Doncella, amor apocalíptico

4. La fuerza de mi voluntad.

 

El maestro se queda un poco más atrás de los guardianes quienes miran atenta la imagen de la famosa Katherine Bonheur y lo que parece su familia en un auto.

-Esos son… ¿Vagantes? – Exclama Melannya frunciendo su ceño.

-Los vagantes están buscando a La diosa—Explica el maestro—Killian, baja ahora

-Maestro, Katherine está llorando sangre—exclama Zenda.

-Baja, ¡ahora! – exclama impaciente Edén golpeando el piso con su cetro.

Killian mira al maestro quien con un movimiento de la espada abre una brecha entre ambos mundos, el encargado de salvar a la joven se lanza hasta aquella brecha, y desaparece de la vista de los herederos, Axhel se queda a un lado mirando los rostros de los herederos restantes y sonríe acercándose al maestro.

-Usted también lo notó, ¿no es así? — juguetea Axhel como de costumbre y el maestro asintió.

-Tú serás el que lo prohíba, Axhel, Katherine Bonheur va a ser un problema.

Axhel sonrió divertido mientras se imaginaba todo el escenario, se carcajeó fuertemente, Melannya y Zenda lo miraron confusas y él les guiñó un ojo.

-Esto será muy divertido.

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Killian llegó hasta una muralla musgosa y en mal estado, bufó al verse en ropas tan ridículas como las que llevaba puestas, cubrió toda su cabeza con la capucha del saco, hasta que su rostro no quedara en evidencia, miró la maza de oro que aun llevaba consigo y que varios humanos miraban con curiosidad, rodó los ojos y la hizo tan diminuta que cabía en uno de los bolsillos de su pantalón.

Miró hacia todos los lados y camino un poco hacia su derecha hasta encontrarse en ese lugar por lo que había bajado. Katherine.

El joven que la acompañaba estaba recostado a la pared con muecas de dolor mientras abrazaba a un niño que escondía su rostro en el pecho del joven, pero cuando Killian miró más adelante llegó a una figura, pequeña, el abrigo que traía puesto le llegaba a las rodillas y estaba en un estado deplorable, notó que estaba descalza, y había moretones en sus tobillos, sus manos se veían diminutas en ese abrigo y en puños, tan apretadas que los nudillos estaban blancos, logró observar entonces el rostro de Katherine, su cabello largo estaba alborotado por los lados del rostro lleno de copos de nieve que resaltaban en su melena oscura, no podía ver nada más que eso y sin pensar en nada en concreto, gritó:

- ¡Oigan! — los tres rostros giraron al instante, pero Killian contuvo el aliento con sólo un par de ojos, un rostro pequeño y delicado lo apuntaba, sucio y con las mejillas llenas de sangre seca, unos labios rojos y secos por el frío, saliendo de ellos un aliento que formaba el humo alrededor de su rostro, sus ojos parecían acusarlo y un aura lo envolvió totalmente, olvidó para qué había venido.

Lo que hablaron a continuación lo había olvidado por completo, hasta que Katherine, se le acercaba nerviosa con una barra de hierro entre sus pequeñas manos, sus ojos lo envolvieron y se irguió cuando llego hasta el dejando cierta distancia por precaución, Katherine llegaba apenas a sus hombros, pero Killian sentía que estaba a los pies de ella.

- No te atreverías a golpearme con eso, ¿no? — dijo, divertido, y ella aferró más el agarre a la barra.

- ¿Por qué debería confiar en usted? — Su voz aún le producía cierta nostalgia, como si esa dulce pero firme voz la hubiera escuchado antes.

Killian rebuscó en su bolsillo y sacó la maza de oro ahora convertida en una pequeña estatuilla que cabía en su mano, la elevó hasta Katherine quien miraba la maza de oro desconfiada, “¿Qué estoy haciendo?” se preguntó él, le iba a entregar su arma sagrada sin chistar a una desconocida.

-Me la regaló mi padre el día de su muerte, es de oro—Katherine abrió sus ojos y lo miró—Podrías comprar todo lo que quisieras y te quedaría, tómalo, ahora yo estoy a tu merced.

Killian no supo cuánta verdad traería esas palabras.

Katherine observó por un momento la maza de oro en la mano del hombre, y escucho un estruendo, al mirar hacia la ciudad los invasores avanzaban con más velocidad que antes destruyendo casas, personas, todo lo que estuviera a su paso.

Tomo una respiración profunda y tomó la maza de oro de la mano del hombre, ambos dieron un respingo al notar el escalofrío que recorrió sus espaldas al tocarse las manos, Killian tuvo un vago recuerdo, demasiado borroso para traerle una pista clara, pero sintió a Katherine familiar.

- ¡Katherine! —Ella volteó hacia su hermano quien la miraba expectante, Katherine parpadeó un par de veces, guardó la maza en el bolsillo de su abrigo, aferró más fuerte que antes la barra y exhaló

-Sólo un paso en falso…

-Y lo lamentaré, sí, estoy acostumbrado a esas amenazas—Terminó Killian—¡Vamos!

Katherine volvió con sus hermanos para ayudar a Damián a avanzar con ellos, el hombre caminaba increíblemente rápido y tras de él iba Luka trotando.

El sudor se pegó a la frente de Katherine, sus piernas temblaban por el esfuerzo que hacía.




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