Donde Nadie Nos Encuentre

Donde Nadie nos encuentre

Desde que Yoon Yum Min tenía memoria, Axel Smit había estado allí. Era el niño de cabello desordenado y sonrisa protectora que lo ayudaba a subir a los columpios cuando aún no alcanzaba. El chico que le cubría en los juegos bruscos del barrio. El amigo que se volvió su refugio en una casa donde la frialdad y las expectativas eran lo único que florecían.

Axel era tres cosas para él: un faro, un hermano mayor sin sangre, y —aunque no se decía en voz alta— su primer amor.

A medida que crecían, esa conexión que comenzó en la niñez se fue convirtiendo en algo más fuerte, más prohibido. La familia de Yoon, tradicional y de valores estrictos, veía en Axel una mala influencia. “Viene de una familia rota”, decían. “No tiene rumbo”. Pero Yoon veía lo contrario. Axel era libre, tierno, lleno de sueños. Él quería ser tatuador, montar su estudio en una ciudad donde nadie lo conociera, lejos de la sombra de su pasado. Yoon quería… quería estar con él.

Cuando Yoon cumplió 18, las cosas llegaron a un límite. Su padre le prohibió volver a ver a Axel. Le dijo que ahora era un hombre, y los hombres “no se aferran a personas que los arrastran al fracaso”.

Esa noche, Yoon le escribió a Axel un mensaje simple:
“¿Nos vamos?”

No hizo falta más. Axel apareció en su ventana, como tantas veces antes, solo que esta vez con una mochila al hombro y las manos temblando de emoción.

—¿Estás seguro? —preguntó Axel, con voz baja pero urgente.
—Estoy más seguro de ti que de todo lo que me han enseñado —respondió Yoon, subiendo al asiento trasero de la vieja moto de Axel.

Así comenzó su viaje.

No tenían mucho dinero, solo algunos ahorros de Axel y un par de billetes escondidos por Yoon. Cruzaron pueblos, compartieron camas en pensiones olvidadas, rieron bajo tormentas y discutieron sobre cuál sería su próximo destino. Axel tatuaba en pequeños estudios donde lo aceptaban por semanas. Yoon tomaba fotos, escribía en su libreta, y aprendía lo que era vivir sin miedo.

Pero no todo era fácil. A veces, Yoon dudaba. Extrañaba a su madre en silencio. Axel también tenía días oscuros, donde sentía que estaba arrastrando a Yoon a una vida incierta.

Una tarde, sentados en una playa desierta, Yoon tomó la mano de Axel y le dijo:
—No estoy huyendo de mi familia. Estoy corriendo hacia ti.

Axel, con la voz rota, respondió:
—Yo también te elegí. Desde hace mucho. Solo que ahora tú también me elegiste a mí.

Años después, abrirían su propio pequeño local en una ciudad costera, donde Axel tatuaba y Yoon exponía sus fotos. Lo llamaron “Libre”.

Nadie preguntaba por sus apellidos. Solo los conocían como Axel y Yoon, los chicos del estudio junto al mar. Los que se miraban como si el mundo hubiera valido la pena solo por ese instante.

Y así, entre tinta y luz, crearon una vida donde no necesitaban permiso para ser ellos mismos.



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En el texto hay: superacion union, romancejuveniel, lgbt+

Editado: 30.06.2025

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