Donde duerme mi nombre (disponible 12 de Octubre)

Un pequeño adelanto...

"Quinientos años de oscuridad no pudieron apagar la promesa de volver a amarte."

La oscuridad del Ukhu Pacha no es ausencia de luz, sino un resplandor antiguo, tibio y profundo, que emana de la tierra misma.

Camino descalzo sobre un suelo que late, como si bajo la arcilla viva durmiera un corazón que recuerda todos los pasos que alguna vez lo tocaron. El silencio es tan denso que puedo escuchar mis propios pensamientos, y entre ellos, su nombre:

Ilari.

La única razón por la que no acepto el descanso que este mundo me ofrece.

Me arrodillo frente a la hendidura donde la roca se abre en forma de círculo perfecto. De ahí emana un aliento húmedo, como si fuera la respiración de la Pachamama.

"Madre", susurro con la voz quebrada por siglos de espera, "he cumplido mi ciclo en este lugar. Guardé las memorias y cuidé las almas que me confiaste, pero mi corazón no entiende de eras ni de fronteras. Ella camina ahora en el Kay Pacha, y no sabe que yo la busco. Dame permiso para volver, aunque mi sombra tenga que aprender otra vez a cargar el peso del sol."

Un temblor leve recorre el suelo. Las paredes de la caverna parecen acercarse, y de pronto, la siento. La voz que no se escucha con los oídos, sino con la piel. "Si regresas, hijo mío, no será por ti solo. Llevarás en tu paso la semilla de algo que debe sanar, o tu viaje no tendrá sentido."

La respiración se me corta.

Sé que esta es la oportunidad que tanto he esperado. Y sé que incluso si su rostro se ha olvidado de mí, yo podría reconocerla con solo un parpadeo.

Y ahora, la Pachamama me está abriendo la senda que finalmente me devolverá a mi amada, como tanto he anhelado.

"Que se haga como tú digas, Madre. Solo quiero una oportunidad para volver a su lado", respondo con ansias de que mis ruegos, finalmente sean escuchados.

El aire cambia. Ya no es tibio, sino frío y húmedo, como si viniera desde las raíces más hondas del mundo. Un haz de luz dorada se filtra por una grieta en la roca, pero no es la luz del sol que recuerdo: es más antigua, más pura, como un hilo que cose mundos.

La Pachamama habla otra vez, y sus palabras no son sonido, sino vibraciones que atraviesan mi pecho.

"Podrás volver al Kay Pacha, hijo mío, pero no como eras. Regresarás en un cuerpo nuevo, en un tiempo que desconoce tu nombre y tu hazaña. Tendrás una sola luna llena para encontrar a la que tu alma reconoce como suya, y no podrás pronunciar la historia que los une, pues las palabras romperían el hilo del destino. Si ella te mira y su corazón recuerda, la senda quedará abierta para siempre; si no, cuando la luna se oculte, tu espíritu volverá al Ukhu Pacha y no habrá otro regreso y deberás aceptar el olvido."

Siento que mis manos tiemblan, aunque ya no son de carne.

Una luna.

Un ciclo breve como un suspiro para buscar entre millones de rostros.

No sé dónde vive, ni cómo es ahora, ni si la vida le ha borrado el recuerdo de mis ojos. Pero en lo más profundo, sé que puedo hallarla. Que, aunque su rostro sea distinto y su voz otra, algo en mí sabrá reconocerla.

El haz de luz se ensancha, como una puerta que invita y amenaza al mismo tiempo.

Doy un paso hacia adelante. El suelo se siente sólido, pero cada centímetro que avanzo es un latido menos que me queda para cumplir la promesa.

Mientras cruzo, un último eco de la Pachamama me envuelve como un juramento: "No olvides, guerrero: en el Kay Pacha no se lucha con armas, sino con el alma desnuda."

Y entonces, la luz me envuelve y el mundo, que he visto los últimos quinientos sesenta años, mientras mi alma esperaba su oportunidad, queda atrás.




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