Donde muere la lealtad

Capitulo 18

Claudia no sabía cuánto tiempo llevaba caminando por esas calles sin rumbo fijo. La noche la envolvía con un manto de silencio roto solo por el eco lejano de los autos y el susurro del viento que se colaba entre los edificios. Sentía que cada paso era un acto de desafío, una pequeña victoria sobre el miedo que Noah había sembrado en su vida.

Pero esa victoria era frágil, como cristal a punto de romperse.

Su teléfono vibró con una alerta: un mensaje de Sara.

“¿Estás bien? Te llamo en 10.”

Claudia miró a su alrededor, sintiéndose observada. La paranoia que Noah cultivaba en su mente crecía con cada instante. Sabía que no estaba sola, aunque intentaba convencerse de lo contrario.

Cada sombra parecía moverse con intención. Cada susurro lejano le clavaba un dardo invisible. El control que Noah ejercía sobre ella se sentía como una presencia tangible, una cadena invisible que apretaba cada vez más.

Decidió sentarse en un banco del parque, tratando de calmar la respiración acelerada y el latido desbocado de su corazón. Cerró los ojos y trató de recordar cómo era sentirse libre. Pero la libertad ahora se le antojaba un concepto vacío, casi inexistente.

Su mente le jugaba en contra: ¿Y si Noah tenía razón? ¿Y si no podía confiar en nadie? ¿Y si Sara también la había traicionado, como sugerían esos falsos audios? El muro que había construido contra el dolor amenazaba con derrumbarse.

La llamada de Sara llegó y su voz, dulce y preocupada, atravesó la distancia.

—Clau, ¿dónde estás? Te noto diferente... ¿me puedes contar qué está pasando?

Ella dudó. La voz de Sara era un faro, pero también una posible trampa.

—No lo sé, Sara —respondió con un hilo de voz—. Siento que todo se desmorona. Que no puedo respirar. Que no sé en quién confiar.

—No estás sola —insistió Sara—. Estoy aquí, ¿recuerdas?

Pero Claudia ya estaba perdiendo fuerzas para creerlo.

El miedo y la soledad se combinaron en un cóctel paralizante. Cerró los ojos, sintiendo una lágrima deslizarse por su mejilla, mezcla de frustración y cansancio.

Entonces, sintió un movimiento cerca de ella. Un hombre, de gabardina oscura, con pasos que se hacían más firmes. Claudia se levantó de un salto, su cuerpo reaccionando antes que la mente.

Comenzó a correr, con la adrenalina surgiendo en oleadas. No había mirado atrás, pero sabía que la seguían. El corazón le latía en la garganta, sus piernas temblaban, pero no podía detenerse.

La persecución había comenzado.

En medio de la noche, Claudia se enfrentaba a su peor enemigo: el miedo real y presente. Y la sombra de Noah se hacía cada vez más grande, envolviéndola con su telaraña sin que pudiera escapar.



#347 en Joven Adulto
#1801 en Otros
#314 en Acción

En el texto hay: libertad, amor, manipular

Editado: 29.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.