Llegaron a Neuschwanstein, Katy alucinando al ver lo bonito que era. Una de las cosas de las que ella se alegraba de vivir en Alemania eran los sitios que estaba visitando, a cada cual más bonito, menos el idioma que no había manera de aprenderlo.
—Andreas, esto es precioso —le dijo asombrada.
—Si es muy bonito, cuando dejemos las cosas en el hotel vamos a dar una vuelta —le dijo, llegando ya al hotel.
Cuando llegaron al hotel y les dieron las habitaciones, ella vio que Andreas solo había pedido una habitación.
—¿Vamos a dormir juntos? —le preguntó.
—Sí, pero no te preocupes, no haremos nada si no estás preparada —le dijo para tranquilizarla.
Katy asintió con la cabeza, se ducharon y se fueron a visitar el pueblo. Desde lejos se veía el castillo; Katy estaba deseando que llegara el día siguiente para estar allí.
—Ese castillo parece como un cuento de hadas —dijo emocionada.
—De cerca es mucho más bonito —le dijo Andreas.
Katy ya estaba deseando ir allí; cenaron en un italiano y el resto de la tarde estuvieron visitando sitios y haciendo fotos.
Llegaron al hotel y a la hora de dormir Katy estaba un poco incómoda; no sabía qué hacer. Le gustaba Andreas, pero tampoco quería dormir con él y más por el poco tiempo que se conocían, pero aun así se acostó en la cama.
—Katy, ya te he dicho que no voy a hacer nada de lo que tú no quieras —le volvió a decir para tranquilizarla.
Katy se acomodó en la cama. Antes de dormir, estuvieron haciendo planes para el día siguiente; habían planeado ir al castillo y, si tenían tiempo, irían a otro sitio.
—Vamos a dormir, el viaje ha sido muy largo y estamos cansados —dijo Andreas.
Antes de darse la vuelta, Andreas se acercó a Katy y le dio un beso. Katy correspondió a ese beso, sintió como la lengua de Andreas entraba y jugaba con su lengua. Andreas la agarró por la cintura y la atrajo hacia él. Cuando Katy se quiso dar cuenta, Andreas estaba encima de ella y tocándole un pecho. Ella se dejó llevar. De pronto, Andreas se quitó de encima.
—Lo siento, Katy, no era mi intención, me dejé llevar —le dijo jadeando.
—No pasa nada —le dijo ella aturdida.
—Es mejor que nos vayamos a dormir; mañana hay que levantarse temprano —le volvió a decir.
Abrazó a Katy y se quedaron dormidos. A la mañana siguiente se levantaron temprano, se ducharon y desayunaron en el buffet del hotel.
—Tenemos que irnos temprano, que luego el castillo se llena de gente —le dijo Andreas levantándose. Recogieron lo que se iban a llevar y se fueron para el coche; el camino fue ameno.
—Katy, mira la distancia que hay del castillo hacia Possenhofen —le dijo Andreas.
Katy miró por el móvil la distancia que había.
—Hay una hora de camino —le dijo guardando el móvil.
—Después de salir del castillo, podemos ir si quieres —le sugirió.
Katy aceptó encantada. Por el camino iba mirando la maravilla del paisaje; a lo lejos pudo ver lo hermoso que era el castillo, sacó el móvil y empezó a hacer fotos.
—Si el castillo en fotos es precioso, verlo en persona lo es más —dijo emocionada.
—Aunque mi sueño es conocer Eilean Donan —se dijo para sí misma.
Llegaron al castillo, Andreas aparcó el coche, llegaron a la entrada, pagaron la visita y entraron. Lamentablemente no podían entrar al castillo; Andreas solo pagó para ver los jardines. Aún así, a Katy no le importó.
—No te preocupes, Andreas, mira el castillo lo grande que es, no nos daría tiempo verlo entero —le dijo Katy, quitándole importancia.
Estuvieron dos horas allí, dando vueltas por los jardines y haciéndose fotos; Katy también hacía fotos por los alrededores.
A mediodía decidieron irse rumbo a Possenhofen . El camino no fue muy largo, el sitio era muy bonito y Katy estaba feliz porque iba a conocer la casa donde nació Sissi.
—Ya puedo dar envidia a Ana de que estuve en el hogar de Sissi —dijo Ana riéndose.
Andreas se rio con ella; iban cogidos de la mano por ese prado tan bonito, comieron en el pueblo y Katy, no muy amante de la cerveza, decidió probarlo.
—¿Te gusta? —le presuntó Andreas.
—No, no sé cómo puede gustarte la cerveza —dijo Katy.
Andreas se rió al ver la cara de asco que puso Katy. Luego de comer, se fueron a dar una vuelta por los alrededores. A la tarde se fueron para el hotel; tenían que acostarse temprano para irse a Heidelberg bien temprano.
—Sabes, me lo he pasado muy bien —dijo Andreas ya en la cama.
—Yo también, gracias por llevarme a Pössenhofen y a ver el castillo del Rey loco —le dijo Katy, muy agradecida.
Andreas le abrazó y le dio un dulce beso.
—Vamos a dormir —le dijo dándole otro beso.
Durmieron toda la noche abrazados; Katy agradecía que no pasara nada, todavía no lo conocía bien.
Aparte, cuando Andreas la besaba, ella no sentía todavía ese cosquilleo. Ella se pensaba que tal vez era por lo que pasó con Luis; tenía miedo de que le hicieran lo mismo otra vez. En eso Katy se acordó de que el idiota de Luis ya no la molestaba con sus estúpidos mensajes.
—Espero que ese idiota no vuelva con sus estúpidos mensajes —pensó quedándose dormida en los brazos de Andreas.