—Te has vuelto loca, volver a España, pero tú sabes lo que estás diciendo —dijo una enfadada Ana.
—Si me voy así, ya no os amargo con mi desgracia —dijo Katy.
—Katy, no nos amargas; solo te estamos diciendo que salgas y no te quedes aquí encerrada. No merece la pena sufrir por Andreas —dijo Sonia.
—Es que quiero olvidar a Andreas y aquí no puedo —dijo una triste Katy.
—Pero en España está Luis y no te va a dejar —dijo Ana.
Katy se sentó en el sofá, no sabía qué hacer, no quería agobiar a sus amigas y sentía que ellas ya estaban hartas de ir por ahí dando pena. En el fondo, sabía que Ana tenía razón y Luis no la iba a dejar si la ve en Málaga.
Katy se preguntaba qué hacer, pero la respuesta la tuvo al día siguiente en el trabajo.
—Katy, vístete,vamos a salir un poco; te tiene que dar un poco el aire, que estás pálida—le dijo Marta.
Katy no tuvo más remedio que vestirse y salir con sus amigas. Cuando fue bajando las escaleras, escuchó a Ana discutir con alguien por teléfono. Cuando llegó al salón, vio que tenía su móvil y enseguida fue a reclamarle.
—¿Con quién estabas hablando y por qué has tenido que coger mi móvil? —quiso saber Ana.
—Pues con el imbécil de Luis, que te ha mandado un mensaje —le contestó Ana.
—Pero por qué le tienes que llamar, no ves que yo no le hago caso —le dijo Katy.
—Pues por eso no te deja, porque no le has puesto en su sitio —le dijo Ana.
Marta y Sonia tuvieron que intervenir para que la cosa no fuera a peor. Las chicas salieron a dar una vuelta, pero Ana y Katy estaban enfadadas; no se hablaron en toda la tarde.
Marta y Sonia miraban en silencio, no querían meterse porque sabían el genio que se gastaban las dos.
En la noche, Ana fue al dormitorio de Katy a pedirle perdón.
—Katy, lo siento, no tenía que haber llamado a Luis —le dijo una apenada Ana.
—No, pasa nada; espero que con tu mensaje me deje en paz —le dijo Katy dándole un abrazo.
Ana se acostó con Katy y estuvieron un rato hablando. Katy al rato lloró, por todo lo que había pasado, porque se sentía que no valía nada. Ana la abrazaba.
—Katy, no digas eso, tú vales mucho y ya verás que ese chico aparecerá, porque ya sabemos que no es Andreas el que está para ti, como te dijo la tipa en la feria —dijo Ana.
De pronto Katy soltó una risa recordando ese día. Katy y Ana se rieron y hablaron de ese día de la cara de circunstancias que pusieron las tres.
Al día siguiente en el trabajo, el jefe de Katy la llamó a su oficina. Cuando ella llegó, su jefe la invitó a que se sentara.
—Katycómo ¿es eso de que te quieres volver a España? ¿No estás contenta con nosotros? —le preguntó su jefe.
—No es eso, si estoy contenta, pero me cuesta mucho aprender el idioma —le dijo Katy.
—Katy, es normal, no lleváis aquí un año; el idioma es muy complicado —le dijo su jefe.
Él se quedó mirando a Katy; no quería que se fuera, pero tampoco podía obligarla. Entonces se le ocurrió una idea.
—Katy, mira, hagamos esto: tú, aparte de diseñadora gráfica, estudiaste también arquitectura. Tengo un socio que trabaja para mi compañía, pero está ubicado en Escocia —le dijo su jefe.
—¿Qué te parece irte allí un año y trabajar en la empresa que tengo en Inverness? Puedo llamar a mi socio y decírselo —le dijo su jefe.
Katy no creía lo que estaba escuchando: Escocia, el país al que ella siempre había querido ir, y ahora tenía esa oportunidad.
—Me lo puedo pensar, porque esto es muy precipitado; aunque es una buena oferta, quiero pensarlo —le dijo Katy.
—Tranquila, piénsalo y si acepta, puedes irte ya o sería para enero —le dijo su jefe a Katy.
—Si me voy, sería mejor en enero; de todas formas, para enero quedan cuatro meses —dijo Katy.
Su jefe no vio ningún problema que se fuera en enero, pero tenía que esperar que Katy se decidiera. Cuando Katy salió de la oficina, él llamó a su socio y le contó lo de su idea. Le dijo que en cuatro meses Katy iría para allá y que en ese tiempo le buscaran a Katy un apartamento.
Cuando Katy llegó a la sala de descanso, ya Marta y Ana estaban allí esperándola.
—Bueno, suelta, ¿qué te ha dicho el jefe? —preguntó Ana.
—Me ha dicho que no quiere que me vaya. —España, que si estoy mal para relajarme, me ha propuesto irme por un año a trabajar en su compañía que tiene en Escocia —le contó Katy.
—Habrás aceptado, ¿verdad? —dijeron las dos a la vez.
—Le he dicho que me lo tengo que pensar —le dijo Katy.
—¿Pero eres tonta? Di que sí, tú siempre has querido ir a Escocia —le dijo Ana.
—Así es, Escocia es el país al que más sueñas con ir; aprovecha y ve —le dijo Marta.
—Es que no sé, puedo aún pensarlo, lo consultaré con la almohada —dijo Katy antes de ir a su mesa.
Sentada en la mesa, se puso a pensar en la propuesta de su jefe; no quería ir, pero si iba le vendría bien, estaría visitando pueblos, viendo castillos y así no tendría que pensar en la tradición de Andreas. Se levantó y se fue directa a la oficina de su jefe, llamó a la puerta y entró decidida a contar su decisión.
—Me lo he pensado y sí acepto irme un año a Escocia, pero sería para enero —dijo Katy.
—Me alegro, aunque en el fondo sabía que ibas a aceptar, que me he adelantado y he llamado a mi socio para que en estos cuatro meses te busque apartamento.
Katy salió contenta y a la vez nerviosa; tenía muchas cosas que hacer antes de irse y decírselo a sus amigas, que seguro se alegrarían por ella.