Dónde Habitan Los Ángeles - Claudia Celis

Capítulo 30 - La Petición De Mano

Mis vacaciones habían terminado y había regresado a la casa de huéspedes en el Distrito Federal.

Toda la semana estuve pensando en Chucho y en Mariana.

El sábado siguiente, cuando llegué a la casa, encontré a Chucho muy contento.

Su padre, al fin, había accedido a ir a pedir la mano de Mariana.

“¡Mira, Pancho!”

Me dijo Chucho emocionado.

“Mi tía Chabela quiere que sea de Mariana el anillo que mi tío le dio cuando se comprometieron.”

Me lo enseñó en su estuche.

Una oleada de envidia me envolvió, pero logré disimular.

“¡Qué bueno!”

Le dije, admirando el anillo que siempre creí sería para mi novia.

Chucho pareció no darse cuenta de mi perturbación, pues siguió hablando entusiasmado:

“Mi tío Tacho se ofreció para organizar una cena en el salón Embajadores para el próximo sábado. ¿Te imaginas, Pancho? No sé cómo agradecerle todo esto.”

“Me alegro mucho por ustedes.”

Le dije sinceramente.

El día de la petición, en la casa todo era movimiento.

Mariana y doña Rosa, su mamá, habían ido a que mi tía Chabela les ayudara con su arreglo.

“¡Ay, Chabelita! ¡Me está picando!”

Gritó doña Rosa cuando mi tía le detuvo el cabello con un prendedor.

“Ni modo, Rosita, así se le ve muy bien; recuerde que las elegantes se aguantan.”

Respondió mi tía fijando con firmeza el broche.

“Tiene razón, Chabelita.”

Admitió doña Rosa con lágrimas en los ojos.

“Pero, ¿Antes de irnos me podría dar una aspirina?”

“¡Claro que sí, Rosita!”

Sacó una tira.

“Y se lleva las demás por si las dudas.”

Llegamos al salón.

Mariana y Chucho estaban felices.

Al poco tiempo llegaron mis tíos Juan y Coty con mi prima Caty.

Habían invitado a los amigos más allegados: los Torres, los García, los Mayers, los López Mendívil, los Aragón y los Mir.

Del pueblo llegaron: mi abuela, mis tíos y primos, y mis padrinos Pedro y Sara.

No me extrañó que mi mamá no asistiera.

Mi tío Juan hizo la petición de mano.

Aunque cortés, se notó frío y seco.

Doña Rosita respondió un poco incómoda, pero con mucha educación.

Luego, mi primo Chucho puso el anillo en el dedo de su novia y yo sentí un vuelco en el estómago.

Después brindamos y la música comenzó.

Correspondía a mi tío Juan bailar la primera pieza con la novia, pero al ver que no tenía intenciones de hacerla, mi tío Tacho se levantó y se dirigió a Mariana:

“Quisiera pedir esta pieza a quien, como linda flor, ha venido a perfumar nuestra familia.”

Caty, que estaba sentada junto a mí, hizo un agrio comentario:

“No sé cómo mi papá puede permitir que mi hermano se case con ésa…”

“No seas cruel, Caty.”

Le reproché un tanto incómodo.

“Mariana es muy buena. No debes juzgar a las personas tan a la ligera.”

“¡No, Pancho!”

Insistió.

“¡Nunca aceptaré a ésa como de la familia!”

Se levantó y se fue a otro lugar.

Yo me alegré.

Al terminar de bailar, mi tío Tacho se sentó junto a mí, en el lugar que Caty acababa de abandonar.

“Ella está en el mismo plan que su padre, ¿No es así, Panchito?”

Me preguntó.

“Sí, tío.”

Respondí en tono reflexivo.

“No los entiendo.”

“¡El tiempo, Panchito!... El tiempo pone todo en su lugar.”

Aseguró.

“¡Qué linda se ve Mariana! ¿No le parece, tío?”

Le comenté mirando a los novios, que bailaban encantados.

“El anillo le quedó perfecto…”

“Así es.”

Respondió.

“Por cierto.”

Me dijo.

“No quiero volver a ver en su rostro ninguna señal de envidia. Para usted tenemos reservados nuestros anillos de bodas. Desde hace mucho, Chabelita y yo acordamos que éstos serían para nuestro hijo consentido…”

Y apretó mi mano con cariño.



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En el texto hay: ficcion

Editado: 17.08.2024

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