El día había pasado entre saludos, risas contenidas y abrazos de bienvenida.
Lucía lloró al verlo. Paula lo llenó de preguntas. Dante le enseñó lo nuevo que había pintado.
Yoon sonreía, respondía con cariño… pero su mirada buscaba solo una cosa.
A Axel.
Esa noche, después de la cena compartida, Yoon se asomó al estudio principal.
—¿Quieres ir a la playa? —preguntó.
Axel lo miró desde la escalera, con una linterna en la mano y un leve temblor en la voz.
—Claro.
Caminaron en silencio.
La arena estaba fría. El cielo, limpio.
El mar parecía contener el mundo entero en su vaivén.
Yoon se sentó primero. Axel lo imitó, sin tocarlo todavía.
El silencio no era incómodo.
Era necesario.
Hasta que Yoon dijo:
—Tu carta me salvó. Pero tu abrazo… fue lo que me devolvió el cuerpo.
Yoon lo miró, los ojos oscuros brillando por la luna.
—Pensé que me habías olvidado.
—Te recordé todos los días. Pero tenía miedo de que tu… ya no me encontraras ahí, donde me dejaste.
Yoon estiró la mano y le acarició el rostro. Axel cerró los ojos. Apoyó la cabeza en su hombro. Como si ese lugar fuera suyo desde siempre.
—¿Puedo besarte? —preguntó Axel.
Yoon no respondió con palabras.
Lo besó lento.
Sin urgencia.
Como si ese beso no fuera un reencuentro, sino un hogar.
Y entonces…
Axel lo tomó de la cintura.
Yoon le rodeó el cuello.
Y por un largo rato no fueron más que respiración, roce de piel, y la certeza de que habían vuelto a donde pertenecían.
Horas después, en la pequeña habitación que solía ser de ambos, Axel lo miró con ternura mientras Yoon se acostaba en el colchón del suelo.
—No me acostumbro a lo largo que está tu pelo —dijo con una sonrisa.
Yoon se rió bajo.
—Creció conmigo. Tu también cambiaste.
—¿Para bien?
—Para verdad —respondió Yoon, mirándolo directo—. Estás más Tu que nunca.
Axel se acostó a su lado.
No hicieron el amor esa noche.
No les hizo falta.
Se abrazaron fuerte. Se besaron los nudillos. Se miraron como si nada más existiera.
Y cuando la madrugada se volvió tibia, Axel murmuró:
—Te amo con todo lo que fui.
Pero sobre todo… con todo lo que estoy aprendiendo a ser.
Yoon respondió, pegado a su pecho:
—Y yo te amo desde todo lo que no sabía cómo decir.
Ahora… ya no necesito decirlo. Solo estar.
Y voy a estar.
Esa noche no hubo pasado.
No hubo heridas.
Solo dos cuerpos tranquilos.
Dos almas reencontradas.
Y el mar, afuera, testigo de que el amor real… también sabe volver.