Vladimir — Un mes antes
NADA. No hay nada sobre ella, es como si la tierra se la hubiera tragado. Mis guardias son unos inservibles.
Tengo que decirles. Ya ha pasado demasiado tiempo desde que Helena desapareció, y no necesito que haya una guerra, por lo tanto no puedo prolongar más esto.
Doy la orden para que alisten un carruaje... Helena, ojalá estés muerta, ya no serías mi problema, pero eso causaría una guerra y deshonra, por lo que no puedo permitirlo.
Suspiro y emprendo mi viaje al reino de Velenor. Al llegar, los reyes me reciben en persona con una expresión de cordialidad que desaparece al notar que Helena no me acompaña.
—¿Dónde está Helena? Pensé que no volverías sin ella.
—¿Está bien? ¿Le pasó algo malo? Dime que no.
El rey se muestra frío, pero la reina... la reina ya lo presiente. Les hago una reverencia y procedo a confesar:
—Helena estaba teniendo todos los cuidados adecuados en Vladraeth, pero —suspiro, y vuelvo a ser yo—, pero se la llevaron a una iglesia sin mis órdenes, donde le hicieron cosas. Cuando me enteré, de inmediato la busqué, solo que ya no estaba. Alguien la salvó o la secuestró.
El rey se puso rojo, su mandíbula se apretó, pero no flaqueé.
—¿Hace cuánto?
—Un mes, tal vez más. Mis hombres la están buscando pero no han encontrado nada.
—Y hasta ahora lo dices... Tendré que hablar con tu padre sobre esto. Encuéntrala sin un rasguño. Quiero noticias dentro de una semana.
—Su majestad, con el debido respeto, no sigo órdenes suyas. Y no quiero amenazas. Le recuerdo que es mi prometida. Además, vine aquí para tener control de sus guardias y buscarla más rápido, aparte de que se haga una investigación sobre Thair, el tipo que la salvó anteriormente. Es extraño que esté implicado en esto.
Ahora la reina me mira con enojo. Algo raro en ella.
—¿Cómo sabes que fue él? ¿Para qué la investigación a alguien que hizo lo que tú no pudiste hacer?
—Es una corazonada. ¿Quién más sino él? Reina Serena, su hija no era mi responsabilidad. No es mi culpa no haberla rescatado. Más bien, estaba a sus cuidados y le pasó eso.
—Insolente…
—Pero ahora lo es. Por lo tanto, voy a hacer lo posible para traerla de vuelta. No deben preocuparse.
—Mis guardias están a su disposición. Encuéntrela pronto, sino ya sabe lo que pasará.
Me alejo del reino con los guardias a mis espaldas. Doy las órdenes de buscar en las montañas. Seguro se encuentran ahí, ya que mis hombres casi han cubierto todo el perímetro… menos las montañas.
Necesito noticias, porque no pienso iniciar una guerra por una princesita.
–––
Helena
Me despierto de golpe. Veo a mi alrededor y me alivio al ver que estoy en la cabaña. Malditas pesadillas… por lo menos voy mejorando.
Son las 9:30. Me dirijo al baño para asearme.
Desde que me siento mejor, paso el día haciendo postres y regando flores. Es una buena vida.
Pero al salir me quedó en shock.
No… no puede ser. Son los guardias de los Volkov.
Busco a Thair desesperadamente, pero no lo encuentro. Ni a sus amigos. Ni a sus hombres.
Esto no puede estar pasando. ¿Cómo? ¿Cómo me encontraron?
Trato de esconderme al escuchar cómo los guardias se adentran a la cabaña. Agarro un cuchillo y me escondo en un armario.
No quiero lastimar a nadie, pero no pienso volver con Vladimir. No después de lo que pasó.
Los pasos se escuchan cada vez más cerca. Veo por una rendija: no es un guardia de los Volkov, sino de mi familia. ¿Qué rayos...? ¿Cómo mi familia puede hacerme esto después de lo que me hizo Vladimir?
Trato de mantener mi respiración tranquila, pero es difícil. El guardia se voltea y dejo de respirar.
Entrecierra los ojos para ver a través de las rendijas. Mi corazón va a mil. Mis nervios no los puedo controlar.
Empujo las puertas del armario y salgo corriendo, llegando al exterior.
Thair y sus hombres están a merced de los guardias. Siento la mirada de él en mí. Esto no puede acabar así.
Trato de ir donde él, pero justo llegan los guardias y me sujetan.
—¡Suéltenme! ¡Es una orden! ¡Si no lo hacen los mandaré a matar!
Intento zafarme, pero no tengo la suficiente fuerza. Me doblegan.
Siento cómo mis mejillas se mojan por las lágrimas. Esto no puede acabar así. Quiero mi libertad. Quiero mi vida…
Las risas de los guardias de Volkov y las miradas de pena y frialdad de los de mi familia me dan a entender que todo está perdido. La esperanza se esfuma con la brisa del bosque.
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Thair
Los guardias inmovilizaron a Helena. Forcejeo para liberarme del que me tiene sometido, pero no lo consigo.
¿Quieren guerra? Pues la tendrán. No voy a permitir que ella siga con él. Tendré que hablar con los reyes para que sepan el error que están cometiendo.
Veo la mirada de Helena. No hay brillo en ellos… No, la tengo que motivar.
—Helena, todo va a estar bien, no te preocupes.
Siento un golpe en la cabeza que me aturde. Ugh, maldición. Ya ni se me permite hablar.
—Thair… perdóname…
Está conteniendo las lágrimas. Necesito calmarla. No tiene la culpa de nada, y lo necesita saber.
Me recupero del aturdimiento y le sonrío.
—No es tu culpa. Solo no hagas fuerzas. Pronto explicaremos la situación. Vas a volver a ser libre. Confía.
¡Crack! El mango de una espada me golpea en toda la cara, haciendo que mi mirada se nuble. Mis ojos se sienten pesados. Nos empiezan a levantar para que nos movamos. Trato de mantenerme de pie. Con gran esfuerzo lo consigo, pero siento que la cabeza me va a mil.
Helena me mira con preocupación. Trato de darle una buena cara, pero el dolor no me lo permite.
Estamos a punto de llegar al reino…
Suspiro. El dolor me está matando.
Los padres de Helena están junto a Vladimir. Este con una sonrisa de superioridad.
Helena se resiste a dar un paso más, pero le rozo el hombro, dándole una mirada de tranquilidad. No podemos resistirnos. No por el momento. Si queremos salir libres.