Dónde Habitan Los Ángeles - Claudia Celis

Capítulo 36 - Mi Prima Caty

Llegué a la casa de huéspedes y la dueña me dijo que una muchacha me estaba esperando en la sala.

Fui para allá.

Era mi prima Caty.

Me dio gusto verla, aunque su visita me extrañó, ya que desde la comida en casa de Chucho y Mariana no la había vuelto a ver.

Yo me había enojado bastante por su comportamiento y ya no la había buscado, ni ella a mí.

“¿Qué te trae por aquí?”

Le dije tratando de mostrar indiferencia.

Ella me miró y se soltó llorando.

“¿Qué te pasa?”

Le pregunté preocupado.

“¡No sé qué vaya hacer!”

Decía una y otra vez.

Se veía desesperada.

“Cálmate, Caty.”

La abracé.

“Cuéntame qué te pasó.”

“Estoy embarazada.”

Me dijo de sopetón.

La sorpresa me dejó sin habla.

Ella quedó en silencio también.

Sus manos temblaban.

Después de un largo momento, cuando ya me había repuesto un poco de la impresión, tomé sus manos y las acaricié; en verdad me sentía conmovido.

De repente empezó a hablar:

“Valente prometió casarse conmigo pero cuando supo lo que pasaba desapareció; se fue sin decir nada... ¡No sé que voy a hacer! ¿Te imaginas, Pancho? ¡Me engañó! ¡Todo fue mentira!...”

Sus palabras salían como torbellino.

“Tranquilízate.”

La abracé.

Ella se acurrucó junto a mí.

Seguía siendo la niña indefensa y consentida.

“Mi papá me corrió.

Me dijo después de un rato.

“¿Y tu mamá?”

Le pregunté.

“Hizo todo lo que pudo pero no logró nada. Ya sabes cómo es mi papá.”

Lo sabía; sí.

Rosita, la hija de Mariana y Chucho, ya había cumplido un año y él no la conocía.

“¿Ya hablaste con Chucho?”

“No.”

Me contestó apresurada.

“No quiero que lo sepa. ¿Qué va a pensar de mí?”

Empezó a llorar de nuevo.

“Caty.”

Le dije con seriedad.

“Es importante que tu hermano lo sepa. Él te quiere mucho.”

“¿A pesar de lo mal que me he portado con ellos? ¿Después de lo grosera que he sido con Mariana?... Sólo he visto a la niña una vez desde que nació, ¿Crees que puedan perdonarme?”

“Tú eres su hermanita, Caty. Creo que vale la pena intentarlo.”

Le dije.

Llegamos a San Miguel por la noche.

Mis tíos estaban de visita en casa de Chucho y Mariana.

Todos se extrañaron al vernos.

“¿Pasa algo?”

Preguntó mi tío Tacho antes de saludamos.

Lo tranquilizamos y tratamos de comportamos como si nada.

Caty fue muy amable con Mariana; todos la vieron con desconfianza.

Luego pidió que la dejaran ver a la niña, que ya estaba durmiendo, y la extrañeza aumentó.

Mariana la condujo a la recámara de su hija y, aprovechando su ausencia, mi tío empezó a interrogarme sobre nuestra repentina llegada y la inexplicable amabilidad de Caty.

Mis respuestas no lo convencieron y se soltó a decir todo lo que pensaba:

“... y se me hace muy raro que así, nada más porque sí, a Caty se le haya antojado visitar a su hermano y a Marianita, con quienes ha sido tan grosera y tan cruel; y que ahora resulte que quiere ver a Rosita aunque sea dormida no, Panchito, aquí hay gato encerrado... Algo ha de querer esa muchacha.”

Caty y Mariana ya estaban en el pasillo.

Mi tía Chabela, que se había dado cuenta, le hizo una seña a mi tío para que se callara.

“Déjalo, tía.”

Dijo Caty.

“Mi tío tiene toda la razón. Me he portado muy mal con ellos y ahora vengo a pedirles ¡Que me perdonen!”

Chucho se levantó a toda prisa y la abrazó.

Mariana también.

Luego los tres se reunieron con mis tíos y conmigo y Caty les contó todo.

Mariana y Chucho le ofrecieron su casa.

Mi tío Tacho parecía muy satisfecho.

“Qué gusto me da que esta egoísta muchacha reconozca sus errores.”

Dijo mi tío al despedirse.

“La felicito, Caty.”

La tomó de los hombros.

“El que usted admita que ha sido mala... habla muy bien de usted. Sería imperdonable que negara que se ha comportado como un ser nocivo que ha abusado de la bondad de estos dos muchachos. De ahora en adelante cuente conmigo para lo que se le ofrezca. Claro, no sería así si usted hubiera persistido en su vileza, en su…

“¡Anastasio!”

Intervino mi tía Chabela.

“¡Discúlpate con la niña! ¡No le estés diciendo esas cosas tan horribles!”

Mi tío pareció tomar conciencia de sus palabras.

“Es verdad, Caty, discúlpeme, creo que me excedí.”

La abrazó.

“Su hijito tendrá en mí a un tío bisabuelo que lo querrá de verdad. Cuente conmigo, Caty. Siempre.”



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En el texto hay: ficcion

Editado: 17.08.2024

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