Domus"La maldición de la bruja"(2do libro de una saga)

Cap 10

Hernán no podía apartar de su mente la impactante que era el legítimo heredero al trono. La idea lo consumía, tanto que decidió guardar la joya en una caja de madera con un candado, consciente de que debía meditar cuidadosamente sobre cómo actuar en aquella inesperada situación.
Hernán, preocupado por las implicaciones de su descubrimiento, decidió enfrentar a la realeza. Con paso firme, ingresó a la majestuosa sala del trono, donde el rey y sus consejeros discutían asuntos de estado —Majestad, debo partir lejos del reino. Mi lealtad ha llegado a su fin— anunció con determinación, consciente del caos que sus palabras desencadenarían.

La reacción del príncipe sorprendió a Hernán —No, te ruego que no nos abandones— suplicó, con la angustia reflejada en sus ojos. Hernán, al ver el lamento en la mirada de su hermano, decidió quedarse a su lado una vez más. En ese momento, Samuel se acercó con una caja sin cerradura llena de cartas y documentos. Con un susurro apenas audible, le dijo: —Estas cartas son escritos de nuestro padre. Ábrelas después de la coronación y luego quémala, hermano.. —

Hernán sintió un alivio al escuchar a Samuel llamarlo hermano. La preocupación seguía presente, pero su decisión de quedarse a lado de su hermano estaba tomada.
Luego de un rato Asia había venido con la misma petición sin saber aun el cambio de planes de Hernán ya que ellos habían hablado sobre irse a vivir a algún lugar tranquilo y apartado, pero el príncipe se negó igualmente a la petición de Asia, con sorpresa y algo de despiste en sus ojos,  ella respondió: —Pensé que ya no confiabas en mí—
— Solo quédese a mi lado, por favor, tu y Hernán, no se vallan a ninguna parte, no me dejen solo — pidió el príncipe con los ojos empañados—no estoy listo para esto, estoy muy asustado, ahora todo y todos dependen de mí, no creo que pueda hacerlo
Asia, con su característica convicción, le aseguró: —No te preocupes, sé que puedes. Eres más fuerte de lo que crees—
En ese momento, Emilie, la esposa de Samuel, intervino para ofrecer su apoyo. Con una voz dulce, le dijo al príncipe: —Yo ayudaré a que te sientas más tranquilo— mientras le llevaba una taza de té. Miró a Asia con empatía y añadió: —Deberías quedarte un tiempo más. Él te necesita— Imploró mientras Asia observaba con curiosidad a la bella joven de cabello y ojos color  azabache—usted debe ser Asia —añadió mirando a la chica con un poco de empatía —Soy Emilie, la esposa de Samuel
— Si, señorita, un placer —añadió Asia
—Podría quedarse un tiempo más, en la necesita —repitió Emilie mirando hacia Samuel con tristeza.
El castillo estaba cargado de emoción a medida que los preparativos para la coronación comenzaban a tomar forma. Mientras tanto, en lo más profundo de sus pensamientos, Samuel seguía luchando con su destino, sin encontrar consuelo en las responsabilidades que le esperaban. Por otro lado, Asia continuaba visitando con frecuencia a su amiga Emilie, quien le pedía consejos amorosos e insinuaba, en vano, su interés por Samuel. Por otro lado, Hernán, ausente por unos días, se había comprometido a regresar a tiempo para la coronación.
Alfonse había sido capturado, el insistía en que era inocente y que los verdaderos culpables eran el caballero Kostas y Asia, su lengua fue amputada por ordenes de Samuel quien ya albergaba cierta hostilidad hacia el consejero de su padre, la orden de dejarlo morir en la celda fue más que suficiente para calmar aquellos sentimientos que reservaba el joven Samuel.
En una de las visitas de Asia a Emilie, surgió un tema incómodo.
—Asia, ¿alguna vez hubo algo entre tú y Samuel?— preguntó Emilie con una mirada de complicidad.
Tomando un sorbo de té para ganar tiempo, Asia respondió con rapidez: —No, por supuesto que no. ¿Por qué preguntas?—
La expresión de Emilie estaba cargada de emoción —Estoy embarazada— anunció con una mezcla de temor y emoción.
Los ojos de Asia se iluminaron al escuchar la noticia — ¡En serio, estoy tan feliz por ti!— respondió, tomando las manos de Emilie entre las suyas.
Emilie entristecida confesó: —Tenemos una pequeña niña de 1 año, pero nunca podemos verla, ella está oculta en algún lugar seguro. Creo que soy una madre terrible, no he podido cuidar bien de mi hija—
Asia intentó calmarla: —No digas tonterías, estás cuidando de ella, además pronto podrán estar juntos, ya verás—
En ese momento, Samuel entró a la sala y dijo: —La verdad es que sí, he estado muy ocupado y acabo de enterarme de la noticia por error.
Asia decidió intervenir: —Samuel, ya basta. Estás siendo muy cruel, incluso contigo mismo. Se que la amas, lo veo en tus ojos, reconozco muy bien esa mirada. Deja de ser tan terco y acepta tus sentimientos de una vez—
Samuel luchó por encontrar las palabras adecuadas, pero ninguna emergía de sus labios. Abatido, optó por el silencio y una expresión severa mientras se retiraba de la situación. Su mente estaba llena de confusión y miedo, incapaz de mostrar sus verdaderos sentimientos por temor a las consecuencias.
El día anterior de la coronación, Hernán regresó al castillo como estaba previsto. Asia esperaba ansiosa la llegada de su amado mientras observaba con orgullo los frutos de lo que había cultivado en Samuel. La pareja, ahora casados por primera vez, irradiaba algo de amor aunque Samuel seguía resistiéndose un poco a la idea. Mientras tanto, Clara la nueva ama de llaves se esforzaba por mantener la compostura mientras llevaba a cabo los últimos preparativos para la ceremonia. 
—He recibido tu nota —dijo Hernán con una sonrisa picaresca
— ¿Que nota?, ¿no se de que hablas —respondió Asia
—Elenei no pudo contener su burla cuando me la entregó, tengo que añadir que soy el más valiente de los dos, te la di personalmente
—Solo cállate y léela— ordenó Asia agarrándolo por la camisa insinuando un beso que  al final no le dio.

La curiosidad de Hernán lo invadió tanto que no pudo resistir leer la nota y una y otra vez intentando adivinar cuales eran los planes de Asia
Querido caballero, 
Atrapaste el corazón de la ladrona que te lo robó, no se como interpretarlo, como un robo o un acto de justicia, te veré en la torre abandonada, esperaré por tí pase lo que pase
Siempre tuya Asia.




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