Donde Se Esconden Las Mariposas

Conversaciones en la Cocina

El sol se estaba poniendo cuando Paulina abrió la puerta de su casa, dejando caer la mochila al suelo con un suspiro. Como todos los días, fue directa a la cocina, donde su madre, Oriana, la esperaba con una taza de café caliente.

El aroma a café y galletas caseras llenaba el ambiente, envolviéndola en una sensación de hogar que contrastaba con el caos que había vivido durante todo el día.

Oriana levantó la mirada de la revista que estaba hojeando y sonrió, esa sonrisa que siempre lograba calmar a Paulina.

—¿Qué tal estuvo hoy? —preguntó Oriana, sirviendo otra taza de café y ofreciéndosela a su hija.

Paulina se dejó caer en una silla, cruzando los brazos sobre la mesa. —Lo mismo de siempre. Las chicas no hablan de otra cosa que de enrollarse con chicos. Cada día parece más estúpido. Todo gira en torno a quién besó a quién, y de verdad, mamá, estoy tan harta de eso.

Oriana asintió lentamente, tomando un sorbo de su café. Sabía que era mejor escuchar antes de ofrecer cualquier consejo. Paulina tenía que sacar todo lo que llevaba dentro.

—Es que no entiendo cómo les puede importar tanto, ¿sabes? A mí me parece todo tan superficial, pero ellas actúan como si fuera lo único que cuenta en la vida. ¿Soy yo la rara? —continuó Paulina, jugando nerviosamente con el asa de la taza.

Oriana sonrió con comprensión. —No, cariño. No eres rara. Tienes tus propios intereses y prioridades, y eso está bien. Todos somos diferentes. Lo importante es que te mantengas fiel a ti misma.

Paulina frunció el ceño, claramente frustrada. —Pero a veces me siento fuera de lugar, como si no encajara.

No quiero ser como ellas, pero tampoco quiero estar siempre apartada. Es como si estuviera atrapada en el medio.

Oriana apoyó su mano suavemente sobre la de Paulina. —Es normal que te sientas así, sobre todo a tu edad. El colegio puede ser un lugar donde todos intentan encajar, a veces sacrificando lo que realmente son. Pero tú no tienes que hacer eso.

Sé que parece difícil ahora, pero mantenerte auténtica es lo que realmente importa. Las chicas que solo se preocupan por chicos y apariencias... probablemente también están intentando encontrar su lugar, aunque no lo parezca.

—¿Y si nunca encajo? —preguntó Paulina en voz baja, mirando fijamente su taza.

Oriana suspiró, recordando su propia adolescencia. —Es normal sentirte así. Pero créeme, no necesitas encajar en el molde de los demás. ¿Te has dado cuenta de cómo brillas cuando hablas de cosas que te apasionan? Eso es lo que te hará encontrar a las personas adecuadas, aquellas que te valoren por quién eres y no por cumplir con expectativas superficiales.

Paulina asintió lentamente.

Sabía que su madre tenía razón, pero no dejaba de ser difícil cuando todos a su alrededor parecían estar viviendo en otro planeta.

—¿Y qué hago mientras tanto? —preguntó, con la vista clavada en la mesa.

Oriana apretó suavemente su mano. —Sigue siendo tú misma. No te compares con las demás. Si te centras en lo que realmente te hace feliz y en lo que te importa, vas a atraer a personas que compartan esos mismos valores. Quizás ahora te parezca que esas chicas tienen todo resuelto, pero en realidad, todas están intentando descubrir quiénes son, al igual que tú. La diferencia es que tú no estás dispuesta a cambiar solo para encajar, y eso es algo de lo que deberías estar muy orgullosa.

Paulina respiró hondo. Las palabras de su madre siempre lograban darle una nueva perspectiva.

—Gracias, mamá —dijo, con una pequeña sonrisa.

Oriana le devolvió la sonrisa. —Siempre estaré aquí para ti, Paulina. Recuerda que en esta casa, siempre puedes ser tú misma, sin importar lo que pase allá afuera.

Paulina asintió, sintiendo cómo una parte de su frustración se desvanecía. Sabía que su madre tenía razón: al final, no se trataba de encajar en el mundo de las "malas chicas" del colegio, sino de encontrar su propio camino. Mientras tuviera a Oriana a su lado, dándole esos consejos que parecían calmar cualquier tormenta interna, sabía que todo estaría bien.

Y con esa tranquilidad, las dos se quedaron en la cocina un rato más, compartiendo el silencio cómodo que solo una relación cercana entre madre e hija puede ofrecer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.