Capítulo 1
Hay risas por todos lados. A donde sea que gire, sin importar el pasillo en el que me adentre, Él se ríe de mí, se burla con su risa gruesa y terriblemente sensual. Mi cabello húmedo golpea mi espalda cada vez que mis pies tocan el piso, cabello húmedo que Él mismo ha mojado.
— ¡me las vas a pagar! —lo amenazo, a pesar de que no lo puedo ver.
Aparezco en un cuarto de espejos, pero la cara que me sonríe burlona no es la mía. Son sus risos dorados y su estúpida sonrisa de lado, la misma que me hace perder el aliento; son muchos reflejos, Él me mira desde el otro lado del vidrio, adivinando que no estoy segura de cuál de todos sea el original.
—No me digas que no te gustan las bromas—dice fingiendo incredulidad.
Me lanzo sobre uno de los reflejos más cercanos, pero me topo solamente con el cristal y el reflejo se desvanece, mientras que Él sale del cristal que se encuentra justo a un lado del que acaba de desaparecer.
—claro que me gustan—bufo, apartando un mechón de mi rostro—pero no cuando son contra mí.
Está muy cerca, y se queda de pie ante mí únicamente observándome con una pequeña sonrisa. Quiero lanzarme sobre Él, quiero abrazarlo y tomar su rostro, pero no puedo moverme, mis brazos permanecen inertes a mis costados. Sus ojos brillan a pesar de la poca luz, y justo cuando siento que me derrito bajo su mirada, me toma por los hombros y me hace dar media vuelta, para luego empujarme a través de una puerta y cerrarla.
— ¡apresúrate! —Grita desde fuera—se hace tarde.
No estoy segura de por qué tenemos prisa, pero me apresuro al sofá en medio de la habitación. Sobre este está tendido mi disfraz y comienzo a cambiarme ignorando que mi cabello se ha secado de la nada. Cuando salgo de ahí la crinolina se arremolina alrededor de mis piernas y desconozco como he logrado atar el corsé, pero esto queda en el olvido cuando Él aparece en mi campo de visión.
Está vestido con camisa y una chaqueta aparentemente del siglo XVIII con botones dorados, tiene botas altas y lustradas; su cabello parece más largo, y sus risos están ataviados en una coleta baja. Parece un príncipe.
—El carruaje nos espera, mi lady—extiende una mano hacia mí—permítame decirle que está usted radiante esta noche.
Bajo la cabeza para ocultar mi sonrojo, puedo escucharlo reír por lo bajo.
— ¿a dónde vamos? —pregunto.
~Line…~
—A donde lo desees—responde.
~ ¡Line, es tarde! ~
Frunzo el ceño. Es la voz de mi mamá ¿Qué está haciendo aquí?
~ ¡Si entro no va a ser en vano! ~me advierte.
—Supongo que primero tendré que luchar con la bruja malvada—se burla Él.
“muy gracioso” pienso.
—Es mi mamá—le digo—debo irme.
Él me toma de las manos y las coloca entre las suyas en un puño, se las lleva al pecho mirándome con expresión suplicante y dice:
— ¿me abandonarás, cenicienta?
“No” le quiero decir, pero antes de que siquiera pueda abrir la boca sus ojos se iluminan. Literalmente, sus ojos se convierten en luceros hasta que no puedo ver nada más, cegada por la luz.
—Evangeline ¡anoche te dije que durmieras temprano! —Me reprende mamá—más te vale que no haya sido culpa de Kaden.
—Ajá—musito en voz ronca con los ojos cerrados—Michael tuvo una de sus crisis de nuevo, no lo iba a abandonar.
—de acuerdo, apresúrate.
Mamá sale de mi habitación hablándole a mis hermanos y ordenándoles que se preparen para la escuela, sobre todo a Peter, mi hermano menor, cuyos pasos escucho por toda la segunda planta.
La verdad es que quiero seguir durmiendo, pero no logro mí cometido gracias a que siento un tirón de cabello. Aun con los ojos cerrados me cubro la cabeza con las sabanas, pero estas también son jaloneadas dejando de nuevo mi cabeza descubierta.
— ¡Lyss! —gruño.
Abro los ojos y lo observo con irritación, mientras me mira con sus grandes ojos en una mirada de “determinación”, aunque el pobre no puede hacer nada más que hacerme reír.