Donde la Realidad se Rompe

La sombra de lo que quise representar

  • ¿Jayce?

La voz de mi madre es prácticamente un susurro. Su mirada está petrificada, recorriendo la venda que rodeaba mi abdomen. Puedo notar una ligera angustia.

  • Solo son vendas mamá, no hay una enorme herida sangrienta debajo que deba preocuparte, solo es un pequeño moratón, ya sabes qué Sorel es una exagerada. – me incorporo sintiendo un pinchazo de dolor en la espalda – me he… hecho daño peleando con Darian, ya sabes como se pone con tal de demostrar que su fuerza es superior.
  • Pensaba que te habían atacado en la revuelta que ha ocurrido hace un rato. – su tono denota una ligera ansiedad que me hace entender que no quiere hablarme más del tema hasta recabar más información.

Hacía años que se descubrió acerca de la capacidad que tenían las ninfas para cambiar su forma y convertirse en personas existentes. Produciendo que toda la sociedad entrara en un ligero estado de desconfianza hacia las personas que conocía, las familias se escondieron en sus hogares y crearon códigos secretos para protegerse de cualquier tipo de sabotaje o asesinato.

¿Cómo podía mantenerse estable una sociedad en la cual nadie podía fiarse de nadie?

Y era normal que desearan deshacerse de los nobles de Duperhouse, ellos las habían desterrado por no participar activamente en la guerra contra los habitantes de Hunderpride, y actualmente, cientos de años después, no se les ha perdonado esta traición.

  • Tenía miedo de que alguna ninfa de las que había por la zona se hubiera vinculado contigo. – Las palabras de mi madre me devolvieron a la realidad – Podría haber sido el fin de la familia Haredworth. – insistió mi madre – No quiero que salgas tan lejos, y menos cuando tu padre no está para vigilar los alrededores. Tampoco podemos asegurar que Darian no acabe vinculado.

Olvidé mencionar que las ninfas, para lograr suplantar la identidad de alguien, necesitan tener contacto directo con esa persona, es decir, tocar su piel en una zona que no se encuentre cubierta. Normalmente la cara, las manos o el cuello. No voy a adentrarme en casos particulares en los que esto ocurra de otra manera.

Esto también supone la razón por la cual las personas han optado por reducir al máximo cualquier tipo de contacto físico con los demás.

  • La familia de Darian tiene tanto cuidado como la nuestra, mamá. – replico cruzándome ligeramente de brazos y arrugando el gesto – ¿Puedes pedirle a Sorel que me…?
  • ¿Y si ha habido algún ataque en el interior de la frontera? Podría haberle tocado alguna y condenar a toda su familia a una pesadilla. – Me miró nuevamente las vendas que llevaba en el abdomen – Además peleáis cuerpo a cuerpo, podría ocurrirte cualquier cosa, hijo mío. No necesitas entrenar, la única forma de ganar esta batalla es refugiándote aquí.
  • Es solamente un entretenimiento, es a la única persona que me dejas – o dejabas – ver, necesitamos cambiar un poco la rutina, tampoco es que pase nada interesante en el interior de nuestras casas como para contárnoslo.

Mi madre me miró a los ojos ligeramente ofendida, pero sabía que no podía replicarme nada de lo que había dicho. Ya había intentado explicarme multitud de veces los peligros que tenía el exterior, pero yo seguía empeñado en lo ridículo que me parecía escondernos de algo durante cientos de años sin saber exactamente si suponía un peligro real. Siempre que recibíamos noticias de un ataque de ninfas nunca llegaba información sobre que consecuencias había tenido en la ciudad, a quien se habían vinculado y a quien habían asesinado.

Nos fiábamos ciegamente de los testimonios de los guerreros que las desterraron, pero me parecía algo demasiado globalizado como para considerarlo una mentira. La gran mentira de la sociedad.

Pero yo necesitaba respuestas, necesitaba escapar de allí. Mi familia se estaba ahogando, pero yo quería salir a la superficie.

  • ¡Sorel! ¿Puedo quitarme las vendas? – La empleada que trabaja para mi familia acudió a mi llamado.
  • Sería mejor que no, por la herida de su espalda. – respondió recogiendo un trozo de algodón que había acabado en el suelo. – No le diré a su madre como se la hizo, pero deje la venda para que cicatrice, será lo mejor.

No podía permitir que mi madre supiera que esa herida no era cosa de Darian. Que llevaba semanas pidiéndole que fuera mi tapadera para visitar a Heather.

Heather era una chica que vivía al otro lado de la frontera, en Hunderpride, el reino que quedó masacrado tras la guerra y que no estaba “protegido” de las ninfas y sus ataques furtivos. Había acudido a el buscando respuestas, si alguien había visto alguna ninfa, debía de ser de allí.

La conocí la primera vez que salté la frontera, caí mal y quedé inconsciente, al despertar ella estaba intentando ayudarme. Me pareció que tenía una empatía superior a la de nadie que conocía, ya que una persona de Duperhouse me hubiera dejado tirado en el suelo para prevenir el peligro.

A ella le preocupaban las personas.

☆☆☆

No acostumbro a despertarme en una cama que no sea la mía, asi que fue una experiencia bastante extraña.

  • ¿¡Donde estoy!? – exclamé más asustado que sorprendido - ¿¡Quién eres tú!?
  • Tranquilo, te has caído de la frontera y has quedado inconsciente, mi hermano me ha ayudado a traerte hasta aquí – mi miró fijamente un segundo y apartó la mirada con un poco de… ¿miedo? – Perdón, no quería que murieras. Eres del otro lado de la frontera, debes tener más cuidado. No eres bienvenido aquí.

Era algo que no había pensado, pero si, supongo que ser un habitante del reino que les condenó a la situación en la que se encuentran no es lo que más les apetece ver merodeando.

  • ¿Crees que se nota mucho de donde vengo? – Miré mi ropa, era bastante obvio, podría haberme cambiado con algo más discreto para venir a esta zona – Gracias por ayudarme. Esto…




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