Donde Nadie Nos Encuentre

Capítulo 9: “Firmas y cicatrices”

Una semana después del evento, Libre era más visible que nunca.

La nota en el periódico local se volvió viral en redes. Un grupo de abogados jóvenes ofreció ayuda pro bono. Una arquitecta colaboró con los planos necesarios para transformar el espacio en un centro cultural comunitario registrado legalmente. La lucha, por primera vez, tenía una forma concreta.

Pero también tenía un precio.

—Si aceptamos legalizarlo como centro cultural —dijo Paula, revisando los papeles con Yoon y Axel—, van a supervisarnos. Van a tener que revisar quién vive aquí, qué talleres damos, qué alimentos servimos. Ya no seremos totalmente libres.

Axel se apoyó contra la pared. El tatuaje en su cuello, antes símbolo de rebeldía, ahora parecía una promesa tatuada con fuego.

—¿Y si al adaptarnos perdemos lo que somos?

—¿Y si al no adaptarnos, lo perdemos todo? —respondió Yoon, con la voz más firme que nunca.

Esa noche fue larga. Discutieron, votaron, lloraron. Lucía temía que el estudio se volviera algo frío, impersonal. Omar no quería que el sistema decidiera quién podía o no quedarse. Yoon pensaba en los chicos que aún no habían llegado. Los que seguirían buscando un lugar como el que ellos crearon.

Fue entonces cuando Axel dijo algo que los silenció a todos:

—No estamos rindiéndonos. Estamos asegurando que esto no muera con nosotros. Libre no tiene que ser clandestino para ser real. Puede ser legal… y seguir siendo nuestro.

Dos semanas después, firmaron los primeros documentos. No fue fácil. Les pidieron ajustar espacios, limpiar registros, incluso separar el área de vivienda de la zona de actividades. Cada firma era un paso adelante… pero también un pequeño desprendimiento de la versión romántica y desordenada de Libre.

Pero al final, lo lograron.

Libre fue reconocido oficialmente como un Centro Comunitario Independiente de Arte y Apoyo Social.

La notificación llegó una mañana de abril, con el sol entrando por las ventanas abiertas, y Lucía aún en pijama. Omar fue quien la leyó en voz alta, sin respirar hasta el final.

Axel rompió en lágrimas. No de tristeza, sino de puro cansancio contenido.

—Lo hicimos —susurró Yoon, abrazándolo desde atrás—. Sin escondernos. Sin pedir permiso para existir.

Esa noche, celebraron. No con una fiesta grande, sino con lo de siempre: música suave, té caliente, una fogata frente al mar, y un cuaderno donde cada uno escribió una frase sobre lo que Libre significaba para ellos.

Lucía escribió:

“Me dieron un techo, pero también me devolvieron el cielo.”

Omar escribió:

“Aquí me llamaron por mi nombre, no por mi miedo.”

Y Axel, con la tinta aún fresca en los dedos, escribió lo más simple de todo:

“Somos posibles.”

Yoon cerró el cuaderno y lo guardó en una caja fuerte de madera, junto con los primeros dibujos, la copia del acta de registro, y la foto de ambos la noche en que huyeron.

Porque todo eso —lo imperfecto, lo legal, lo libre— ya era historia.



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En el texto hay: superacion union, romancejuveniel, lgbt+

Editado: 16.07.2025

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