Con el móvil en las manos, estaba procesando lo que había leído. Mientras que Andreas estaba en la ducha, Katy miró en la galería del móvil para estar segura. Lo que vio la dejó más hundida todavía. En ese momento, Andreas apareció y se puso pálido al ver a Katy con el teléfono.
—Katy. ¿Por qué tienes mi móvil? —quiso saber.
—Cuándo pensabas contármelo, Andreas? —dijo una Katy intentando controlar sus emociones.
—No sé de qué estás hablando —le dijo Andreas.
Katy lo miró incrédula; no se creía que Andreas pudiera disimular que no entendía nada. Katy abrió el mensaje y se lo leyó.
—Papá, papá, el médico le ha dicho a mamá que vamos a tener una hermanita —empezó a leer Katy.
Andreas, al escuchar eso, se puso pálido; se quedó ahí parado. Ya Katy había descubierto su secreto y no sabía cómo salir de eso. Intentó darle la vuelta a la situación.
—Katy, mi amor, es mi sobrino que me dice papá —quiso justificar esa mentira.
—Tu sobrino, entonces estas fotos donde estás en la cama con esta mujer, las fotos navideñas, las de viaje, ¿te sigo enumerando? —dijo una Katy cada vez más enfadada.
—Katy, déjame, yo te puedo explicar. —Andreas tartamudeaba; no sabía dónde meterse.
—¿Que me vas a explicar? ¡Que yo soy la otra, que te has estado riendo de mí! —dijo Katy gritando.
Andreas intentó calmar a Katy, quiso ir a abrazar a Katy, pero ella no se dejó; lo empujó. Ella solo quería una explicación.
—Katy, no me he reído de ti, yo te quiero, créeme —dijo Andreas.
—Y a tu mujer también la quieres, aunque bueno, al dejarla embarazada, ya sé la respuesta —le contestó Katy.
Andreas la miró, no sabía dónde meterse, quería irse y cuando Katy estuviera calmada explicarle todo;él la quería y no quería perderla.
—Katy, yo sí quiero a mi mujer; son muchos años que llevo casado con ella, no es tan fácil dejarla así de pronto —quiso justificarse Andreas.
—Claro que no es tan fácil dejarla si la has dejado embarazada. ¿Además, cómo decir que nos quiere a las dos? —preguntó Katy, enojada.
Entonces escucho algo que le dolió mucho y que no hubiera deseado que Andreas lo hubiera dicho.
—Katy, quiero a mi mujer para formar una familia; a ti también te quiero, pero no como tú hubieras querido —dijo Andreas, que después lamentó haberlo dicho.
—Entonces a mí me quieres para salir y tener sexo, es verdad o miento —le dijo Katy.
Sin querer, Andreas le dio la razón a Katy; ella estaba tan dolida que le dijo que se marchara. Él intentó calmar las cosas, pero Katy ya no quería saber más nada de él. Andreas se fue viendo que ya no podía solucionar nada y dolido por haber metido la pata.
—Siento todo esto, Katy, siento haberte hecho daño, pero créeme cuando te digo que te quiero —dijo antes de irse.
Katy se sentó en la cama, lloró amargamente lamentándose de haber creído a Andreas, de haberse hecho ilusiones con él, de haberle dado una oportunidad. Las señales estaban ahí y no quiso verlo; eso es lo que ella más se lamentaba. Agarró el álbum que había hecho con las fotos de sus viajes y rompió todas las fotos donde estaba con él. Un par de horas después, sus amigas llegaron y vieron la casa en silencio.
—Katy, estás durmiendo —quiso saber Ana.
—Todo está muy silencioso —le dijo Marta.
—Vamos arriba a ver si está en la habitación y salimos de duda —contestó Sonia.
Las tres amigas subieron las escaleras y, cuando entraron en la habitación, vieron esparcido por la habitación trozos de fotos y a Katy en la cama acostada.
—Katy, ¿qué ha pasado aquí? —dijo Ana acercándose a ella.
Cuando vio a Katy con los ojos hinchados de tanto llorar, corriendo fue a abrazarla.
—¿Qué ha pasado? Cuéntanos —dijo preocupada Ana.
—Andreas está casado y va a tener una hija —dijo Katy llorando.
—Hijo de puta —soltó Marta.
—Ahora todo tiene sentido lo del sobrino; era su hijo —dijo Katy.
—¿Cómo te has enterado? —le preguntó Sonia.
Katy le contó todo, que habían tenido sexo, que como Andreas mientras se duchaba vio el mensaje, las fotos y también le contó lo que le dijo y lo único que quería con ella.
—Chicas, ¿qué que he hecho yo en mi otra vida para este castigo? —dijo Katy.
—¿Por qué solo se me acercan mujeriegos? —quiso saber Katy.
—Katy, no digas eso, solo has tenido mala suerte; ya verás que algún día llegará esa persona que te valore —le dijo Ana.
—No, Ana, para mí ya se acabó, no quiero a nadie más —dijo una Katy aún llorando.
Ana la abrazó y dejó que Katy llorara, que se desahogara.Lloró hasta quedarse dormida. Ana la tapó. Marta y Sonia recogieron las fotos rotas y las llevaron a la cocina. En el comedor, las tres amigas se sentaron preocupadas por su amiga Katy; sobre todo, la más preocupada era Ana. Sabía que después de esto Katy podía hundirse más; ella tenía la autoestima muy baja.
—Estoy preocupada por Katy, espero que esto no le afecte su autoestima —dijo Ana muy preocupada.
—Tenemos que ayudarla, está ahí para ella —dijo Marta.
Las semanas siguientes Katy estaba igual; iba a trabajar y a su casa, apenas salía, no tenía ganas de nada.Después de lo que pasó, Andreas no contactó más con ella y, aunque Katy por una parte lo echaba de menos, no quería saber más nada de él.
Los meses pasaban y Katy, aunque estaba ya un poco mejor y iba olvidando a Andreas, seguía con los mismos pensamientos. Una tarde, Ana se enfadó con ella.
—Katy, esta situación no puede seguir así, te la pasas del trabajo a la casa, apenas sales con nosotras y eso nos preocupa —dijo Ana muy seria.
—No te preocupes, ya no tendréis que preocuparos, he pensado en volver a España —dijo Katy.
Sus tres amigas se quedaron con la boca abierta; no se creían lo que Katy acababa de decir.