SIETE AÑOSA TRAS
El taxi las esperaba en la esquina, el motor en marcha y las luces apagadas. Oriana había planeado cada detalle con cuidado, pero ahora, mientras apretaba la mano de Paulina, la realidad de lo que estaban haciendo la golpeaba con fuerza. Sin embargo, no había vuelta atrás. No esta vez.
Subieron al coche sin hacer ruido, y el conductor, un hombre de ojos cansados pero amables, las miró por el retrovisor sin hacer preguntas. Oriana le había dado una dirección falsa, un lugar donde podrían perderse en la maraña de la ciudad. Al menos por ahora.
El coche avanzó despacio, dejando atrás las calles que Oriana conocía de memoria. Paulina, con su peluche en brazos, observaba todo con la curiosidad y el desconcierto de una niña que aún no comprendía del todo lo que estaba pasando. Oriana la abrazó con fuerza, como si en ese gesto pudiera protegerla de todo lo que venía.
"¿A dónde vamos, mami?", preguntó Paulina, su voz un susurro tembloroso en la oscuridad del coche.
"Vamos a un lugar donde nadie nos va a hacer daño, mi amor," respondió Oriana, intentando sonar más segura de lo que se sentía. "Un lugar donde podemos ser felices."
Paulina asintió, confiando ciegamente en las palabras de su madre. Aunque en su corazón pequeño, sabía que algo grande estaba cambiando, y que las cosas ya no serían como antes.
El coche avanzó durante lo que parecieron horas, hasta que finalmente se detuvo frente a un modesto edificio de apartamentos. Oriana pagó al conductor y bajaron del taxi, mirando la estructura con una mezcla de alivio y miedo. Este no era un hogar, no aún, pero era un comienzo. Un lugar donde podían empezar de nuevo.
Subieron las escaleras en silencio, y cuando llegaron al pequeño departamento que Oriana había alquilado en secreto, se encontraron con un espacio vacío, desprovisto de cualquier señal de vida. Las paredes desnudas y el eco de sus pasos parecían recordarles lo frágil de su situación.
Oriana cerró la puerta tras ellas, apoyándose en ella por un momento mientras respiraba hondo. Todo lo que había conocido se quedaba atrás, y el futuro que ahora tenía delante era incierto. Pero mientras Paulina la miraba con esos ojos grandes y llenos de preguntas, Oriana supo que había hecho lo correcto. Estaban a salvo. Y eso era lo único que importaba.
"Ven, Paulina," dijo finalmente, sonriendo con ternura. "Vamos a explorar nuestro nuevo hogar."
La niña corrió por el pequeño espacio, investigando cada rincón con esa energía inagotable que solo los niños tienen. Oriana la observó desde la distancia, sintiendo cómo el peso en su pecho comenzaba a aliviarse. Por primera vez en mucho tiempo, había una chispa de esperanza en su corazón.
Mientras se sentaba en el suelo, exhausta pero aliviada, Oriana supo que este era solo el primer paso. La vida no iba a ser fácil, y sabía que habría días difíciles por delante. Pero ahora, en ese momento de paz, con su hija a su lado, todo parecía posible. Estaban juntas, y juntas enfrentarían lo que viniera.
Editado: 05.10.2024