Doncella, amor apocalíptico

2. Invasores

-Está bien, Kat—Murmuró Damián—hablaré con él, ve a dormir, debes estar cansada.

Aunque Katherine quiso replicar la verdad es que sí estaba cansada.

Luka decidió estar encerrado todo el día en su habitación, sólo salió para almorzar el caldo preparado por su hermana y volvió nuevamente a su encierro temporal; eso preocupaba a Katherine, pero debía de entender que le había quitado la poca esperanza a su hermano de ver el exterior con sus propios ojos, sin embargo, poco recordaba de sus primeros 8 años de vida cuando sus padres estaban presentes.

Katherine no podía hacer mucho durante el día, cuando era pequeña sus padres los llevaban a pasear a menudo, habían zonas recreativas para los niños cerca de donde vivían anteriormente, cuando Rose los encontró ella decidió quien era el más adecuado para sostener económicamente a la familia, así que escogió a Damián a pesar de las graves heridas que tenía nunca lo llevó a un médico, a ninguno de los tres de igual forma ella no podía recordar los meses que pasó recuperándose, pero fue la primera en despertarse y no supo nada de su familia hasta que Rose lo decidió.

Cuando los tres estaban completamente bien, Rose preparó a Damián para cumplir con el papel más importante, conseguir empleo, asegurarse de un pago bien merecido (dentro de lo que se podía al ser una familia de clase baja) y la tarea más difícil: pretender que sus hermanos no existieran, su tarea era subsistir por él solo ocultando la verdad al mundo que se encontraba fuera de su casa; cuando sus padres murieron tiempo después las clases altas y el líder de cada ciudad decidió que los niños menores a excepción del mayor de ellos tenían que ser entregados a las familias mejores posicionadas de la ciudad y servirles, esto como un pago en vez de los costosos impuestos a cambio de ellos. El accidente fue la excusa perfecta, para los líderes, el único sobreviviente de aquella tragedia fue Damián.

Katherine y Luka podían salir de la casa, pero bajo unas normas estipuladas por Rose, sólo usarían los caminos que ella les indicara, saldrían cuando ella les dijera, por la puerta trasera oculta detrás de un callejón vacío lleno de escombros, Katherine sería la madre de Luka y sus nombres serían cambiados cada vez que salieran; sin embargo Katherine nunca estuvo de acuerdo, a la pronta edad de 14 años maduró tanto como se le era posible y le ordenó a Luka jamás salir de su hogar.

Ella salía a menudo y trataba de conseguir un poco más de alimentos o intentaba plantar pequeñas semillas, la tierra ya no era fértil.

Al tocar su cama, ni siquiera pensó en cambiarse el abrigo, sólo se recostó en el delgado colchón que se le había asignado, con las mantas lo más cubierta que podía y cayó en un profundo sueño.

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Damián tocó varias veces la puerta del dormitorio de su hermano menor, pero al no obtener respuesta decidió abrirla por si solo encontrando al niño sentado con sus rodillas pegadas al pecho y un camino de lágrimas por sus pequeñas mejillas, de adentró mientras cerraba la puerta y se sentó en la cama manteniendo la distancia entre ellos.

-Eres como un tesoro para ella.

No hubo respuesta, pero el niño abrió sus ojos evitando contacto con los de él.

-Recuerdo que, cuando naciste, ambos te envidiábamos mucho—Damián hablaba en voz baja temiendo asustarlo, y sonrió nostálgico—era la adoración de nuestra madre, cuando ella te miraba un brillo extraño se formaba en sus ojos y te pegaba más a su pecho temiendo que algo te pasara… nunca lo entendí.

Luka se levantó y se sentó en la cama al lado de Damián y con un hilo de voz susurró.

-Katherine no me quiere.

-Al contrario, enano, te ama tanto que no podría soportar que te pasara algo, te sobreprotege porque teme que el mundo te consuma.

-Si me amara me dejaría salir, divertirme—Damián no podía negar aquello, a veces la sobreprotección de Katherine le parecía exagerada y hería al niño.

- ¿Escuchaste lo que hablábamos tu hermana y yo? – el niño asintió tímidamente—es cierto, hay personas afuera que son… malas, que desean separarlos de mí, a eso le teme tu hermana, son formas diferentes de amar, maduró antes de tiempo para protegerte y eso hizo que ella perdiera la poca alegría que antes solía desbordarse de ella.

El niño sólo bajó la cabeza ante las palabras de su hermano y Damián lo atrajo hacia su pecho abrazándolo.

-Luka, tu hermana y yo te adoramos, eres la razón de nuestro vivir, protegerte—Luka lo abrazó de vuelta—el amor de Katherine está disfrazado, es como aquellos caramelos que te gustan, los agridulces.

- ¿cómo los caramelos?

-sí, cuando los pruebas la cubierta es ácida, ¿no? Un tanto agria, como las reglas y los regaños que ella te da—Damián hace una expresión de desagrado e hizo que Luka riera—pero en el fondo está el dulce de leche que te gusta, es blando, puro, y delicioso—esta vez era el turno de ambos reír por lo bajo—Ese dulce es el objetivo que tiene tu hermana al cuidarte, ¿ves?

-sí.

Se enfundaron en un abrazo que calentó ambos corazones, ninguno de los dos deseaba apartarse, el anhelo de Luka de salir no cambió, pero entendió a su hermana y eso era suficiente. Después de unos momentos Damián sintió el cuerpo de Luka relajarse hasta el punto de quedarse dormido sobre el torso de él, lentamente lo acostó y arropó bien antes de decidirse salir de la habitación, cerrada una vez la puerta, se revolvió los cabellos en signo de cansancio.




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