La noche había caído sobre la ciudad como un manto pesado y opresivo, pero Noah parecía impermeable a cualquier sensación que no fuera el control absoluto. Sentado en su oficina, un espacio frío y oscuro sin ventanas, donde el único latido era el zumbido constante de los monitores, su mente trazaba cada movimiento, cada posible ruta, cada reacción de Claudia. Para él, el tiempo estaba detenido en esa habitación; el mundo exterior era un escenario que se desplegaba a sus pies, y él, maestro de marionetas, manipulaba cada hilo.
Frente a él, una pared entera de pantallas mostraba en vivo las calles, los edificios, las sombras. Esa ciudad que parecía normal era su imperio, su reino de silencio y miedo. El poder residía en los detalles, en saber qué hacían los demás antes de que siquiera lo pensaran. Pero había una variable que escapaba de sus cálculos: Claudia.
El nombre resonó en su mente como una amenaza y una obsesión. Apretó los nudillos contra la superficie de madera negra que tenía delante. Una pequeña herida fresca comenzó a sangrar, la sangre goteó lentamente, manchando la mesa. No era dolor físico lo que le causaba la herida: era la furia, la rabia de perder el control, de ver a alguien a quien creía suyo escapar.
—No se va tan lejos sin dejar un rastro —musitó con voz baja y áspera, más para sí mismo que para nadie más.
Detrás de él, dos hombres de su confianza permanecían inmóviles, como sombras listas para actuar. La calma aparente de Noah era solo la superficie de una tormenta contenida.
—Encuéntrenla —ordenó—. Pero no la toquen. No todavía. Solo sigan sus pasos. Quiero saber exactamente cómo huele su miedo cuando cree que es libre.
Uno de los hombres, con un gesto escéptico, cuestionó:
—¿Y si contacta a la policía? ¿O si intenta cruzar la frontera?
Noah esbozó una sonrisa fría, que no llegaba a sus ojos.
—Claudia no es estúpida —respondió—, pero tampoco es insensible. No puede romper con todo lo que dejó atrás. Aún siente culpa, miedo, preocupación. Por Sara, por su madre… por todo lo que no sabe cómo dejar atrás. Es esa mezcla la que la va a traer de vuelta. O la que la va a destruir.
Se levantó con paso firme y se dirigió a un pequeño estante donde guardaba objetos personales de ella. Tomó una caja de madera antigua, la abrió con una llave diminuta que colgaba de su cuello. Dentro, reposaba una cadena con un dije en forma de luna de plata. Un símbolo silencioso de lo que alguna vez tuvo y quiso poseer.
Sujeto el collar con dedos firmes.
—No necesito que me ame —murmuró, la voz cargada de una amenaza velada—. Solo necesito que recuerde cómo se sentía pertenecerme.
Entonces levantó el teléfono con la precisión de quien siempre sabe el siguiente paso. Marcó el número de su operador más confiable.
—Activa el protocolo “caja de espejos” —ordenó sin titubear—. Quiero que Claudia vea solo lo que yo le permita. Que dude de todos, que sienta que nadie puede protegerla. Ni Sara. Ni su familia. Ni siquiera ella misma.
Hubo una pausa. Su mirada se endureció como el acero.
—Y si alguien se interpone… elimínenlo. Sin rastros. Sin ruido.
Colgó el teléfono y sirvió un trago de whisky oscuro. Se acercó a uno de los monitores con la mirada fija, buscando cualquier señal de ella. Claudia no aparecía en ninguna cámara todavía, pero Noah ya la veía en su mente: perdida, confundida, cansada… exactamente donde la quería.
No necesitaba perseguirla para atraparla. Su poder no era físico, sino psicológico. Noah era el arquitecto invisible de su prisión.
Cada mentira, cada sospecha inducida, cada sombra en la que se ocultaba, formaba parte de un plan mucho más grande.
Un juego de espejos donde Claudia solo vería reflejos distorsionados de la verdad.
Y mientras ella luchaba por aferrarse a la libertad, él estaba seguro de que, al final, descubriría que nunca se había ido realmente.
Que la cadena que la unía a él era más fuerte que cualquier deseo de huir.
Porque Noah no solo quería recuperarla. Quería quebrarla.
Y lo haría desde la distancia, con la paciencia fría de un depredador que sabe que la presa siempre vuelve a la trampa.
Editado: 29.06.2025