Dominio

Capítulo 4 - La lección de poder

Capítulo 4 – La lección de poder

"El poder no se toma. Se conquista." – Napoleon Bonaparte

El día siguiente llegó sin que Aria tuviera tiempo para asimilar lo que había sucedido. El sol apenas había comenzado a iluminar el horizonte cuando despertó en su apartamento, pero en su mente aún no se apagaban las imágenes de la mansión De Santis. Cada palabra, cada gesto de Lucca parecía resonar en su cuerpo, en su alma. No podía escapar de ese pensamiento persistente. No podía escapar de él.

El tiempo había dejado de ser una medida fiable; se deslizaba entre sus dedos como la arena de un reloj que ya no contaba las horas. Había algo en la forma en que Lucca la había mirado, como si él pudiera ver a través de ella, algo que la perturbaba. Tal vez la amenaza que había sentido el día anterior no era simplemente por lo que él representaba como líder de los De Santis. Era la manera en que él controlaba todo a su alrededor, la forma en que parecía jugar con los hilos de su vida sin que ella pudiera hacer nada más que seguirle la corriente.

Pero Aria no era alguien que simplemente aceptara las reglas de otros. No podía. Había tenido que luchar demasiado en la vida como para rendirse ahora. Sin embargo, mientras el reloj marcaba las horas, la pregunta seguía siendo la misma: ¿Cómo iba a enfrentar a Lucca De Santis? ¿Cómo podía ganar en un juego en el que él parecía ser siempre el maestro?

Decidió que la única forma de sobrevivir en este mundo de élite era entender cómo funcionaba. Necesitaba aprender a moverse en las sombras, como lo hacía él. Necesitaba ser astuta, rápida y, sobre todo, dispuesta a jugar con las mismas reglas que él. Pero antes de todo eso, debía obtener poder. El verdadero poder.

A las diez en punto, como había acordado la noche anterior, Aria llegó nuevamente a la mansión. Esta vez, el portón se abrió más rápido de lo que recordaba, como si esperaran su llegada. Cada paso que daba hacia la puerta principal era más pesado que el anterior. No podía evitar preguntarse qué la esperaba dentro, qué le exigirían esta vez. Si pensaba que la sesión anterior había sido desconcertante, ahora la incertidumbre la torturaba aún más.

Al entrar, se encontró con un ambiente diferente. No había empleados en el pasillo, ni el eco distante de los pasos apresurados de los sirvientes. Todo estaba en silencio, como si la mansión misma hubiera cambiado de tono. La puerta de la oficina de Lucca estaba abierta, y ella entró sin pensarlo demasiado. No tenía otra opción.

Lucca estaba allí, de pie junto a su escritorio, con los brazos cruzados. Su postura era tan dominante como siempre, pero su mirada ahora tenía una intensidad más aguda, como si estuviera esperando algo. Como si estuviera esperando que Aria comprendiera que todo esto no era solo una prueba de resistencia, sino un juego de dominación.

—Te estaba esperando —dijo él, sin apenas girarse hacia ella. Su voz sonaba segura, profunda, como siempre, y Aria sintió una mezcla de desafío y temor en su interior. Este hombre tenía el poder de trastocar su vida con una sola palabra. Sabía que no podía dejar que eso la definiera, pero aún no sabía cómo lidiar con ello.

—¿Qué quieres de mí hoy? —preguntó Aria, más desafiante de lo que en realidad se sentía. No podía mostrar debilidad. No aún.

Lucca se giró lentamente, su mirada evaluando cada centímetro de su cuerpo, de su expresión. Esa mirada siempre la hacía sentirse como una marioneta bajo su control, pero esta vez decidió enfrentarlo. Sabía que si no comenzaba a tomar el control ahora, sería él quien la arrastrara más profundo en su red.

—Hoy, te voy a enseñar lo que significa ser parte de este mundo —dijo Lucca, acercándose a ella con pasos firmes. Su voz estaba impregnada de esa misma calma amenazante que le era tan característica—. Hoy, te mostraré cómo jugar a este nivel. Ya no eres solo una espectadora. Eres una jugadora. Y en este juego, hay reglas que no puedes evitar.

Aria lo miró fijamente, sin apartar la vista. Sabía que Lucca no hablaba solo de dinero o poder. Hablaba de control, de manipulación, de ser capaz de mover las piezas en cualquier dirección sin que nadie lo notara. De ser capaz de retorcer las vidas de los demás como si fueran simples hilos.

—Lo que no entiendo es por qué yo. —Aria dio un paso hacia él, desafiante—. ¿Por qué crees que tengo lo que se necesita para jugar este juego? ¿Por qué me eliges a mí y no a alguien más?

Lucca sonrió, pero no fue una sonrisa cálida. Fue más bien una sonrisa de quien sabe algo que el otro no. Como si estuviera de alguna manera adelantado a sus pensamientos, con la capacidad de anticipar sus palabras, sus reacciones. Esa misma sonrisa con la que siempre la hacía sentirse vulnerable.

—Porque tienes algo que no muchos tienen —respondió él, acercándose aún más—. No me eligen, Aria. Yo elijo. Y tú eres una pieza importante. Tienes una capacidad de sobrevivir que no he visto en muchas personas. Eso es algo que respeto. Y eso es algo que puedes usar a tu favor. Si sabes cómo jugar las cartas correctas.

Lucca se detuvo frente a ella, tan cerca que Aria casi podía sentir el calor de su cuerpo. Su respiración se aceleró ligeramente, pero no permitió que se notara. No podía mostrarse débil ante él. No ante alguien que podía desmoronarla con una sola mirada.

—Hoy, vas a aprender lo primero que necesitas saber: el poder no es algo que se te da, es algo que se toma. Se conquista. Si quieres ganar aquí, necesitas aprender a tomar lo que es tuyo, sin pedir permiso. No hay misericordia en este mundo. Y si piensas que puedes caminar entre sombras, sin que nadie te vea, te equivocas. Aquí, cada movimiento cuenta. Y el más pequeño error puede ser fatal.

Aria tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que no había forma de salir de este lugar sin sucumbir a sus reglas, sin caer en su juego. Pero eso no significaba que iba a rendirse. Había algo dentro de ella que se negaba a ser derrotada. Algo que la mantenía firme, a pesar de la creciente sensación de estar siendo arrastrada hacia la oscuridad.




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