Dividido

CAPÍTULO TRES

✂ Capítulo 3 | No te has equivocado.

 

 

 

Dio un suspiro de frustración al ver el edifico blanco de tres pisos y se osaba llamar preparatoria.

Paso su mano por su cabello para dejar de observar para meterse a las instalaciones,  donde estaba en el centro el jardín y a los lado las escaleras que daban para ir a su salón y el otro extremo la cafetería,  al frente las canchas al final del pasillo.

—Adán —llamo al verlo recargando en una columna que estaba cerca de las escalaras —. ¿Y América? 

—Estoy bien,  gracias —indico con sarcasmo y un fingido enoja,  el tan sólo puso los ojos en blanco.

—Hola,  Adán.  ¿Qué tal todo?  —inquirió empezando a caminar a su salón.

—Igual... Ayer termine con Natalia.

Negó con la cabeza y dio un suspiró.

El mismo le había dicho que no durarían mucho de novios,  bueno,  duraron cuatro meses nuevo récord de su amigo pero a quien le importaba eso. Pues a el no.

Natalia es una chica muy simpática y tímida a la vez,  su cabello rubio siempre lo traía atado a una coleta y sus ojos grandes marrones siempre los traía tapados con unos lentillas grises.

—Qué pena —dijo esperando a que Adán respondiera,  volteo atrás y lo miro volteando a ver al jardín donde se encontraba Natalia—. Adán —este lo ignoro —,  ¡Adán!  —Grito llamado la atención de todos,  pero no le importo.

— ¡Que!  —Respondió este volteando con brusquedad. 

—¿Y América?  —Preguntó indignado por la distracción.

—Tras tuyo —respondió apuntado a sus espaldas y luego bajo las escaleras a ver a Natalia.

Verdaderamente Adán estaba loquito por esa chica, pero él jamás se obsesionaba con el amor por…

—Hola  —indico la pelinegra con amabilidad,  él volteo y se la encontró con una sonrisa que le dio una calada —. ¿Qué tiene Adán? 

«Como si te importara»

Se encaminó a un lado de ella, aunque esa voz no dejaba de sopetear su mente.

—Rompió con Natalia —informo siguiendo el camino.

Mientras charlaban de cómo fue que terminaron y esperaron al que el profesor llegara.

Sintió una mirada en él, así que volteo a ver a la puerta donde se encontraba una chica de cabello ondulado rojo como el fuego y unos ojos claramente azules como el cielo tan claros como el mismo.

Judith.

Sacudió su cabeza,  América lo miro extrañado antes de posar una mano en su hombro derecho. 

—¿Que tienes?  — Preguntó América con un deje de preocupación y en tal solo negó posando su mirada en ella para darle una sonrisa fingida.

—Mi cerebro que me trae los recuerdos del día que perdí a papá —respondió volteando de vuelta a la puerta.

América volvió su mirada a donde la tenia y sonrió al ver la chica,  le saludo eufórica.

—¡Hola!  —Exclamó poniéndose de pie,  al parecer su amiga la conocía. 

Tan sólo se deleito a observar a ambas chicas con confusión,  después de unos segundos ambas se posicionaron en frente de él.

—Orlando,  ella es mi amiga,  a la cual siempre ignorar; Judith —presentó su amiga con una sonrisa dulce.

—Un gusto —dijeron al mismo tiempo,  su amiga sonrió complacida aunque eso le resulto sumamente extraño.

América no será de las chicas que fácil les complacía algo, a menos que tuviera efectos secundarios.

—Ahora vuelvo,  como representante del salón tengo que ver porque el profesor Morales no llega.

Miro como salía su amiga y volteo a ver a Judith.

¿Ella será la misma que siempre su cerebro le instalaba?  ¿Ella era la llave a sus recuerdos?

—Orlando—llamo Judith con curiosidad.

—¿Sí?  —Respondió algo ido, mientras sus ojos penetraban los de ella como si le fuera a darla la respuesta a su incógnita.

—¿Por qué me observas con tanta curiosidad e intriga?

Abrió sus ojos sorprendido,  al estar formulado preguntas en su cabeza sin querer se había enfocado en ella.  Sin embargo en el fondo de su mente le decía que tenía que enfocarse en Judith.

— Creo que te confundí con alguien —respondió volviendo su mirada al frente.

Claro que la estaba confundiendo,  entonces... ¿Por qué recordaba tanto ese nombre y sentía algo que le decía que era ella? La misma Judith.

—Claro...—no supo cómo interpretarlo como sarcasmo o verdad,  pero hablaba con seriedad  —. lamento la perdida de tu padre.

Judith

Claro que era ella.

—¿Desde cuándo eres amiga de América?  —dijo para cambiar en incómodo silencio que ella había atraído.



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En el texto hay: tragedia, trastornos mentales, dolor y sufrimiento

Editado: 03.10.2018

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