Dónde arde la nobleza.

Espadas, galletas y promesas.

ecido ir donde Thair a ver cómo le fue.

Lo encuentro comiendo una sopa. Contengo la risa, se ve tan pequeño bajo la vista de las empleadas.

Thair me voltea a ver seriamente.

—No te burles.

—No me estoy burlando. ¿Cómo está la sopa?

—Deliciosa... Sabes, deberías probarla.

—Lástima que estoy llena. Bueno, tienes que entrenar, a menos que quieras que mi padre te corte la cabeza.

Me río para que sepa que estoy bromeando, aunque conociendo a mi padre, sé que es capaz.

Thair se levantó de golpe. Me alarmé, hasta que me sonrió.

—Si es así, mejor ir de una vez. Princesa, ¿me guiarías al lugar de entrenamiento?

Qué formal, ja.

—Claro, guardaespaldas.

Nos dirigimos a un campo. Aquí entrenan los nuevos reclutas, solo que desde hace unos meses no ha habido.

Veo al jefe de soldados. Hace una reverencia y se nos acerca.

—Princesa, un gusto tenerla por aquí junto a...

—Thair, un gusto.

—El gusto es mío. Hace tiempo que no entreno a guardias. Será entretenido entrenarte, seguro que serás de los mejores.

—Te equivocas, Elías. Mi padre lo nombró guardaespaldas, por todo el tema de mis secuestros. Pero seguro que pronto tendrás nuevos reclutas con los cuales te mantendrás ocupado.

—Oh, bueno, no hay problema. Empezamos de una vez.

Me siento en una silla mientras Elías prepara a Thair. Esto será divertido.

Pasan horas entrenando cuerpo a cuerpo. Me resulta aburrido después de la segunda hora, por lo que me pongo a leer. Tal vez esto me mantenga cuerda.

Pasa otra hora más y Thair se deja caer en una silla.

—Qué cansancio... creo que necesitaré dormir todo un día.

—Vamos, apenas es tu primer día. Te faltan como 1 año más, como mínimo, para ser el mejor guardaespaldas.

Thair suspira.

—Voy a ir por algo de beber. ¿Quieres algo?

—Mmm... una limonada estaría bien. Y dos botellas de agua. Gracias.

Thair se va. Elías se me acerca después de cambiarse.

—Tiene mucho potencial. Lástima que no será un soldado.

—Sí...

—¿Quieres entrenar?

Mi ánimo se dispara a mil. Hace tiempo que no entreno, espero no haberme oxidado.

—¡Sí! Pero te lo digo de una vez, no quiero cuerpo a cuerpo. Quiero armas.

—Está bien, adelante. A ver si sigues siendo ágil.

Me cambio, y estoy decidiendo qué arma usar cuando Elías me lanza una espada.

—Gracias.

Blandiendo mi espada, ataco.

Se escucha el track de nuestras espadas chocando. Mantengo mi posición, hasta que Elías se mueve hacia atrás y después se me acerca con una fuerza que me sobresalta.

Me hago a la derecha para esquivarlo. Sigo dando golpes, bloqueando, esquivando, y así hasta que me canso, dejándome vulnerable, lo que causa que Elías se aproveche y me quite la espada. Me ataca, provocando que caiga. Justo cuando va a atacar de nuevo, recuerdo la daga que me dio Vladimir. La desenvaino y me lanzo a él, haciendo un movimiento como si le hubiera cortado la garganta, lo cual hubiera sido cierto, si no fuera un entrenamiento.

—Sabes, tienen suerte de que no tuvieras una espada contigo cuando te secuestraron. Si no, ellos ya estarían muertos.

—Te lo agradezco.

Escucho unos aplausos a mis espaldas. Es Thair. Se me olvidó que estaba aquí.

—Helena, no conocía este lado tuyo. Me sorprendes. Bueno, ¿quieres tu limonada? Porque los hielos se van a derretir.

Le sonrío, y voy donde él.

—Muy amable. ¿Quieres que luchemos?

—Oh, no gracias. Definitivamente me harías cenizas. Y eso que voy a ser tu guardaespaldas.

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Thair

La brisa es muy fresca, tanto que ya no me siento tan cansado, Helena se fue a asear, según escuché tiene un compromiso está noche, ya que casi todo el pueblo se entero de los accidentes y quienes no, escucharon rumores, que por cierto, son reales.

Vladimir está demente, eso lo he sabido desde que Helena lo menciono por primera vez, no puedo creer que el rey no rompiera el compromiso después de lo ocurrido, ella se merece algo mejor, no una basura como Volkov.

Noto que mis nudillos se pusieron blancos por la presión al cerrar mi puño, voy a encontrar una manera de que ese compromiso se rompa, la veo como una hermana como para dejarla casarse con ese tipo.

Escucho unos ruidos, vienen de la cocina, entro y veo a Helena.

—¿Estás bien? Pensé que te estabas alistando.

—Eso estaba haciendo, pero tengo los nervios de punta, me estaba recuperando en la cabaña, pero al no poder continuar y estar aquí, me estaba asfixiando. Y cocinar es lo único que me distrae lo suficiente o eso creí.

Señaló una bandeja de galletas en el suelo, le aprieto el hombro en forma de consuelo, junto las galletas y las boto.

—Todo va a estar bien, ahora soy tu guardaespaldas nada te va a pasar. ¿Qué te parece si te ayudo con las galletas y después te terminas de alistar?

Me sonríe cálidamente, y me abraza, lo que le toma por sorpresa, pero no rechazo el abrazo.

—Gracias, enserio agradezco todo lo que has hecho por mi hasta el momento.

—No tienes porque, es un placer.

Empezamos a alistar todo para hacer la masa, moldeo la masa hasta que da una textura suave, hago las formas y se las paso a Helena que las decora y las mete al horno, después de 30 minutos quedan perfectas.

En el aire queda impregnado el olor a vainilla y canela, es tan cálido, haciéndome pensar que todo va a estar bien, que vamos a ser libres, que Helena podrá ser feliz.

El reloj marca las 7 de la noche.

—Princesa, ya es la hora, ve a cambiarte, yo empacó las galletas y te las dejo en la habitación.

Asiente y se va. Como extraño a Vania, mi corazón se fragmenta cada que la recuerdo, pero Helena los pego con su presencia, le debo todo.

La noche no cayó. Se deslizó con sigilo, como un veneno incoloro llenando los pasillos del castillo.

La luz de las velas parpadea sobre las paredes como si dudara en quedarse, como si supiera que esta noche no es para los inocentes.




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