¿dónde está mi oso?

Mi pequeño amigo

Me dirigí hacia mi coche para emprender el camino de regreso a casa. Sin embargo, al registrar mis bolsillos, no encontré mis llaves, lo que me hizo pensar que quizás se me habían caído cuando me tendí en el suelo. Por lo tanto, volví al mismo lugar donde había estado anteriormente.

Al llegar, divisé mis llaves en el suelo junto a ese pequeño oso que antes mordisqueaba mi bota. Pero esta vez, su expresión era diferente; su mirada parecía triste. Cuando notó mi presencia, levantó la cabeza y emitió un gruñido suave mientras alzaba una de sus patitas.

Confundido, me acerqué a él para averiguar qué le sucedía. El osezno me miraba fijamente a los ojos mientras emitía gruñidos tristes. Lentamente, se acercó a mi mano, buscando ser acariciado, y aprovechó para lamerme la mano, como si fuera un perrito.Nos miramos mutuamente, y decidí quedarme con él por un momento. Mientras miraba el horizonte y consideraba qué hacer a continuación, me di cuenta de que quizás el oso había perdido a su madre y a sus hermanos, pero no tenía idea de cómo ayudarlo. Sin saber qué hacer, decidí llamar a las autoridades locales para informarles sobre la situación y pedir orientación. Pero en ese momento, noté con preocupación que mi teléfono no tenía señal. Estaba aislado en medio de la naturaleza con el pequeño oso y ninguna forma de comunicarme. Traté de recordar mis conocimientos sobre cómo lidiar con la situación y cómo ayudar al osezno de la mejor manera posible, mientras esperaba una posible solución a mi problema. Tomé la decisión de llevar al oso conmigo a mi cabaña para poder atenderlo mejor. Al levantarlo, noté que el oso comenzó a gruñir fuertemente, como si estuviera angustiado, resistiéndose a ser alejado de ese lugar. Mi corazón se llenó de compasión por su sufrimiento, y me pregunté cómo podía calmarlo y asegurarme de que estuviera a salvo en mi cabaña.

A medida que avanzábamos hacia la cabaña, los árboles se movían y las hojas caían, creando una atmósfera aún más sombría. El osezno seguía a mi lado con una mirada triste y preocupada, observando el camino con curiosidad y temor. Llegando a la cabaña, me encontraba en un dilema sobre cómo cuidar de este pequeño compañero inesperado en un entorno desconocido. 

Pasó un rato, y decidí darle de comer al osito. Fui a la cocina, pero me di cuenta de que no tenía pescado ni carne para él. Recordé que a los osos les gusta comer frutas, raíces y hierbas, así que saqué unas nueces que tenía en la nevera. Con cuidado, las coloqué en una esquina de la cabaña. Al principio, el osezno no mostraba interés. Parecía sin ánimo y desanimado.

Con el transcurso de las horas, yo me encontraba en mi cuarto, reflexionando sobre qué hacer con él, mientras el pequeño oso dormía en el sillón de la sala. La incertidumbre sobre cómo ayudarlo y qué futuro le esperaba nos envolvía a ambos en un silencio inquietante.

A las 10:35 de la noche, me encontraba al borde del sueño, a punto de cerrar los ojos, cuando escuché al oso levantarse del sillón y dirigirse hacia las nueces que le había dejado en un rincón. El sonido de su entusiasmo al masticar las nueces llenó la habitación, y se las comió con tanta rapidez que no pasaron ni diez segundos antes de que terminara.

Me levanté para observar al oso, y nuestros ojos se encontraron. Él me miraba fijamente, avanzando lentamente hacia mí hasta llegar a mis pies y, una vez más, comenzó a morder mi bota. La situación era intrigante y un poco desconcertante, no sabía qué significaba su comportamiento o cómo reaccionar.



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Editado: 14.12.2023

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