Capítulo 4 De sueño imposible a estación cumplida

Hace años, estar en este país era solo un sueño lejano.

Algo que anhelaba en silencio, con los ojos cerrados y el corazón encendido.

Parecía inalcanzable… pero Dios ya lo había escrito para mí.

Porque muchas veces soñamos, y no imaginamos que detrás de ese sueño hay una misión, un propósito, una estación.

Y cuando ese momento llega, entendemos que no fue casualidad, fue diseño divino.

El sueño que parecía imposible

Durante años, oré por algo que mi corazón deseaba, pero que mi mente no lograba comprender.

Miraba al cielo y pensaba: ¿Será para mí?

Y en el tiempo perfecto —no antes ni después— Dios lo hizo realidad.

Llegar aquí fue mucho más que un viaje o un logro personal.

Fue una señal clara de que Dios no se olvida de los sueños sembrados en fe.

Él escucha.

Él abre puertas.

Él cambia temporadas.

Él nos lleva a estaciones nuevas con propósito.

Cada estación tiene una misión

No estoy en esta tierra por azar.

Ni tú tampoco estás donde estás por casualidad.

Dios nos planta con intención.

Cada lugar, cada etapa, cada cambio de estación tiene un llamado escondido.

A veces pensamos que venimos solo a trabajar, a empezar de nuevo, a mejorar nuestra vida…

pero Dios tiene un plan más alto: ser luz en medio de la oscuridad, cumplir una misión espiritual, bendecir a otros con lo que hemos vivido.

Donde Él me trajo, Él me respalda

Hoy camino por esta tierra sabiendo que no vine sola.

Dios me trajo.

Y si Él me trajo, Él me respalda.

No entiendo todo. A veces tengo miedo.

Pero confío en que si Él me plantó aquí, es porque aquí floreceré.

Y cuando lleguen momentos de duda, volveré a mirar atrás y recordaré:

Esto fue un sueño… y hoy es mi realidad.

Dios es fiel.

“Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.”

— Jeremías 29:11