A la mañana siguiente las chicas se levantaron temprano como de costumbre para ir a trabajar.
—Qué ganas tengo de encontrar una casa cerca del trabajo —se quejó Marta.
—Hay que darse prisa, que hoy Sonia está libre y tenemos que ir en tren —empezó a meter prisa Ana.
—Venga a correr, que vamos a perder el tren —dijo Katy metiendo prisa.
Llegaron a la estación a lo justo; el tren acababa de llegar. Se montaron y se pusieron a hablar de las casas que verían luego.
—Estamos a mediados de marzo y aún hace frío y está nevando —se volvió a quejar Marta.
—En una semana es tu cumple, Katy. ¿Has hecho planes con Andreas? —le preguntó Ana.
—No, voy a pasarlo con ustedes. Este fin de semana se lo diré. Es más, voy a mandarle un mensaje para decirle dónde me gustaría ir este fin de semana —dijo Katy con el teléfono ya en las manos.
Al rato escucho el sonido del mensaje.
—Perfecto, voy a buscar un hotel y el viernes por la tardenos vamos a Baviera —le puso en el mensaje.
Llegaron a su destino y allí se montaron en el tranvía, rumbo a su trabajo. El trabajo fue ameno; ya se estaban acostumbrando a sus compañeros, aunque aún le costaba un poco el idioma. Por suerte, su jefe no puso problema en eso;él entendía que llevaba solo 5 meses y era pronto para saber bien el idioma.
Terminaron su jornada laboral; ellas salieron contentas porque, desde que están en su nuevo trabajo, no les hacen hacer proyectos fuera del trabajo, no como su antiguo jefe.
Al salir, Sonia las estaba esperando.
—Subirse al coche, que vamos a ver una casa cerca de aquí—dijo Sonia antes de entrar en el coche.
Las chicas se montaron corriendo; estaban deseando ver la casa.
La casa estaba a diez minutos de la ciudad; a las chicas les gustó porque cerca de la casita había una panadería y una frutería.
—Hay cerca una panadería, frutería y un supermercado; esperemos que sea esta casa —suplicó Ana.
La chica de la inmobiliaria las estaba esperando; la casa era grande y tenía todo lo que ellas buscaban, también tenía un pequeño jardín.
Las chicas enseguida se enamoraron de la casa; por suerte, la casita estaba justo en sus presupuestos.
—¿Cuándo firmamos el contrato? —quiso saber la chica de la inmobiliaria.
—¿La casa es nuestra? —preguntaron las cuatro a la vez.
—Si la queréis, podéis ya firmar el contrato —dijo la chica con una sonrisa.
—Podemos firmar ahora mismo —se adelantó a decir Ana.
No quería que la inmobiliaria se arrepintiera y perdieran la oportunidad de alquilar la casa.
La chica cerró con llave la casa y se fueron a firmar el contrato; salieron de allí muy contentas.
—Bueno, pues empezamos la mudanza —dijo Sonia, brindando con sus amigas por el nuevo contrato.
—Ahora hay que comprar muebles y camas para nuestros dormitorios —comentó Katy.
—Ya voy a poder dormir en un dormitorio propio y no en el sofá cama —soltó Marta.
Las chicas se rieron, ya que Marta desde que llegó tuvo que dormir en un sofá cama.
La semana la pasaron limpiando la nueva casa; estaban agotadas, la casa era grande.
No se quejaban porque la casa estaba más cerca de sus trabajos.
Pero lo que más les cansaba es que tenían que recoger todas sus cosas e ir llevándolas a la casa nueva; por suerte Klaus las ayudó con la mudanza.
Llegó el viernes y Katy había quedado con Andreas.
—Chicas, si queréis, llamo para cancelar el viaje —dijo una apenada Katy.
—De eso nada, tú te vas y lo pasas muy bien —le dijo su amiga Ana.
—El domingo cuando tú vengas, miramos los muebles —le dijo Sonia para tranquilizarla.
—Está bien, chicas, me iré entonces —dijo Katy, resignada.
Katy preparó la bolsa que se iba a llevar y se fue al encuentro de Andreas.
El viaje era de tres horas, suficiente para ponerse al día de lo que habían hecho en la semana.
—Siento no poder haberos ayudado, pero si quieres, cuando tengáis que llevaros vuestras cosas a la casa nueva, os puedo ayudar —se ofreció Andreas.
—Muchas gracias, Andreas —le dijo Katy.
—Si nos ayuda, ya serían tres coches y así terminaríamos la mudanza antes —continuó diciendo.
El resto del camino Katy la pasó viendo el paisaje y con el móvil haciendo fotos y vídeos.
—¿Dónde quieres ir cuando lleguemos? —le preguntó Andreas.
—No sé, podemos dar una vuelta por la ciudad —le sugirió Katy.
—De acuerdo, vamos primero al hotel y luego a dar una vuelta; mañana iremos al castillo del Rey loco —le dijo Andreas.
—¡En serio! —exclamó Katy.
—Siempre he querido ir a ese castillo y al castillo donde nació la emperatriz Sissi —dijo una ilusionada Katy.
—Podemos ir a los dos sitios —le comentó Andreas.
—Si está muy lejos, podemos venir otra vez —volvió a decir Andreas.
Katy estuvo de acuerdo, estaba muy ilusionada porque a ella los castillos le gustaban.
Desde chica soñaba con visitar castillos; da igual dónde fuera, era su sueño y por fin estaba siendo realidad