El primer rayo de sol se filtró por la cortina mal puesta.
Yoon giró lentamente en la cama, enredado entre sábanas finas y el calor suave de un cuerpo que ya conocía mejor que su propia respiración.
Axel dormía todavía.
La cara apoyada en la almohada, el cabello despeinado, una pierna sobre la de Yoon.
—Eres peor que un gato —murmuró Yoon, sonriendo mientras le apartaba el cabello de la frente—. Te adueñas de todo.
Axel no respondió. Solo se acomodó más cerca, como si aún en sueños supiera que ahí era donde debía estar.
Un rato después, ya en la cocina, Axel preparaba café mientras Yoon, con una camisa larga y sin botones, buscaba cómo arreglar una lámpara que no dejaba de parpadear.
—Creo que esta casa está tratando de decirnos que necesita cariño —dijo Yoon.
—Esta casa está diciendo que tú y yo no sabemos de electricidad —respondió Axel, sirviendo dos tazas.
—Lo bueno es que sabemos de arte.
Axel le pasó su taza y señaló la pared vacía del comedor.
—¿Te animas a pintarla esta tarde?
—¿Tú me dejas arruinar una pared blanca?
—Tú no arruinas nada. Solo dejas marcas bonitas.
Yoon se sonrojó un poco. Fingió que no lo escuchó. Pero en su pecho, algo cálido floreció.
Pasaron el día entre pinceles, manchas de pintura en la nariz, canciones de fondo y frases como “¡No era ese color!” o “¡Eso parece un pulpo triste!”.
Rieron. Se besaron con los dedos llenos de azul.
Axel dibujó una línea alrededor de la silueta de Yoon en la pared.
Y debajo escribió: Aquí vive la calma.
Por la tarde, alguien golpeó la puerta.
Era Lucía, con una mochila, una sonrisa inmensa… y una planta en las manos.
—Para que esta casa también respire —dijo, entrando sin esperar invitación.
Traía pan casero, algunos dibujos de los niños, y una nota de Paula que decía:
"No se olviden de nosotros (aunque sabemos que no lo harán)."
Lucía recorrió la casa con ojos curiosos y felices.
—Ustedes tienen algo especial. Se nota. Se siente.
Esto no es solo una casa. Es un lugar hecho para querer quedarse.
Se quedaron los tres en el pequeño comedor, tomando café y recordando cosas.
Lucía habló de su primera tarde en Libre.
Axel habló de cómo Yoon siempre se dormía en las reuniones.
Yoon confesó que se hizo el dormido más de una vez solo para que Axel lo cubriera con su chaqueta.
Las risas llenaron ese espacio como si lo hubieran estado esperando.
Al caer la noche, cuando Lucía se fue, Axel y Yoon se acostaron en el sofá, abrazados.
Miraron la pared que pintaron.
Miraron la planta que Lucía dejó.
Miraron el lugar que ahora era suyo.
—¿Tú eres feliz? —preguntó Axel en voz baja.
—Contigo, sí. Con todo, sí.
Axel besó su frente.
—Entonces vamos bien.
Y así, entre respiraciones tranquilas y promesas no dichas,
cerraron los ojos sabiendo que el amor verdadero no siempre grita…
a veces solo se queda.