Dónde Habitan Los Ángeles - Claudia Celis

Capítulo 25 - Ramsés

Mi mamá se divorció de Moisés y muy pronto se volvió a casar.

Esta vez con Ramsés; un hombre joven y bastante bien parecido.

Cuando se acababan de casar, escuché una plática que me dejó helado:

“Es una mujer sin sentimientos, sin ninguna moral.”

Era la voz de mi tía Meche.

“Así es.”

Contestó mi tía Reme.

“De su hijo ni se acuerda.”

“Pobre Panchito.”

¡Estaban hablando de mi mamá!

No se dieron cuenta de que yo estaba al otro lado del corredor.

¡Qué mal me sentí ese día!

Como todas las noches, después de merendar, mi tío y yo salimos a caminar a los portales.

Aproveché para comentarle lo que había oído en el corredor.

Él permaneció en silencio, como si no me hubiera escuchado.

Cuando ya había perdido las esperanzas de obtener una respuesta, me dijo:

“Sólo vaya hacerle una observación y después usted mismo saca sus conclusiones: ¿No cree que dos personas tan feítas, como mis hermanas, que por estar esperando a los de a caballo se les fueron los de a pie, podrían haber hablado solamente por envidia? Ellas fueron las patitas feas de la familia; no como su abuelita y como yo.”

Alzó una ceja y sonrió de lado.

“Además, no es que su mamá no se acuerde de usted... ella piensa que aquí está mejor. En varias ocasiones nos dijo que ella no podía darle la estabilidad y la tranquilidad que aquí tiene, y aunque para ella era un sacrificio estar lejos de usted, estaba dispuesta a hacerla por su bien.”

“¿Les dijo que vivir sin mí era un sacrificio?”

Le pregunté ansioso de que me lo confirmara.

“Bueno, no exactamente.”

Me respondió.

“Pero le aseguro que eso es lo que ella siente.”

“¡Mentira! ¡Usted está inventando todo eso! ¡Usted no puede saber lo que ella siente!”

Le dije fuera de mí.

Después la tristeza me invadió y, con un hilo de voz, agregué:

“Perdóneme. La verdad es que mis tías tienen razón; yo no le importo a mi mamá... nunca le he importado…”

“Mire, Panchito.”

Me dijo.

“Usted debe tener en cuenta que su mamá no es una mujer común y corriente. Ella es extraordinariamente bella, y los que tienen algo de extraordinario no actúan como la generalidad de las personas. Imagínesela viviendo en forma rutinaria, como Reme o como Meche, y verá que esa imagen no le va. Es cierto que su belleza la ha convertido en una persona un poco individualista, con cierta tendencia a un inmoderado amor por sí misma... ¿Cómo le explicaré?”

“Egoísta.”

Le dije.

“Bueno... más o menos.”

Aceptó.

“Pero no la juzgue mal, ella…”

“Gracias por defenderla, tío.”

Lo interrumpí.

“A pesar de todo yo la quiero mucho y me duele que la critiquen.”

“¡Bravo!”

Gritó jubiloso.

“¡Así me gusta oírlo hablar! Con eso usted me está demostrando que ha madurado y que puede aceptar a las personas tal como son y disculpar sus errores. Hay mucho amor dentro de usted, Panchito, y el amor es lo único que transforma a las almas en excelentes.”

Reflexioné en sus palabras y me sentí muy contento; como si desde ese momento me hubiera dado permiso a mí mismo de sentir y de expresar libremente el gran amor que le tengo a mi mamá.



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En el texto hay: ficcion

Editado: 17.08.2024

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