Pasaron varios días desde que Dimitri me secuestró. Mi madre anda más atenta que nunca; le exigió a mi padre hacer justicia, y él lo hizo… solo porque el apellido fue humillado.
Quería venganza, no de otros, sino mía. Pero no podía actuar. Dimitri está loco, y no quiero volver a verlo si no es muerto.
Vladimir no ha vuelto a aparecer, y es mejor así. No quiero problemas. Casi muero por esas personas, pero voy a tener mi venganza… tarde o temprano.
Paso mis días leyendo. No pienso tan seguido en que me tengo que ir pronto al reino de Vladraeth para ser una buena futura esposa.
Odio tener que vivir con Vladimir, pero no tengo más opción.
Además, mi mente se mantiene ocupada pensando en Thair. Es un buen tipo, tal vez un próximo amigo. Y también pienso en las desgracias que quiero para Dimitri. Quiero ver cómo suplica y se retuerce; si no lo puedo ver en la realidad, tendré que imaginarlo.
Mi madre me llama para hablar. Ya me imagino qué me dirá, pero decido ignorarlo. No quiero más complicaciones. Solo voy a asentir y regresaré al cuarto.
Para mi sorpresa, no es para hablarme de Vladimir, sino porque tengo una visita… del mismo.
—¿A qué le debo el honor de su visita?
Mi madre me aprieta el hombro, pero no se da cuenta de mi molestia. Parece que lo hace adrede. Sé que no. Después de todo lo que he pasado, sería extraño que lo hiciera.
—Solo quiero informarles que nuestra familia no tiene que ver con lo que planeó Dimitri, y apenas lo capturen, pagará por lo que hizo.
Él parece incómodo al pronunciar esas palabras. No entiendo qué le pasa. Desde el baile ha estado raro.
—¿No sería mejor una carta para decirme esto…?
Vladimir duda en responder.
—Sigo órdenes. No es un placer hacer esto. Hasta luego, princesa.
Ahora sí me preocupé. ¿Dónde está el Vladimir arrogante? ¿Será que pasó algo con Drizella? No lo creo… si no, me estaría tratando peor. No lo entiendo.
Pasan días y días, todos iguales. Pero esta vez llegan más cartas del reino de Vladraeth. Claro que no a mí, sino a mi padre, lo cual me molesta. No sé el contenido. Estoy impaciente. No hay noticias de Dimitri. Es como si se lo hubiera tragado la tierra.
Decido dar un paseo para despejar mi mente. Solo que mis padres no me dejarán ir sola. Tres guardias me acompañan. Entro a una tienda, pero al cruzar la puerta, alguien choca mi hombro. No se disculpa, solo corre, dejando en el bolsillo de mi abrigo un papel.
Decido leerlo. No hay casualidades. Quieren que lo haga.
> "Si de verdad quieres presenciar su caída, aplastado por las consecuencias que sembró, ve sola al almacén Olivo, justo al lado derecho de la muralla, cerca del puesto de joyerías."
¡Dimitri!
¿Pero quién me daría este papel para verlo pagar...?
¿Quién lo haría pagar? Primero tengo que ver si es verdad. Puede ser una trampa. No voy a caer… pero mi curiosidad es fuerte.
Voy a ir. Con armas. No voy a ir desprotegida.
La carta dice que vaya sola… no dice cuándo.
Iré en la noche. Así no me estarán vigilando
y podré llegar al lugar sin problemas.
Regresamos al castillo. Actúo normal todo el día. Me quedo leyendo y, cuando todos se duermen, me alisto para salir.
Justo cuando voy a irme, escucho una voz a mis espaldas.
—¿Hermana, a dónde vas?
Esto me tiene que pasar solo a mí.
—¿Qué haces despierta a estas horas?
—Quería ver si estabas bien. No nos hemos visto mucho. Me asusté cuando no te vi en tu habitación.
—Necesito que vuelvas a dormirte. Solo quería comprobar algo, escuché un ruido, eso es todo.
Volvamos arriba. Me quedo hasta que duermas y me voy a mi cuarto. ¿Te parece bien?
Catalina asiente y empieza a subir las gradas. Voy detrás de ella. Tengo que esperar unos minutos, hasta que por fin se duerme.
Decido bajar por una ventana. Es mejor. Así ya no habrá problemas.
Abro la ventana y me lanzo.
Casi pierdo el equilibrio, pero logro volver a estar firme. Camino y camino hasta llegar al almacén.
Tengo nervios. No sé qué me encontraré aquí.
Solo deseo que no sea una emboscada ni algo de mal gusto de parte de Vladimir.
Abro las puertas y paso. Solo se escucha el ruido de mi respiración y el crujido de las ramas contra unas ventanas. No hay nadie aquí. Está desierto.
Sigo buscando hasta que escucho un golpe más al fondo.
Camino con sigilo. Empuño mi espada —se la robé a un guardia, no habrá problemas mientras la devuelva, si es que no me pasa nada en este lugar—.
Llego hasta el lugar de donde provenía el sonido.
Veo a alguien en el suelo, junto a un charco de sangre.
Me preocupo por un segundo… hasta que noto quién es.
DIMITRI.
Me acerco a paso apresurado. Qué horror. Qué magnífico horror. Lo torturaron. Hicieron mis deseos realidad.
Lo mataron. Hicieron que sufriera. Que pagará por lo que me hizo.
No puedo dejar de verlo.Tiene un montón de cortes.
Cara desfigurada —no tanto como para no identificarlo—.
Le faltan algunas uñas, y un brazo está quebrado, doblado hasta la parte de la espalda.
Es un tipo de obra.
Veo una carta entre la sangre. La recojo y la abro.
> "Sangro por las espinas, pero no importa con tal de que sus pétalos brillen.
Si alguien los toca, la sangre será de ellos, ensuciando mis manos a su paso."
¿Qué rayos…?
¿Quién haría esto?
Vladimir.
Es el único desalmado.
Además, ya hemos hablado de las espinas.
Si no es él, no sé quién más.
Suspiro, guardo la carta en mi bolsillo y salgo corriendo de ese el lugar.
Me voy a volver loca.
Aunque ahora tengo un alivio: Dimitri ya está muerto.
Ya no puede hacerme nada.
Alguien lo mató.
Alguien hizo mis anhelos realidad.
Y si no fue Vladimir, no sé quién más es capaz de una cosa así.