contra la muerte

Editado: 22.03.2020

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