Paulina no le hizo ni caso a Ainoa.
Simplemente se levantó, cogió su mochila y salió del aula sin siquiera mirarla. Caminaba con paso firme, centrada en algo mucho más importante: llegar al bus para volver a casa. Mientras atravesaba el patio, echó un vistazo rápido al reloj. Estaba justo a tiempo, así que envió un mensaje rápido de aviso a su madre: "Ya estoy saliendo del cole."
El autobús llegó unos minutos después, y Paulina suspiró aliviada al verlo. Pero justo cuando iba a subir, un grito resonó a sus espaldas, llamando la atención de todos los que estaban alrededor.
—¡Oye, tú! ¡La de la mochila con mariposas! —gritó Ainoa, desde el otro extremo del patio—. ¿Qué te pasa, bambina? ¡Te he hecho una pregunta!
Paulina se detuvo un segundo, sin darse la vuelta. Podía sentir las miradas de otros estudiantes en ella, esperando algún tipo de reacción. Pero en lugar de darle el gusto a Ainoa, decidió ignorarla por completo. No valía la pena. Subió al autobús sin mirar atrás, sabiendo que esa actitud era lo que más fastidiaría a Ainoa.
Mientras se sentaba en el último asiento del bus, sacó los auriculares de su mochila y puso su música favorita a todo volumen. Afuera, el mundo seguía con sus gritos y dramas, pero ella ya estaba en su propio espacio, alejada de todo eso.
Editado: 05.10.2024