Malcom e Iria fueron corriendo hacia Katy cuando vieron que se cayó al suelo. Katy estaba pálida; Iria se asustó al verla así. La levantaron y la sentaron en la cama; Malcom la miraba preocupado.
—Katy, ¿qué ha pasado? —¿Por qué estás pálida? —Iria estaba muy preocupada.
—Luis fue a la casa, Marta estaba sola y la zarandeó para que le dijera dónde estaba —explicaba Katy casi llorando.
—Hijo de puta, Katy, díselo a Jamie, ese tío no va a parar hasta que sepas dónde vives. Jamie lo tiene que saber para poder protegerte —le aconsejaba Malcom.
—Malcom ya está denunciado, la policía lo acompañó al aeropuerto, no puede volver a Alemania y las únicas que saben que estoy aquí son mis amigas; mi familia no le habla, no le va a decir nada —le contaba Katy.
—Katy, cariño, pero él lo tiene que saber.Él ya pasó por una pérdida muy dolorosa y si a ti te pasa algo, él lo va a pasar muy mal —le aconsejó Iria.
—¿Por qué debería decírselo a Jamie? —se preguntó Katy.
—Muy sencillo, porque estáis saliendo y, por mucho que lo ocultéis, nos hemos dado cuenta de todo —contestó Malcom con una sonrisa.
Katy les dijo que se lo iba a decir, pero ahora no era el momento porque él no podía hacer nada. Malcom no lo veía bien, pero respetaba su decisión. Al rato llegó Jamie; Malcom e Iria se fueron de la habitación. Katy se metió en la ducha; Jamie se quedó mirando a Katy y se preguntaba qué había pasado.
A la media hora todos salieron del apartamento, se despidieron de la hermana de Jamie y se fueron de Edimburgo. Se pararon en el camino para comer. Aiden le preguntó a Katy si en el tiempo que estaba allí ya conocía algo más de Escocia, a lo que ella respondió que aún no conocía mucho.
—No, te preocupes, yo te iré enseñando todos los sitios que te gustaría conocer; tú dame una lista —susurró Jamie.
—Te tomo la palabra, pero ve dándote prisa —le susurró ella.
Lo que ocasionó que a Jamie el semblante le cambiara.Sabía que Katy se iba a ir y tenía que hacer todo lo posible para que no se fuera. Cuando llegaron a sus respectivas casas, Katy le dijo a Jamie que esa noche quería estar sola.Él respetó su decisión, se fue para su casa dejando a Katy pensando en la foto. Cuando entró en la casa, llamó a Sam para decirle que no podía ir al trabajo;tenía que arreglar papeles. Él aceptó sin ningún problema. Se duchó y, sentada en la mesa, se puso a organizar todo lo que haría al día siguiente. Se acostó cuando ya tenía todo preparado.
A la mañana siguiente, se metió en las redes sociales a buscar a la amante de Luis; tenía que averiguar por qué lo habían dejado. Después de localizarla, le mandó un email. En ese tiempo de espera, recibió una llamada de la nueva dueña de su apartamento de Málaga.
—Katy, perdona que te llamé, pero tu ex ha estado aquí; por lo que se ve, quería volver a alquilar la casa. Se cabreó cuando se enteró de que la casa se vendió —se escuchaba desde la otra línea.
—No, te preocupes, no le dije que tú me lo vendiste el año pasado, ni que somos primas —volvió a escuchar.
—Gracias, Clara, por no decir que yo siempre fui la dueña del apartamento —contestó Katy a su prima.
Después de eso transfirió el dinero a su cuenta que tenía en Escocia; si tenía pensamientos de quedarse aquí, necesitaría el dinero para comprarse una casa.
Jamie se extrañó de no ver a Katy en la oficina, le mandó mensaje, pero no obtuvo respuesta; la llamó, pero tampoco le contestó. Estuvo toda la hora del trabajo preocupado, pensando que le podía haber pasado algo. Cuando salió, fue a casa de Katy; al llegar, llamó a la puerta y, al abrir, se sintió más aliviado.
—Pensaba que te había pasado algo —decía mientras cerraba la puerta—.He traído comida asiática —comentaba mientras preparaba la mesa.
Al preparar la mesa vio varios folletos esparcidos, miró un par de ellos y se giró hacia Katy. Entró en pánico, pues pensaba que Katy ya estaba haciendo planes para irse. Ella lo tranquilizó, le dijo que después de comer le explicaría. En la cena ella le contó sobre la venta de su casa y que con ese dinero se quería comprar un apartamento y estaba mirando que los papeles que vio eran transferencias que había hecho de su banco. Le dijo que no pensara nada malo, que no tenía que preocuparse.
—Estoy pensando en comprarme un apartamento aquí. —Sonrió al mirar su cara de sorpresa.
—¿Te vas a quedar al final aquí? —exclamó sorprendido.
—Me lo estoy pensando, pero es complicado, mis amigas están en Alemania y tú estás aquí —decía mientras movía su plato de arroz.
—Katy, me gustaría que te quedaras, te quiero y no quiero perderte —soltó de pronto.
—Yo no tenía planeado buscar una relación cuando me vine aquí, pero te he estado conociendo y, aunque al principio chocamos, ahora todo es diferente —le decía Katy mientras le acariciaba la cara.
—Jamie, yo también te quiero —soltó, dándole luego un beso.
Jamie respiró aliviado, le correspondió al beso y luego la abrazó; sintió cómo su corazón se le aceleraba. Nunca había sentido eso con ninguna chica; cada vez tenía más claro que se estaba enamorando de ella, pero aún tenía miedo de decir esa palabra.
Recogieron la mesa y ya en el sofá, Katy le preguntó sobre lo que le dijo Iria. Ella le vio el semblante y le dijo que se lo contara cuando estuviera preparado, cosa que él le agradeció.
Estaban viendo una película o intentando ver algo; Jamie sabía su punto débil y no paraba de darle besos por el cuello. Cuando su pantalla del móvil se iluminó con un mensaje del email, abrió el mensaje y se apartó un poco de Jamie.
—Asunto: Imbécil. —Lo primero que leyó Katy.
—¿Imbécil? —¿Quién es el imbécil? —preguntó Jamie por encima de los hombros de Katy.
Ella se quedó mirándolo y no pudo evitar reírse un poco; Jamie se quedó mirándola sin saber por qué se reía.
—Has aprendido bien los insultos en español —se reía mientras se sentaba encima de él.