A la mañana siguiente en el trabajo, Katy llamó a la compañía de teléfono para dar de baja su número
—¿Por qué das de baja al número? —preguntó Marta
—Porque no voy a pagar dos compañías de teléfono —dijo sin dar más motivos.
Ana la miraba, pero no quería decirle nada; ya se imaginaba el porqué de que hiciera todo esto.
La mañana siguió todo normal; Katy ya estaba tranquila porque así ya pensaba que su ex no la iba a molestar. Cuando salieron del trabajo, fueron a mirar pisos cerca de su trabajo; todos eran muy bonitos, pero muy caros
—Va a hacer muy difícil buscar una casa a nuestro gusto —decía Marta muy desanimada.
—No te desanimes, estamos empezando; ya verás cómo encontramos algo. —Le animó Katy.
Quedaron con Sonia y decidieron ir a comer a un restaurante coreano y allí estuvieron mirando más casas
En el restaurante, un chico moreno se acercó a ellas y estuvieron hablando un rato con él. Al irse, le pidió el teléfono a Ana y ella se lo dio pensando que no la iba a llamar.
—¡Anda, otra que ha ligado! —exclamó Sonia.
—Ahora faltamos nosotras dos —le dijo Marta.
—A ver, no creo que este chico me llame; es simpático y guapo, pero ahí nada más —esta vez fue Ana la que habló.
—Pobre de él si sale contigo, con el genio que tienes —le dijo Katy.
—Mira quién fue a hablar —le contestó la aludida.
Las cuatro se echaron a reír ante la situación.
Cuando salieron del restaurante, las chicas tuvieron que ir corriendo al coche porque estaba nevando.
—El tiempo parecía que no iba a nevar —dijeron las tres al entrar al coche.
—El tiempo aquí es predecible —dijo Sonia mientras arrancaba el coche.
En ese momento Ana recibió un mensaje del chico que habían conocido para invitarla a tomar algo.
—Suelta por esa boquita, es el chico que hemos conocido antes —quiso saber Marta.
—Si quiere que quedemos a tomar algo —le contestó.
—No seas tonta y dile que sí. —Volvió a hablar Marta
Cuando bajaron del coche, las tres se pusieron a hacer videos y fotos de la nieve, para mandárselos a sus familias
—Mi hermana va a alucinar con la nieve —dijo Marta, entusiasmada.
Katy estaba disfrutando del momento y a la vez pensando en por qué de pronto Luis ha empezado a molestarla.
Se alejó un poco de sus amigas y marcó un número de teléfono.
—Hola, Rocio. —¿Tu hermano sigue con su querida amante? —dijo sin rodeo.
—Hola, que yo sepa siguen juntos —se escuchó desde la otra parte del teléfono.
—¿Ha pasado algo? —quiso saber.
—Pues sí, tu hermano no para de mandarme mensajes diciendo que me echa de menos. Avísale para que me deje en paz —le dijo, toda molesta.
Colgó el teléfono ya que Ana se estaba acercando a ella.
—¿Ocurre algo? —le pregunto.
—Últimamente estás muy rara —volvió a decir.
—No es nada, no te preocupes —le dijo y se fue para no seguir más la conversación.
Ana se quedó preocupada; sabía lo que le pasaba y su amiga lo estaba llevando ella sola.
—¿Qué le pasa a Katy? —quiso saber Sonia.
—Creo que Luis la está molestando —le dijo.
—¿Pero por qué no nos dice nada? —Volvió a hablar Sonia.
—Porque es muy cabezona y piensa que nos vamos a enfadar —le contestó Marta.
—Pues yo ya estoy enfadada, pero no le escribo a ese idiota por ella —dijo Ana cabreada, pensando en lo mal que lo tiene que estar pasando su amiga.
—Bueno, vámonos que está nevando mucho —empezó a decir Sonia y se fue a pasos ligeros.
El resto de la tarde estuvieron mirando más casas y llamando por teléfono para ir a verlas; en la calle aún seguía nevando.
—Mañana vamos a tener que ir en tren si sigue la nieve —dijo Sonia desde la cocina.
Antes de irse a dormir, Katy miraba el móvil. Andreas no le había mandado mensajes en todo el día; por una parte no le importaba, pero por otra le hubiera gustado recibir un mensaje de él. Se acostó pensando si con él tendría esa felicidad que tanto ha estado deseando.
A la mañana siguiente seguía nevando. Las cuatro amigas se fueron a la estación para ir a sus respectivos trabajos. La mañana transcurrió normal; por suerte, a la hora de la salida ya dejó de nevar. Las amigas alucinaron: la nieve había dejado un paisaje precioso por la ciudad. Estuvieron mirando pisos, pero ninguno les gustaba o no tenía las habitaciones que ellas querían.
—De verdad, esto va a ser muy difícil —se quejaba Marta.
—¿Podremos encontrar una casa antes de tu cumpleaños? —preguntó Sonia.
Se fueron a su casa aburrida de tanto buscar.
La semana pasó corriendo y llegó el sábado, el día que ellas iban a ir a Frankfurt.
—Menos mal que mañana tenemos nuestras citas, porque yo quiero visitar Frankfurt —dijo una Ana contenta.
—Habla por ti, Andreas, no me ha llamado ni me ha mandado mensajes en toda la semana —se quejó Katy.
Cuando estaban todas ya preparadas, Katy recibió un mensaje de Andreas para quedar al día siguiente.
—Mira, ya tengo plan para mañana —dijo antes de cerrar la puerta.
El viaje hasta la tienda lo pasaron cantando; en la tienda compraron de todo y visitaron varios sitios de la ciudad.
Estuvieron todo el día de compras y viendo museos.
Llegaron a su casa muy cansadas, pero felices.
A la mañana siguiente Katy recibió un mensaje.
—En media hora estoy allí. —Leyo lo que le puso Andreas.
Katy se vistió corriendo; pensaba que iban a quedar por la tarde, pero Andreas le había escrito que le tenía una sorpresa.