Al día siguiente se levantaron temprano para ir a Maienfeld; el viaje era de dos horas y, si querían hacer un viaje de ida y vuelta, tenían que salir temprano. Katy preparó todo lo que se iba a llevar, compraron bocadillos para el camino; el viaje fue en total silencio. Katy se puso a hacer fotos. Cuando llegaron, lo primero que hizo fue hacer un video de todo el pueblo y luego se puso a hacer fotos.
—Este sitio es muy bonito, a Marta le va a gustar —dijo Katy.
—Sí, es muy bonito; cuando traje a mi sobrino, le gustó mucho —le contestó Andreas.
Katy se le quedó mirando; por lo que se ve, olvidó ese detalle de que él ya había estado en este pueblo. Katy se puso a pensar en qué más cosas no sabe de su novio.
Siguió andando; no tenía ganas de preguntarle cuando estuvo en ese pueblo.
—¿A qué hora nos vamos mañana a Heidelberg? —le preguntó Katy.
—Temprano, ya sabes que son casi tres horas de viaje. ¿Por qué ya te quieres ir? —le preguntó.
—No, simplemente quiero saber si me va a dar tiempo de comprar algunos chocolates que me han encargado las chicas —le dijo.
Andreas le dijo que podía comprar las cosas cuando volvieran a Basilea. Comieron al aire libre los bocadillos que compraron y estuvieron hablando de lo de siempre, de lo que habían hecho en la semana. Antes de irse, Katy compró varios quesos; le habían dicho que los quesos de Suiza estaban buenos.
Estuvieron visitando los pueblos que había alrededor; ya en el coche, mientras Andreas iba conduciendo, Katy le mandó fotos a Marta.
—Tenemos que ir, es precioso —le contestó Marta cuando recibió el mensaje.
Katy, al leer el mensaje, se rio; su amiga estaba un poco loca. Andreas se le quedó mirando, le preguntó si estaba todo bien, ella asintió con la cabeza. Cuando llegaron a Basilea, fueron al supermercado para que Katy comprara los chocolates; aparte de eso, compró varias cosas y algunos recuerdos para sus amigas.
Comieron en un restaurante, visitaron un poco más el pueblo, visitaron sitios que no vieron el día anterior y Katy hizo varias fotos másantes de ir al hotel.
Cuando llegaron al hotel, Katy empezó a preparar la maleta para el día siguiente, se metió en la ducha; mientras que Katy se duchaba, Andreas hizo algunas llamadas.
—Mañana llego; te prometo que el sábado te llevo a donde tú quieras, pero este viaje era de negocios —decía Andreas a la persona que estaba por la otra línea.
No se dio cuenta de que Katy escuchó algo de la conversación; cuando se dio la vuelta y la vio, se asustó un poco.
—Era mi sobrino, que quería venir también al viaje. Le he prometido que el próximo fin de semana lo llevo donde él quiera —le dijo pensando que Katy le creería.
—¿Por eso has mentido al niño? —le preguntó Katy.
Andreas no sabía qué contestar. Katy le dijo que no importaba, pero le recordó que odiaba las mentiras.
—No había nada de malo que tu sobrino supiera que hemos venido —le recalcó.
—Katy es chico y no lo iba a entender —le dijo Andreas.
Katy no quería darle más importancia y le dijo a Andreas que ya se podía duchar. Mientras Andreas se duchaba, Katy se acostó y se puso a ver la tele. Cuando él ya salió, se acostó al lado de Katy.
Él empezó a besarla y ella, aunque estaba molesta, se dejó llevar. Cuando terminaron de hacerlo, él la abrazó y se quedó dormido. Katy empezaba a molestarle ese ritual; apenas hablaban cuando terminaban de hacerlo.En cierta parte, eso le recordaba a Luis.
Se durmió; no quería pensar en nada más.
A la mañana siguiente se levantaron temprano para poder llegar a Heidelberg temprano.
En el camino se pararon en Baden-Baden para comer y, como Katy nunca había ido a esa ciudad, Andreas decidió dar una vuelta con ella y que Katy hiciera fotos.
—Katy, ¿estás enfadada conmigo? —quiso saber Andreas.
—No, ¿porqué preguntas eso? —le preguntó Katy.
—Es que desde ayer estás muy seria —le dijo Andreas.
—No me pasa nada —le dijo sin más.
Se sentaron en la terraza de un restaurante y se pusieron a comer. Katy estaba a cada rato mirando el móvil. Andreas la miraba preocupado; pensaba que estaba enfadada con él, pero lo que realmente le pasaba a Katy es que Luis le volvió a mandar otro mensaje.
Katy ya no podía más, tenía que descubrir quién le dio el número nuevo.
—Katy, ¿qué vas a querer de comer? —le preguntó Andreas.
Katy miró a Andreas; no se había dado cuenta de que estaba el camarero esperando que ellos pidieran.
Como fueron a un restaurante español, Katy pidió comida que echaba de menos de España.
—Katy, estás muy distraída y eso me preocupa —le dijo Andreas.
—No, te preocupes, estoy bien, de verdad —le dijo para tranquilizarlo.
El camarero llegó y Katy disfrutó de la comida que le pusieron.
—Está bueno, pero no es igual que en España; cuando vayamos el mes que viene, vas a probar buena comida —dijo Katy.
—Estoy deseando —dijo Andreas con una gran sonrisa.
Se pusieron rumbo a Heidelberg. En el camino, Andreas lamentó no llevarla al castillo, al cual Katy no le quiso dar importancia. Cuando llegaron a la casa de Katy, se despidieron con un beso.
—Te aviso el fin de semana, si hay cambios de planes —le dijo Andreas.
Katy asintió con la cabeza y salió del coche. Cuando entró en la casa, le contó todo con detalle a sus amigas; necesitaba desahogarse y algún que otro consejo.
—Es su sobrino, hasta ahí estamos de acuerdo. ¿Pero ese niño no tiene padre? —preguntó Sonia.
—Vale que esté en Berlín trabajando, pero él tendrá fines de semana libres —dijo Ana.
Katy quiso zanjar el tema, porque cada vez se ponía más furiosa; algo le decía que ahí había algo más. Le dio lo que había comprado a las chicas y le enseñó las fotos.
Sus amigas se pusieron contentas con el chocolate; Katy se fue a su dormitorio a guardar las cosas y, al llegar al dormitorio, cerró la puerta e hizo una llamada con el móvil.