Dónde Habitan Los Ángeles - Claudia Celis

Capítulo 16 - Don Pascual

Mi tío me había pedido que lo acompañara a visitar a don Pascual, el delegado de un pueblo donde iban a empezar a hacer una obra de electrificación.

Mi tío no había tenido tiempo de desayunar.

“Seguramente don Pascual nos invitará a almorzar.”

Me dijo.

”Yo ya desayuné, tío.”

“Pues quién como usted, Panchito. ¿Viera qué hambre traigo?”

“Puede almorzar en casa de don Pascual.”

Le sugeri.

“¡Qué más quisiera yo! Ya ve que él siempre tiene unos antojos deliciosos, pero, por desgracia, tengo el tiempo encima y no podré hacerlo. Ni modo, Panchito, mi destino era ayunar este día.”

Nos subimos al coche.

“¿Ya desayunó, Lino?”

Le dijo a manera de saludo.

“Sí, dotar.”

Respondió Lino sobándose el estómago.

“¡Pues qué envidia, Lino, qué envidia!”

Se acomodó en el asiento y cruzó los brazos para acallar su estómago.

Llegamos a casa de don Pascual.

Nos estaba esperando en la puerta.

“¡Señor presidente! ¡Qué gusto verlo!”

Corrió a recibirlo hasta el coche.

Entramos a la casa.

“¡Siéntense, por favor!”

Nos dijo con mucha amabilidad.

Mi tío comenzó la plática:

“Pues aquí andamos, don Pascual, tratando de olvidar el hambre…”

Don Pascual se levantó de un salto.

“¿Hambre? ¿Tiene hambre, señor presidente? ¡Permitame traerle algo!”

Se encaminó a la cocina.

“No, don Pascual, no se moleste; de veras, no tengo tiempo de comer nada. La visita de hoy será de doctor.”

El hombre se paró en seco en la puerta de la cocina.

“¿De doctor? Entonces, espéreme tantito.”

Se metió a otro cuarto.

Después de unos momentos, gritó:

“¡Ya estoy listo, doctor! ¡Pase usted!”

Entramos al cuarto que resultó ser una recámara.

Don Pascual estaba acostado en la cama, tapado hasta la barbilla.

“¿Se puede saber qué hace usted?”

Preguntó mi tío.

“Es para que me revise, doctor. Usted me acaba de decir que hoy no viene de presidente municipal, sino de doctor.”

“¡Muy bien!”

Dijo mi tío.

“¡Tráiganme el maletín del coche!”

Lino y yo fuimos y regresamos rápidamente, maletín en mano.

Sacó sus instrumentos médicos y revisó a don Pascual de cabo a rabo.

Cuando terminó nos dijo a Lino y a mí:

“Traigan de la cocina un batido de jugo de naranja con dos yemas de huevo.”

Volteó a ver al paciente.

“¿Tiene jerez, don Pascual?”

“¡Sí, doctor!”

Respondió en seguida, y luego volteó a vernos.

Está en las puertitas de abajo del fregadero.

“Le ponen una copita.”

Concluyó mi tío.

Salimos de inmediato para la cocina.

Regresamos con el batido y se lo dimos a don Pascual.

Mi tío se lo arrebató, revisó el contenido contra la luz, y quedó pensativo.

Estábamos muy intrigados.

¿Cuál sería el padecimiento de don Pascual?

El enfermo tenía cara de angustia.

De pronto, mi tío se llevó el vaso a la boca y se bebió el batido con voracidad; satisfecho, exclamó:

“¡Está usted completamente sano, don Pascual!”

“¡Gracias!, muchas gracias, doctorcito.”

Dijo con alivio el hombre.

Mi tío se dirigió a la puerta.

Don Pascual se levantó de un salto.

Estaba en calzoncillos.

Se enredó con una cobija y caminó de prisa tras él.

Antes de subir al coche, mi tío le dijo:

‘Mañana va usted a mi casa para que hablemos de la electrificación, ¡Ah!, y me lleva los cincuenta pesos de la consulta.”



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En el texto hay: ficcion

Editado: 17.08.2024

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