Donde Se Esconden Las Mariposas

El sol no podía borrar la sombra

El sol brillaba con fuerza aquel verano, inundando de luz el pequeño parque donde Oriana observaba a Paulina correr tras una mariposa. Los risueños gritos de su hija llenaban el aire, un contraste abrumador con el silencio que habitaba en su propia alma. Oriana era una mujer en la flor de su juventud, pero los años junto a Fran habían dejado marcas en su piel, y heridas más profundas en su corazón. El sol no podía borrar la sombra que siempre parecía seguirla.

Fran, con su carisma abrasador y sonrisa fácil, era el tipo de hombre que captaba la atención de todos. Cuando se conocieron, Oriana había quedado prendada de su seguridad, de esa confianza que él exudaba en cada gesto.

Fran la hizo sentir protegida, especial, como si el mundo estuviera a sus pies, pero ese hechizo pronto se rompió. El hombre que la había hecho reír se convirtió en el hombre que la hizo llorar.

Al principio fueron palabras, descalificaciones que Fran disimulaba como bromas. "Eres demasiado sensible", le decía mientras ella intentaba reír, fingiendo que no dolía. Pero las palabras fueron escalando, hasta que un día se transformaron en gritos, y los gritos en golpes. Oriana, en su afán de mantener la paz, se refugiaba en la idea de que todo era temporal, que el verdadero Fran, el hombre del que se enamoró, estaba ahí, en algún lugar.

Pero Fran también era padre, y aunque su relación con Paulina era menos conflictiva, era evidente que el mismo veneno que intoxicaba su matrimonio empezaba a filtrarse en su rol de padre. Paulina, con sus grandes ojos llenos de inocencia, observaba más de lo que cualquiera imaginaba. A pesar de su corta edad, ya podía leer las emociones de su madre con una precisión que asustaba a Oriana.

Ese día en el parque, mientras Paulina reía despreocupada, Oriana se permitió soñar con una vida diferente. Una vida en la que Paulina no tuviera que crecer entre gritos ni ver las cicatrices que Oriana escondía bajo mangas largas y sonrisas fingidas. La idea de escapar ya había cruzado su mente antes, pero el miedo la había paralizado siempre.

¿Cómo sobreviviría? ¿Cómo protegería a Paulina del mundo, y peor aún, de Fran si él alguna vez las encontraba?

Mientras Oriana se sumergía en esos recuerdos, justo antes de cruzar la calle, lanzó una última mirada hacia la ventana de su apartamento. La luz en la habitación matrimonial estaba apagada, sumida en una oscuridad que reflejaba el vacío de una vida que ya no le pertenecía.




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