Donde el desamor me llevó

Capitulo 57

Mientras que Katy lloraba en brazos de Aileen, entró Ada; al ver la escena, se acercó corriendo, abrazó a Katy. Le dolía ver a su cuñada en ese estado. Katy las miraba y más lloraba; en el tiempo que estuvo con Luis, su familia no le dio esa muestra de cariño. Jamie desde la cocina lo observaba todo; él no pudo estar escondido más tiempo y entró al salón.

—Gracias por vuestro cariño. El tiempo que estuve con mi ex, su familia no me dio esta muestra de cariño; al contrario, malmetía contra mí —le contó Katy.

—Esa es la diferencia,, Katy, mi familia te quiere y te acepta, no como esa otra familia —dijo Jamie acercándose a ella.

—Katy, esa familia no solo te ha tratado mal psicológicamente, sino que ya ha habido ataque físico; no merece la pena pensar en esa familia y hablar de ellos, eso es el pasado. Tu futuro es mi hermano y nosotras estamos aquí queriéndote —le dijo Ada.

Jamie see sentó al lado de Katy y le cogió la mano, entrelazando los dedos con ella. Aileen y Ada se fueron, dejando a Jamie y Katy solos; tenían mucho de qué hablar. Jamie la miró, le secó las lágrimas con un pañuelo, la besó con mucho cuidado; aún tenía el labio roto.

—Katy, te quiero, nunca lo dudes. No pasó nada ese día, tal vez tenga razón y tenía que haberla quitado enseguida, pero me quedé en shock ante esa reacción. Yo te quiero a ti y desde que estoy contigo no he mirado a otra chica —le dijo Jamie acariciando su labio roto, al cual le dolía verla ver su cara con una hematoma que ya se estaba quitando.

—Jamie, desde que estaba con Luis he escuchado que no valgo nada, que solo él me iba a querer, que más nadie se fijaría en mí. Llegaste tú, empezamos a salir y, aunque era feliz, a veces me preguntaba qué veías en mí. Luego te vi besando a esa chica, lo que me dijo Luis, y volvieron otra vez mis dudas —le relataba Katy. —Te quiero, Jamie, gracias por quererme y darme la valía que Luis nunca me dio —dijo, besándolo.

Jamie la abrazó; estaba feliz de que por fin las cosas con Katy se arreglaran. De esa forma ya podía pedirle matrimonio tranquilo, sabiendo que Katy podría aceptarlo. Se levantaron para ir al jardín; Jamie no le soltaba la mano. Katy lo miraba. Luis estaba equivocado; ella vio cómo Jamie le miraba con amor y eso la hacía sentirse bien.

—Sabes, a partir de ahora nunca te voy a soltar la mano; quiero caminar siempre junto a ti, quiero envejecer contigo —dijo, besando a una sorprendida Katy ante sus palabras.

Salieron al jardín de la mano, haciendo que los que estaban allí se alegraran . La fiesta de cumpleaños estaba en su apogeo; los chicos bebían y felicitaban a Jamie no solo por su cumpleaños, sino por el paso que iba a dar.

—Malcom, estoy nervioso, si te dijera que estoy más nervioso que cuando se lo pedí a Gilliam —dijo mirando a Katy.

—Porque aunque tú querías a Gilliam, de quién estás enamorado es de Katy. —Le guiñó un ojo; estaba feliz de ver a su amigo por fin sentar la cabeza.

—Katy es la mujer de mi vida, de eso no hay duda; la tipa que me leyó la mano no se equivocó —dijo brindando con él.

Después de comer y beber, llegó el momento de la tarta y del brindis. Jamie agradeció que todos estuvieran allí; en especial agradeció a Katy por darle otra oportunidad de demostrarle su amor, haciendo que Katy se sonrojara y los demás aplaudieran. Después del brindis y la tarta, llegó la música. Todos se pusieron a bailar; Katy estaba mirando cuando se le acercó Ada.

—Desde que murió Gilliam, Jamie no tenía ganas de nada, ni de hacer fiesta, ni cumpleaños y míralo ahora, celebrando su cumpleaños y todo gracias a ti. Gracias, Katy, por volver a hacer el Jamie de antes —dijo dándole un abrazo.

La fiesta terminó, todos ayudaron a recoger las cosas y se fueron yendo, o eso dieron a entender. Jamie se quedó con Katy en el jardín; él estaba nervioso, le sudaban las manos. Katy miraba el castillo iluminado. Jamie se acercó a ella, la abrazó por la espalda y le dio un beso en el cuello.

—Katy, no sabes lo feliz que estoy de tenerte aquí conmigo —decía mientras besaba su cuello.

Él la giró para verle la cara; en ese momento se puso de rodillas y sacó una cajita de terciopelo. Katy estaba con la boca abierta, sin creerse lo que estaba presenciando.

—Katy, desde el primer día que te vi, sentí una punzada en el pecho; no sabía qué significaba. Con el tiempo fui conociéndote más y esa punzada seguía y se aceleraba cuando estaba a tu lado. Cuando más estaba contigo, más me di cuenta de cuán enamorado estaba de ti. Ahí vi que no podía vivir sin ti. Katy, te amo, quiero pasar mi vida contigo, criar a nuestros hijos juntos, envejecer contigo. ¿Quieres casarte conmigo? —dijo nervioso y a la vez emocionado.

—Además, tu castillo preferido es testigo de este momento —dijo con una risa nerviosa.

Katy lo miró toda emocionada, con lágrimas en los ojos. Vio el anillo, lo miraba a él; siempre había soñado con este momento y lo estaba viendo, con el hombre que amaba, el país que siempre quiso visitar, que ahora era su hogar.

—Jamie, yo también te amo, yo también quiero criar a nuestros contigo, quiero envejecer contigo. ¡Sí, me quiero casar contigo! —dijo llorando.

Jamie se levantó, le puso el anillo y la besó, la abrazó cogiéndola en brazos. Sus amigos, sus padres y su hermana salieron corriendo para abrazar a la pareja. Aileen y Ada abrazaron a Jamie llorando; Alex, su padre, también lo abrazó. Abrazaron a Katy dándole la bienvenida a la familia, pero esta vez para siempre. Ana estaba feliz; lloraba de felicidad al ver a su amiga. Iria la abrazó. Todos abrazaron a Katy y a Jamie y celebraron con champán este momento de felicidad.

Ya en la habitación, Jamie no paraba de abrazar a Katy; de vez en cuando miraba el dedo de ella. Aún no se creía que se iban a casar, estaba feliz.

—Te amo, futura señora McGregor —dijo besándola.

—Yo también te amo, Jamie McGregor —dijo, correspondiendo al beso.




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