Dónde Habitan Los Ángeles - Claudia Celis

Capítulo 33 - Alfonsina

Cuando entré a la universidad a estudiar economía conocí a una muchacha que, aunque bastante fea, me llamaba la atención por su inteligencia.

Comenzamos a hacer amistad y surgió entre nosotros una corriente de simpatía que se convirtió en salidas al cine, al teatro o, simplemente, a caminar por la ciudad.

Pero las cosas se complicaron.

Alfonsina se enamoró de mí y yo, ni por equivocación, sentía lo mismo.

Traté de alejarme de ella pero no pude.

Se tomó muchas pastillas para dormir y se puso gravísima.

Yo me asusté.

Me sentía culpable.

Cuando se estaba recuperando, me hizo prometerle que nunca la dejaría y que la amaría por siempre.

Me sentí atrapado.

Decidí contarle todo a mi tío Tacho.

“¿Y hasta dónde piensa usted dejar llegar esta situación?”

Me preguntó.

“No lo sé, tío no puedo abandonarla... ella es muy buena y me quiere mucho.”

“¿Y no le parece que también es importante lo que usted sienta?”

Me dijo.

“¿No cree que siempre es mejor la más amarga de las verdades que la más dulce mentira?”

Me preguntó.

“Sí, tiene usted razón.”

Admití.

“Pero si la abandono ella terminará con su vida…”

“¿Entonces usted piensa que lo correcto es sacrificar la suya a cambio de la de ella?”

Me preguntó.

“Pues no, tío.”

Le respondí incómodo.

“Pero, ¡Entiéndame!, yo no puedo hacer sufrir a alguien que, aunque no amo, me da tristeza por la forma en que me quiere.”

Quedó pensativo y luego me dijo:

“¿Por qué no la trae el próximo fin de semana? Me gustaría conocerla y así poder darle mi opinión con conocimiento de causa.”

Llegué con Alfonsina.

Mis tíos la recibieron con gusto.

Él no dejaba de mirarla.

Cuando menos lo esperaba, se me acercó y en voz alta me dijo:

“¡Cómo es usted exagerado, Panchito! ¡Esta muchacha no está tan fea como usted dice!”

El rostro de Alfonsina se encendió.

Yo me quedé helado.

Durante la comida, Alfonsina se mostró contenta y animada, aunque fría conmigo.

Al terminar, mi tía Chabela nos invitó a dar un paseo por la huerta.

Ellas se fueron juntas, por delante de nosotros.

“Pues sí, Panchito.”

Comenzó a decir mi tío.

“Tiene usted razón, esta muchachita es muy simpática y muy inteligente…”

Yo le hice señas para que bajara la voz, pero tal pareciera que entendió lo contrario.

“Aunque no creo que haga usted bien en andar con ella sin amarla entiendo que se sienta culpable por no poder quererla... Pero yo creo que la lástima es un sentimiento muy triste... Sinceramente pienso que ella merece mucho más y no me cabe en la cabeza cómo es que, valiendo tanto, esta encantadora mujer se valore en tan poco…”

Mi tía trataba de distraer a Alfonsina contándole la historia de sus limones y enseñándole las flores de los duraznos.

Yo quería que la tierra me tragara.

¿Cuál sería la reacción de Alfonsina después de haber escuchado una verdad que yo no me atrevía a decirle?

Cuando regresábamos de San Miguel, Alfonsina iba seria y pensativa.

Yo me sentía apenado y también iba callado.

De pronto, ella rompió el silencio:

“Pancho, creo que me he portado como una tonta.”

“No digas eso... yo... ¡Perdóname!”

Fue todo lo que pude decir.

“No te disculpes.”

Me dijo.

“Yo he sido la única responsable. Deseaba con toda el alma que me quisieras como yo a ti. Quería retenerte a costa de lo que fuera... pero tu tío tiene razón; yo no quiero que estés conmigo por compasión.”

“Alfonsina.”

Supliqué.

“No quiero que te sientas mal…”

“No, Pancho.”

Me dijo.

“En verdad he abierto los ojos y no estoy resentida. Sé que soy fea…”

“¡No!”

Le interrumpí.

“Quizá no seas muy bonita fisicamente, pero por dentro…”

Ella sonrió y me tomó de la mano.

“Ya lo sé.”

Me dijo con cariño.

“Pero yo necesito tener a alguien que le guste por dentro y por fuera... ¡Y lo voy a encontrar! ¡Ya lo verás, Pancho, ya lo verás!”



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En el texto hay: ficcion

Editado: 17.08.2024

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