Dónde Habitan Los Ángeles - Claudia Celis

Capítulo 13 - Afición Literaria

Mi tía Chabela a nadie le enseñaba sus poemas, pero yo sabía de ellos, sin sospechar que eran suyos porque, a veces, cuando creía que nadie la estaba escuchando, los leía en voz alta.

Además, como el Rorro andaba todo el día detrás de ella, se había aprendido algunos fragmentos, y los repetía una y otra vez de corrido, casi sin tomar aire.

Una tarde en que mi tía arreglaba la cocina, fui a hacerle conversación:

“Tía, ¿Ya oíste al Rorro diciendo versos?”

“¿Cuáles versos?”

“Mira, ven.”

La llevé de la mano a la ventana que da al patio.

“¿Lo oyes?”

Se quedó escuchando por un momento y luego salió de prisa.

“¡Rorro!”

Le gritó.

“¡No se te ocurra decir esos versos delante de Anastasio! ¿Entendiste?”

El Rorro, asustado, guardó silencio unos instantes y luego continuó desde donde lo había interrumpido.

“¿Por qué no quieres que mi tío los oiga?”

Le pregunté intrigado.

“Porque…”

Se quedó pensativa.

“Porque son míos y no quiero que tu tío los escuche.”

“¿Son tuyos?”

Dije maravillado.

“Si, Panchito, son míos.”

“¿Y por qué no quieres que mi tío los oiga?”

“Porque no. Ya sabes cómo es tu tío.”

No tuvo que decir más.

La entendí perfectamente.

“Tienes razón, tía. Yo tampoco diré nada.”

Un tiempo después, estaba en el pasillo, afuera de la recámara de mis tíos y, sin querer, escuché:

“¿De quién es este cuaderno, Chabelita?”

“Mio.”

“¿Qué es lo que escribes aquí?”

“Nada. Dámelo, por favor.”

“¿Desde cuándo escribes versos?”

“No los leas, por favor. ¡Dame acá!”

“¿Por qué no me habías dicho que escribes, Chabelita?”

“No lo creí necesario, Anastasio. Además, sólo escribo por afición. Dame mi cuaderno. Sé que no escribo bien, pero me gusta.”

“No digas eso; en general está bien. Claro que podrías mejorar, pero eso sólo podrá ser a base de disciplina.”

“No pretendo publicar, sólo lo hago por gusto.”

“Pues, aunque así sea, debes tratar de mejorar tu técnica, y eso sólo lo lograrás si eres constante. De ahora en adelante escribirás diariamente y practicarás también la prosa. No importa que sean simplezas escuché cómo hojeaba el cuaderno, que no tenga contenido.”

Volví a escuchar el sonido del pasar de páginas.

“Que no sea interesante ni original…”

“¡Dámelo!”

Gritó ella, y agregó con voz tranquila:

“Tienes razón, Anastasio, voy a tratar de ser disciplinada y constante y de practicar la prosa; pero, para no perder la costumbre de seguir escribiendo simplezas poco originales y sin contenido, de ahora en adelante voy a dedicarme a escribir tu biografía.”

Mi tío salió de la recámara y cerró la puerta cuidadosamente, sin hacer ruido.

Yo me senté en el piso y, recargado en la pared, me hice el dormido.

Aún con los ojos cerrados sentí sobre mis párpados su mirada fulminante.



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En el texto hay: ficcion

Editado: 17.08.2024

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