Dónde Habitan Los Ángeles - Claudia Celis

Capítulo 40 - Extraña Despedida

Cuesta trabajo creer que en tan poco tiempo la vida de uno pueda cambiar tanto...

Aprobé el examen profesional por unanimidad.

Para evitar nerviosismos extras, le había pedido a mi tío que no asistiera al examen; acordamos que nos veríamos por la tarde en San Miguel para festejar.

Antes de salir del salón donde había sido el examen una de las secretarias de la universidad me dio un sobre que un mensajero había dejado para mí.

Todo imaginé menos que fuera una carta de mi tío.

Salí al patio, abrí el sobre y saqué la carta:

-Querido hijo: Cuando esté usted leyendo ésta, yo ya me habré retirado. Mi quehacer por estos lugares terminó. Usted acaba de dar el paso definitivo para iniciar una brillante carrera profesional y yo doy por concluido mi compromiso con la vida. Chabelita y yo acordamos esperar hasta este día, pero ni uno más. Me voy con ella, Panchito, ahí está mi sitio. El equipo de alpinismo se lo dejo casi completo, sólo me llevo la brújula para no perder el rumbo donde habitan los ángeles, no vaya a ser que me desoriente y me vaya para el lado contrario. No olvide leer las instrucciones para después de nuestra muerte.

Sentí una punzada en el corazón.

¿Por qué mi tío hablaba así?

Llegué a la pensión a recoger mi dinero, y ahí, en el cajón de mi buró, estaba también el sobre que mi tío me había dado.

Lo tomé y lo guardé.

Al salir, la dueña de la casa me dijo que mi primo Chucho me había estado hablando por teléfono.

Un negro presentimiento nubló mi mente.

Llegué aquí, a la casa.

Estaba llena de gente.

Chucho corrió a recibirme.

“¿Qué pasó?”

Le pregunté, temiendo oír la respuesta.

“Murió mi tío.”

Me dijo.

Entre sollozos nos abrazamos.

Se nos unieron Caty y Mariana.

“¿Qué le pasó?”

Les pregunté confundido.

“El doctor García dijo que fue su corazón.

Respondió Caty.

“¿Desde cuándo empezó a sentirse mal?”

Quise saber.

“Todo fue muy repentino.”

Me dijo Chucho.

“Ayer fue a mi casa y se encontraba bien. Pasó mucho tiempo con los niños y antes de irse se puso a darnos consejos a Mariana, a Caty y a mí. Luego, le dio un sobre a Caty advirtiéndole que lo abriera hasta hoy, Caty asentía con la cabeza, y resulta que en ese sobre están las escrituras de un terreno en Celaya y un papel notarial donde dice que la nueva dueña es Caty.”

Fui a la recámara de mi tío.

Mucha gente estaba alrededor de la cama, donde mi tío yacía tranquilamente, como si durmiera.

Me incliné para besar sus manos.

Una de ellas apretaba fuertemente la brújula que se mojó con mi llanto.

Fui hacia el doctor García y, a manera de reclamo, le pedí que me explicara cómo había sido posible que el corazón de mi tío hubiera fallado así, tan de repente, sin haber mostrado antes ninguna señal de enfermedad, que mi tío siempre había sido muy sano y que se me hacía muy raro todo esto.

“A veces, cuando se ha querido tanto en la vida y el ser amado se va, el corazón se ve atacado por una terrible enfermedad, para la que no hay cura, que se llama pena. Eso fue lo que le pasó a tu tío, Panchito. Él quería irse con Chabelita y te aseguro que en estos momentos no hay hombre más feliz que él.”

“Tiene razón, doctor.”

Le respondí pensativo.

“Dejó esto para ti.”

Me dijo, y me entregó un sobre.

Lo abrí.

Contenía un recado con los anillos de bodas de mis tíos, prendidos con unos seguritos de metal:

-Hijo: Como le había prometido, aquí están nuestros anillos. No tire los seguritos hasta haber comprobado que mis ojos estén perfectamente cerrados; de no ser así, utilícelos para este efecto.

Reí a pesar de las circunstancias.

Guardé los anillos con mucho cariño, y también los seguritos.

En ese momento recordé el sobre de las instrucciones.

Lo saqué de la bolsa de mi camisa, lo abrí y leí la última voluntad de dos que se amaron en verdad:

-Nosotros, Anastasio López. Negrete e Isabel Aguilera de López, deseamos que a nuestra muerte se nos entierre juntos, es decir, en la misma caja y nos acomoden frente a frente, mucho muy cerca uno del otro.

Estaban ahí sus firmas que yo conocía tanto.

Eran las mismas que aparecen en mis boletas de calificaciones, en mis permisos, en mis constancias médicas y en todos mis documentos.



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En el texto hay: ficcion

Editado: 17.08.2024

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