Capítulo 4
Hay pasos detrás de mí, me pisan los talones y me obligo a correr más rápido. Hay fuego por todas partes y me estoy asfixiando con el humo. Grito su nombre, el acento me deja una sensación extraña, grito palabras que entiendo pero que son de otro idioma y, aunque no son mis manos, lo son de alguna manera.
Vuelvo a gritar su nombre entre toses y jadeos, apenas puedo respirar entre la carrera, el humo y los gritos, casi no veo a través del humo y presiento que estoy corriendo en círculos. Me detengo un segundo para tratar de ubicarme y continúo corriendo, cuando me dispongo una vez más a gritarle, mi cuerpo se estrella contra algo sólido. Ambos caemos y nuestros cuerpos se juntan para reconfortarse, nos abrazamos, aunque sabemos que debimos habernos levantado y correr de nuevo, y aunque sé que es el final me aferro a Él, porque sé que si deja de existir al menos yo también dejaré de hacerlo. Ese es mi consuelo.
Abro los ojos para verlo una última vez, tomo su rostro entre mis manos. Su rostro es diferente, pero sé que es Él pues de alguna manera lo siento. Están aquí, llegaron por nosotros, y el sentimiento es tan intrigante como aterrador. Le sonrío con ojos llorosos y me aferro a Él una vez más. Está bien. Está bien. Está bien…
Despierto de golpe con la sensación de tener un hueco en el estómago y me coloco de lado a la orilla de la cama hasta que estoy segura de no vomitar. No sé qué fue eso. Al principio ni siquiera parecía un sueño, no comenzamos en el lugar de siempre y el sueño fue… no era un sueño, fue una pesadilla, la peor que he tenido. Y es que no ha sido solo el hecho de haber muerto en él, sino lo vívido que ha sido todo: el humo, el cansancio, las llamas, el terror… ¿Cómo pude soñar así?
Trato de recuperar el aliento antes de tomar mi celular de debajo de la almohada, son las once y media de la mañana, y tengo una docena de mensajes de Michael, junto con algunas llamadas perdidas de Michael, mamá y Patrick. Los mensajes de Michael vienen en distintas etapas, desde las bromas acerca de mi “encuentro sexual” con Kaden el día de ayer, seguido por preguntas sobre mi estado de salud y finalmente la firme advertencia de que Michael vendrá al final de clases. No hay ni un solo mensaje de Kaden.
Me recuesto sobre mi cama, haciéndome ovillo entre mis cobijas, mientras recuerdo el día anterior. Desde que salimos de la cafetería Kaden se había mostrado indiferente hacia mí, y cuando me dejó frente a mi casa y se fue sin decir nada sentí un hueco en la boca del estómago ¿será que lo he arruinado todo? ¿Qué tal si me ha visto mientras observaba a…? siento nauseas de nuevo y me giro hacia la ventana de mi habitación, el exterior está nublado, tal como mi mente.
Quiero pensar que estoy exagerando, que tal vez estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua, pero en el fondo puedo dejar de pensar que ese chico es definitivamente el chico de mis sueños en la forma más literalmente posible.
Lyss está mirándome, mientras mordisqueo mis dedos, me mira con esas enormes versiones de mis propios ojos, recuerdo al pixie que vi, esa diminuta bola de color rosa… ¿sería como Lyss? ¿estaba con… Él? Probablemente sí y, por todos los cielos ¿heterocromia? Demasiada coincidencia.
Lyss flota hasta a mí y se sienta frente a mi rostro con expresión consternada, estira una de sus manitas y la coloca en mi nariz, seguidamente une su frente a la mía y unos segundos después miro la frustración en su rostro. Sonrío levemente, intenta curarme.
—¿Qué eres? —le pregunto—¿qué era ella?
El rostro de Lyss se ilumina por pocos segundos y después vuelve a verse triste. Acerco la mano a Lyss y comienzo a acariciar su cabello, sintiendo un hormigueo en la punta de los dedos cuando lo toco, su resplandor aumenta en aceptación de mi gesto. A veces Lyss puede decir mucho con muy poco.
Mi primer recuerdo de Lyss es de una noche estrellada, mi rodilla raspada y unas cuantas lágrimas, recuerdo su diminuta figura parada a un lado de la luna, sus manitas secándome el rostro y una sonrisa que me hizo sentir calidez en el pecho. Desde que tengo memoria Lyss ha estado conmigo, de hecho, no recuerdo algún momento de mi vida en que no hubiese estado consciente de Lyss. Cuando a los siete años seguía hablando de una criatura flotante de ojos heterocromos como los míos, mamá se preocupó. Los niños se burlaban porque veía cosas en el aire y con mi hermano mayor, quien estudia desde entonces para mantener su beca en un colegio, no había nadie más que me pudiese defender. No tenía amigos a parte de Lyss y eso solo cambió hasta que Michael llegó a mi vida.
Ellos no veían a Lyss y les asustaba que pudiese ser algo más, algo que tuviera que ver con mis ojos y que me dejara ver “espíritus” pero él no era malo, ni mucho menos peligroso y no era un espíritu, era Lyss: mi amigo imaginario, luego Lyss mi alucinación, después Lyss mi secreto… mi Lyss.
Cuando despierto, no es la cara de Lyss lo primero que veo. Levanto la vista hacia la cabecera, donde Michael está apoyado. Al verme despierta deja el teléfono a un lado y se acomoda de lado para verme bien.
—¿hace mucho que estás aquí? —me tallo los ojos y carraspeo, siento pena de que me escuche rara, pues tengo congestionada la nariz.
—un poco—dice—sabía que no era buena idea escapar de la escuela ¿Qué fue lo que paso ayer?
De repente finjo interés en el edredón de mi cama.