Donde Nadie Nos Encuentre

Capítulo 10: “Lo que crece… y lo que duele”

Todo empezó con un correo.

Yoon estaba limpiando la cámara con la que había documentado casi todo desde que huyó de casa: la risa de Axel, las paredes de Libre, las manos de Lucía dibujando, las lágrimas de Omar leyendo su primer poema en público.

Lo abrió sin pensarlo mucho, mientras tomaba café.

“Felicitaciones. Ha sido seleccionado para la Beca de Fotografía Humanista en la Academia de Florencia. Italia. Un año de formación intensiva. Hospedaje incluido. Traslado cubierto.”

Yoon parpadeó. Dos veces. Luego se quedó en silencio. La taza tembló en su mano.

Esa noche, no lo contó enseguida. Observó a Axel tallar un nuevo diseño para un mural. A Lucía enseñar a una niña a usar el aerógrafo. A Omar ayudando a reparar una silla con cinta y paciencia.

Libre estaba vivo. Fuerte. Pero algo en su pecho dolía… como si tuviera que arrancarse una raíz para seguir creciendo.

Más tarde, en la terraza, se sentó junto a Axel. El cielo estaba despejado. La luna, llena.

—Me llegó una beca —dijo, mirando el mar—. Para estudiar en Florencia. Fotografía documental. Un año.

Axel no dijo nada por un instante. Solo dejó que el viento pasara entre ellos.

—¿Vas a irte? —preguntó, sin tono, sin juicio.

—No lo sé. Lo quiero. Pero me da miedo. Me siento culpable.

—¿Culpable de qué? —Axel lo miró al fin—. ¿De crecer?

—De no quedarme. De dejarte. De dejar esto.

Axel tomó su mano con fuerza.

Libre nació de ti. De nosotros. Pero no te pertenece. Tiene piernas propias. Y yo no quiero ser el motivo por el que digas que no al mundo.
Te esperé cuando eras solo un niño con miedo. Puedo esperarte siendo el hombre que se atreve.

Yoon lloró. No de tristeza. Sino por saber que era amado así: sin cadenas, sin condiciones.

Dos días después, cuando el estudio estaba a punto de cerrar, alguien golpeó la puerta con desesperación.

Una chica, de no más de dieciséis años, con la cara llena de barro, la ropa rasgada, y los ojos vacíos. No dijo su nombre. Solo murmuró:

—No tengo a dónde ir.

Lucía fue la primera en moverse. Le puso una manta sobre los hombros. Le ofreció agua. Nadie preguntó detalles.

Cuando por fin habló, lo hizo con la voz rota:

—Me escapé. Mi padrastro… mi madre… ellos... no me creyeron. Nadie me creyó. No sabía a dónde ir. Escuché sobre este lugar en una charla. Pensé que era un mito.

Axel se arrodilló frente a ella.

—No. No somos un mito. Somos reales. Y estás a salvo ahora.

La chica, aún temblando, dijo algo que nadie esperaba:

—¿Puedo quedarme? ¿Aunque esté… sucia por dentro?

Yoon se acercó, con suavidad, y dijo:

—Tú no estás sucia. Estás viva. Eso ya es un milagro.
Puedes quedarte todo el tiempo que necesites. Libre empieza así: con miedo… pero sigue con amor.

Esa noche, mientras la nueva joven dormía en el Cuarto de los Comienzos, Yoon miró su pasaporte, que había estado guardado por años.

Axel entró en silencio y le entregó un sobre. Dentro, había un boleto de avión.

—Ida a Florencia. Te lo compramos entre todos. Lucía vendió cinco de sus ilustraciones. Omar recitó en una librería. Paula horneó galletas para vender en la plaza.

—¿Por qué harían esto?

—Porque te amamos. Y cuando uno de nosotros vuela… todos aprendemos a volar un poco más.

Y así, Yoon entendió que Libre no era solo un refugio…
Era una semilla.

Y su viaje a Italia no era una huida. Era una extensión de todo lo que habían construido juntos. Porque a veces crecer también es dejar espacio para que otros florezcan.

Y él… iba a florecer en otro idioma, con la misma raíz.



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En el texto hay: superacion union, romancejuveniel, lgbt+

Editado: 16.07.2025

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