El segundo espacio de Libre comenzó siendo solo una idea escrita en una servilleta.
Axel había dibujado una casa pequeña, un árbol al lado y la palabra “norte” escrita en letras mayúsculas.
—Hay una comunidad rural a dos horas —le explicó a Yoon una tarde, sentados en el porche—.
No tienen acceso a centros comunitarios. Los chicos dejan la escuela muy temprano.
Podríamos llevar parte de lo que hacemos aquí… allá.
Yoon se quedó en silencio. Miraba a Miker jugar con piedras en el jardín.
—¿Tú crees que podamos con todo?
—No lo sé —respondió Axel—. Pero creo que lo necesitamos.
Las semanas siguientes fueron un torbellino.
Axel viajaba constantemente para reunirse con líderes comunitarios, conseguir permisos y organizar materiales.
Yoon, además de cuidar a Miker, tomaba algunos turnos extra para apoyar económicamente.
Libre Norte empezaba a tomar forma, pero el precio no era invisible.
—Últimamente casi no estamos —dijo Yoon una noche, mientras recogía los juguetes del suelo.
—Lo sé —dijo Axel, dejando caer la mochila con los papeles—.
Te juro que estoy tratando de equilibrar todo… pero siento que me estoy dividiendo.
—No quiero que te dividas. Solo quiero saber si aún estamos en el mismo lugar.
Axel se acercó, le acarició el rostro con los dedos manchados de tiza.
—Tú eres mi lugar. Nunca me fui.
Yoon bajó la mirada.
—Entonces no te olvides de volver.
Yo también estoy aquí, cansado, criando, soñando. No te pido que dejes nada.
Solo que no me dejes fuera.
Axel lo abrazó, fuerte, sin necesidad de palabras.
Con ayuda de Lucía, Paula y los demás, lograron organizar una red de apoyo para que Axel no tuviera que estar tan solo en los viajes.
Miker, por su parte, empezó a notar los cambios.
—¿Papá no duerme aquí hoy?
—Hoy no, amor. Pero mañana viene. Siempre vuelve.
Yoon decía esas palabras con convicción… aunque a veces, en silencio, también necesitaba escucharlas para sí mismo.
Finalmente, Libre Norte abrió sus puertas.
Era más pequeño, más humilde… pero estaba lleno de vida.
Niños pintando sobre madera.
Mujeres jóvenes aprendiendo a leer.
Adolescentes contando sus sueños en voz alta por primera vez.
Axel volvió una noche después de la inauguración.
Traía tierra en los zapatos, ojeras marcadas y una sonrisa brillante.
—Fue hermoso. Lleno de historias por contar.
Yoon lo abrazó al verlo entrar por la puerta.
—Tú pareces una de esas historias.
Esa noche, mientras Miker dormía entre ellos, Yoon susurró:
—Lo lograste. Pero lo hicimos los tres. No te olvides.
Axel besó su frente.
—Gracias por sostenerme mientras sostenía todo esto.
—Y ahora —agregó Yoon con una sonrisa—, ¿quieres que soñemos algo para nosotros?
Axel lo miró.
—¿Otro bebé?
—Tal vez. O simplemente… más espacio para reír, para no correr.
Que Libre no se nos lleve lo que construimos aquí.
Axel asintió.
—Entonces el nuevo proyecto es este:
cuidarnos mientras cuidamos a los demás.
Y tú sabes que para eso… siempre estoy listo.