Doncella, amor apocalíptico

1. Nadie sale de aquí.

No sabría describir exactamente el sentimiento que inundaba mi razón en ese momento, pero era tan grande para volver loco a cualquiera, tan profundo que no sólo me agotaba mentalmente, mi cuerpo dolía, me asfixiaba lentamente.

<< Necesito aire, necesito espacio. No, lo que necesito es salir de aquí.>>

Respiré profundamente tres veces, eso solía ayudarme en situaciones como éstas, claramente a la Katherine del pasado, ¿qué pensaría ella de verme en este estado tan...miserable? Sudaba, los cabellos se me pegaban a la frente y a la nuca, me sentí incómoda con tanta ropa encima de momento.

<<Concéntrate...>>

Esto no podía estar pasando, no a mí y no ahora, mis piernas flaqueaban y a pesar de mostrarme seria y segura, el vértigo me consumía poco a poco, el cosquilleo de mis manos contra el metal en ellas sólo hacía que el miedo incrementara un poco más. 

<<Concéntrate de una buena vez>>

Debo salir ahora, un solo paso en falso hará que todo se vaya al diablo. Estoy cansada, pero es algo que no puedo permitirme sentir ahora, no cuando todo está sobre mis hombros, suspiré y levantándome con el arma entre mis manos me obligué a salir; apenas doy un paso afuera y escucho una voz, contuve el aliento agudizando mi oído.

-Katherine...-- un lamento sonó de nuevo, esta vez estaba segura, era él—estoy herido, no pude contenerlos, ayúdame.

Mis manos temblaban, mis piernas igual, mi boca se secó sin embargo no pude moverme.

<<No, no, no, no es él, te están engañando.>>

- ¿Ed....? —Ni siquiera fui capaz de completar su nombre, un cuerpo cayó inconsciente al lado de donde estaba, lleno de sangre, me llevé ambas manos a la boca dejando caer el arma al lado, tratando de ahogar un grito que amenazaba por salir, el corazón en la boca, mis ojos desorbitados y ahora sí, sentía lo que era que me faltase el aire.

Su brazo...

Lo supe, reconocería esa marca donde fuera, mis ojos se llenaron de lágrimas.

Es él.

 

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- ¿De verdad debes irte? —La voz de Katherine sonó ronca, no había pronunciado palabra desde que Rose empezó a organizar su maleta—digo, Luka es un completo caso y... y sólo come si estás presente, ¿por qué no lo piensas de nuevo?

Rose por fin se dignó a mirarla, sus ojos estaban rojos porque había estado llorando la mayor parte de la mañana encerrada en su habitación para que sus "hijos" no se dieran cuenta de la miseria por la que pasaba esos días, todos menos Katherine, sabía lo que ella hacía, sabía sus secretos y sus escapes a la mitad de la noche, lo sabía todo.

Le dedicó una media sonrisa, ni siquiera mostró sus dientes ya descoloridos por la edad, las arrugas se hicieron notar al momento de su sonrisa, en sus ojos, contando miles de historias, de llantos, de risas, de sabiduría, se relamió los labios y volvió a su seriedad habitual.

-Katherine, ten una vida ¡por Dios!, mira qué joven estás y te la pasas encerrada—dijo suavemente mientras rodaba los ojos—ya están grandes, tu hermano tiene un trabajo estable, su casa está pagada, no sé qué necesitan más de mí.

Katherine se mordió el labio, Rose sabía que no le gustaba hablar de ella, de sus sentimientos, no ruega, no admite, pero no podía negar que las lágrimas amenazaron con salir cuando quiso hablar.

-no...-- carraspeó tratando de controlar las lágrimas—no necesitamos nada, Luka y Damián están bien con esta decisión, pero... pero sabes como soy y no tengo a nadie más, representas más que un valor material para mí Rose, y te necesito a mi lado, en serio.

Rose, asintió y procedió a buscar algo entre sus cosas, Katherine pensó que la ignoraba y sólo dio un paso hacia atrás alcanzando la puerta, era normal en ella, por eso se llevaban bien, Rose y Katherine eran como dos gotas de agua.

-esto, era de mi hija—Katherine giró su cabeza al escuchar su voz, pero dejó la distancia que había entre ellas—es lo único que me queda después del incendio, lo único que logré rescatar de ella después de la pelea—miró a Katherine y un deje de nostalgia abundó en sus ojos grises—quiero que lo tengas tú, Katia, porque todos éstos años te consideré mi hija, no intento reemplazar a Jules, pero tú me enseñaste a cómo salir adelante, a saber que hay algo más allá por lo que vivir—se acercó lentamente con algo encerrado en su puño—eres grande, una mujercita, cuando te conocí sólo llorabas y no te dejabas consolar de nadie, una niña ingrata y malcriada—ambas se rieron con lágrimas en los ojos—mi niña, mi Katia, ten una buena vida y recuerda, que siempre hay algo más allá de todo.

Katherine no pudo resistirlo e hizo lo que siempre quiso hacer con Rose, la abrazó tan fuerte que sus brazos dolían y Rose le devolvió el abrazo de la misma forma, ambas llorando, rompiendo el trato silencioso que alguna vez hicieron. Dejó sobre su mano lo que antes sostenía, un anillo, Katherine supo que era en el momento en que lo vio, el anillo de compromiso de su hija, era una reliquia, Rose se casó con él, y se lo dejó a su hija para que ella decidiera a quien dárselo, era de plata, algo chueco, oxidado, y con una pequeña gema en su centro, era sencillo, viejo y... justo para Katherine.




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