El día después de la ceremonia de selección de huevos, Aleron despertó en su habitación con una sensación extraña. Su cuerpo estaba adolorido por la cantidad de energía que había canalizado durante el proceso, pero algo mucho más profundo se agitaba dentro de él. Una sensación de incertidumbre y, al mismo tiempo, de esperanza. Había comenzado a caminar por un camino que no podía detenerse, un camino lleno de desafíos, misterios y, quizás, algo más.
El Grifo Mítico estaba a su lado, reposando tranquilamente sobre el suelo de la habitación. Aunque aún era una criatura joven, la presencia de la bestia era inconfundible. Sus plumas brillaban como un faro, y su cuerpo, aunque de un tamaño impresionante, parecía tranquilo. El vínculo entre ambos había sido forjado con rapidez, y la conexión era tan fuerte que Aleron podía sentir cada uno de sus movimientos, cada respiración.
"Así que... esto es lo que es tener una bestia Mítica", murmuró Aleron, observando la majestuosidad de la criatura. Su corazón latía con fuerza al pensar en las posibilidades. Si podía dominar a una criatura de tal calibre, ¿qué más podría hacer? ¿Qué otras bestias podría llegar a domesticar en el futuro?
En ese momento, una ligera risa lo interrumpió. Aleron giró rápidamente, encontrándose con una figura en la puerta de su habitación. Era una chica de cabello corto y castaño claro, con ojos azules y una sonrisa traviesa en el rostro. Ella estaba vestida con el uniforme oficial de la Academia, lo que indicaba que, al igual que él, era estudiante de segundo año.
"Vaya, vaya, Aleron... no pensé que realmente recibirías una bestia tan impresionante", dijo la chica, entrando sin esperar invitación. "Lo siento, pero tenía que venir a verlo con mis propios ojos."
"¿Aria?", Aleron preguntó, un poco sorprendido. Aria era una de las estudiantes más destacadas en la academia, conocida por su increíble habilidad con la magia elemental. Aunque no eran muy cercanos, siempre se había mostrado como una de las pocas que no lo subestimaba, a diferencia de otros compañeros. Su habilidad era de rango B, pero su arrogancia a menudo opacaba su verdadero potencial.
"Sí, soy yo", dijo ella, observando al Grifo con una mezcla de fascinación y respeto. "No esperaba que fueras tan afortunado. Pensé que serías uno de esos chicos que terminan con una mascota débil, como... no sé, ¿un conejo de fuego?"
Aleron se rió suavemente, sintiendo algo de alivio. "No soy tan débil como muchos piensan, parece."
Aria se acercó al Grifo y, de manera inesperada, acarició suavemente sus plumas. La criatura no se mostró hostil, sino que se dejó hacer, un testimonio de la conexión que ya existía entre ellos.
"Entonces, ¿cuál es tu plan ahora?", preguntó Aria, con un toque de curiosidad en su voz.
Aleron se quedó en silencio por un momento, mirando al Grifo. "Mi objetivo es convertirme en el Maestro de Bestias más poderoso. Quiero lograr hazañas increíbles, domesticar a las criaturas más poderosas de este mundo... y, por supuesto, demostrar que no soy el débil que todos piensan que soy."
Aria se quedó mirándolo unos segundos, como si estuviera evaluando la sinceridad de sus palabras. Luego, sonrió, algo burlona pero no despectiva. "Vaya, parece que estás lleno de grandes sueños. Pero el camino que tienes por delante no será fácil. Las bestias poderosas no son lo único difícil de manejar en este mundo. También está todo lo que viene con ellas."
Aleron la miró, intrigado. "¿A qué te refieres?"
"Ya verás", dijo ella, dando un paso atrás. "Los domadores de bestias no solo enfrentan a monstruos, sino a otros domadores. Algunos de ellos son amigos... y otros, enemigos."
Aleron frunció el ceño. Sabía que su camino no sería sencillo, pero la idea de tener que enfrentarse a otros como él, con sus propias bestias, lo hizo sentir un escalofrío.
En ese momento, el Grifo Mítico se levantó, extendiendo sus alas con un sonido suave pero resonante. La criatura parecía inquieta, como si percibiera algo en el aire. Aleron miró a Aria, quien parecía haber notado la misma cosa. Ambos se acercaron al Grifo, que comenzó a caminar hacia la ventana, su mirada fija en el horizonte.
"Algo está pasando", murmuró Aleron, su voz tensa.
Aria asintió. "Parece que la ceremonia no ha terminado aún."
De repente, un fuerte estruendo retumbó desde fuera, haciendo que las paredes de la academia temblaran. La luz de la tarde se oscureció brevemente, como si una sombra oscura hubiera pasado por encima de la escuela. Los dos estudiantes corrieron hacia la ventana y vieron una nube de polvo levantarse en el aire. Desde lo lejos, en las laderas de las montañas, podían ver una gran figura que se desplazaba, una bestia gigantesca cuya forma parecía derribar todo a su paso.
"¡Eso es un coloso!", exclamó Aria, alarmada. "¡Esos monstruos son peligrosos, y esa criatura está viniendo directo hacia la academia!"
Aleron sintió una oleada de adrenalina. Este era el comienzo.
"Vamos, tenemos que avisar a los profesores y prepararnos", dijo rápidamente. "¡El Grifo y yo podemos luchar!"
Aria lo miró con una mezcla de asombro y escepticismo. "¿Crees que puedes enfrentarte a algo así con solo una bestia bebé?"
"No lo sé", dijo Aleron, con una chispa de determinación. "Pero no tengo otra opción."
Los dos salieron disparados hacia el pasillo, cruzándose con otros estudiantes que ya se preparaban para la emergencia. Aleron podía sentir la emoción en el aire, una combinación de miedo y emoción que solo podía significar una cosa: la prueba había comenzado.
Mientras corrían hacia el campo de batalla, Aleron no podía evitar preguntarse qué lo esperaba. Sabía que su camino estaba lleno de incertidumbre, pero también sentía que el destino había comenzado a llamarlo, y no podía fallar.
Unos pasos más allá, Aria se detuvo, mirándolo de reojo. "Por cierto, Aleron... no te creas que todo será tan sencillo. No todas las chicas se enamoran de un chico que tiene una bestia poderosa, pero creo que podrías sorprender a más de una."