Paulina se levantó de la mesa, estirándose perezosamente. El día en el colegio la había dejado agotada, tanto mental como físicamente.
—Estoy cansada, mamá. Creo que me voy a echar una siesta en mi habitación —dijo mientras recogía su taza de la mesa.
Justo cuando estaba a punto de irse, Oriana, con una expresión un poco más seria de lo habitual, la detuvo suavemente con su voz.
—Espera un momento, Paulina. Antes de que te vayas, quería contarte algo que me tiene preocupada —dijo Oriana, bajando la mirada hacia su taza como si dudara en compartirlo.
Paulina se dio la vuelta, sorprendida por el tono de su madre. No era común que Oriana mostrara inquietud, al menos no tan abiertamente.
—¿Qué ha pasado, mamá? —preguntó, volviendo a sentarse lentamente.
Oriana tomó aire, como quien se prepara para soltar una carga pesada.
—Es algo que me ha pasado en el trabajo —empezó, moviendo nerviosamente los dedos alrededor del borde de su taza—. La empresa está pasando por algunos cambios importantes, y esta semana se ha hablado mucho sobre posibles recortes de personal. Aún no se ha dicho nada oficial, pero el ambiente está tenso y, honestamente, me tiene muy preocupada.
Paulina frunció el ceño, escuchando atentamente. Nunca había visto a su madre tan inquieta por algo relacionado con el trabajo.
—¿Crees que te afecta directamente? —preguntó, tratando de entender la gravedad de la situación.
Oriana asintió lentamente, sus ojos reflejando la ansiedad que estaba intentando disimular.
—No lo sé. Nadie lo sabe todavía, pero las posibilidades están ahí. Solo quería que lo supieras, por si en los próximos días me ves un poco distraída o nerviosa. He estado pensando en eso todo el día, y la incertidumbre es lo que más me preocupa.
Paulina sintió una punzada en el pecho. Su madre siempre había sido una roca para ella, y verla así la hacía sentir impotente.
—Mamá, estoy segura de que pase lo que pase, vas a salir adelante. Siempre lo haces —dijo Paulina con suavidad, intentando transmitirle algo de confianza. Sabía que su madre era fuerte, pero también entendía que a veces incluso las personas más fuertes necesitan apoyo.
Oriana sonrió, agradecida por las palabras de su hija, aunque la preocupación seguía ahí.
—Gracias, cariño. Solo quería que lo supieras. Pero no te preocupes, ya encontraré la manera de manejarlo —respondió Oriana, intentando mostrarse más tranquila por el bien de Paulina.
Paulina se levantó de nuevo, esta vez dándole un abrazo rápido a su madre antes de dirigirse a su habitación.
—Si necesitas hablar, estaré aquí —dijo Paulina antes de desaparecer por el pasillo.
Oriana la observó irse, sintiendo un poco más de alivio después de haber compartido sus preocupaciones. Sabía que no todo estaba bajo su control, pero al menos tenía a Paulina a su lado, y eso siempre le daba la fuerza para seguir adelante.
Editado: 05.10.2024