Sentada en su escritorio en la gestoría, Oriana dejó escapar un suspiro mientras organizaba los documentos sobre la mesa. Aunque su trabajo era rutinario, había algo reconfortante en la repetición de las tareas, en la seguridad de lo conocido. Pero aquella tarde, mientras la luz del sol se reflejaba en los papeles y el suave murmullo de la oficina llenaba el aire, algo la hizo detenerse.
Miró por la ventana, dejando que su mirada se perdiera en el horizonte. Desde su lugar, las imponentes torres KIO de Plaza Castilla se alzaban majestuosas contra el cielo de Madrid. Las había visto tantas veces que se habían convertido en un símbolo de su nueva vida, una vida en la que ella y Paulina estaban empezando de nuevo, construyendo algo sólido desde las ruinas de lo que una vez fue.
De repente, un leve zumbido la sacó de sus pensamientos. Bajó la vista y vio que su móvil vibraba sobre el escritorio. Un mensaje había aparecido en la pantalla, iluminando el dispositivo con un brillo repentino que contrastaba con la calma de la tarde. El corazón de Oriana dio un pequeño salto, una mezcla de curiosidad y ansiedad invadiéndola mientras lo desbloqueaba.
El remitente era desconocido, lo que la hizo fruncir el ceño con desconfianza. Abrió el mensaje, y al leerlo, sintió como si el aire se volviera más denso a su alrededor.
**"Sé dónde estás, Oriana. Sé que estás con ella. No podrás esconderte para siempre."**
Las palabras eran simples, pero cargadas de una amenaza que hizo que su pulso se acelerara. Durante un largo segundo, el mundo pareció detenerse. El bullicio de la oficina se desvaneció, y todo lo que podía escuchar era el latido frenético de su propio corazón.
¿Quién le había enviado ese mensaje? ¿Cómo alguien sabía de ella? Había hecho todo lo posible por desaparecer, por construir una vida nueva y segura para Paulina y para ella. Había cambiado de número, de dirección, de vida. Pero, al parecer, no había sido suficiente.
Tomó una respiración profunda, intentando mantener la calma. No podía permitirse perder el control. No aquí, no ahora. Guardó el móvil en su bolso y se obligó a concentrarse en la pila de papeles frente a ella, aunque su mente seguía atrapada en el eco de esas palabras amenazantes.
Las horas pasaron con lentitud mientras Oriana intentaba ignorar el miedo que crecía en su interior. Mantuvo una fachada tranquila ante sus compañeros, pero por dentro, su mente corría a mil por hora, barajando posibilidades, intentando entender quién podía estar detrás de ese mensaje. Cada vez que el móvil vibraba, un escalofrío recorría su columna, temerosa de lo que podría encontrar.
Llegó la hora de salir.
Recogió sus cosas con manos temblorosas y salió de la oficina, sintiéndose observada aunque la calle estuviera repleta de gente. Caminó con rapidez hacia la escuela de Paulina, sus pasos resonando en su mente como un tambor que marcaba el ritmo de su creciente ansiedad.
Cuando vio a Paulina esperándola en la entrada de la escuela, su pequeña figura iluminada por la luz cálida del atardecer, algo en su interior se calmó. Aceleró el paso y abrazó a su hija con más fuerza de la habitual, como si ese simple gesto pudiera protegerlas de cualquier amenaza.
"¿Estás bien, mami?" preguntó Paulina, notando la tensión en el cuerpo de su madre.
Oriana esbozó una sonrisa, esforzándose por ocultar sus preocupaciones. "Sí, mi amor. Todo está bien."
Pero mientras caminaban de regreso a casa, Oriana no pudo evitar mirar por encima del hombro, una y otra vez, preguntándose si realmente estaban seguras.
Editado: 05.10.2024